Muchos posibles seguidores de Jesús vienen a él con sueños de grandeza, los cuales son buenos cuando están en el lugar que les corresponde. Jesús puso en su lugar a los discípulos por discutir sobre quién de ellos era el más importante, y les dijo que la verdadera grandeza se centra en servir a los demás (Mar. 9:33-35). Pero Jesús también dio ánimo a sus aspiraciones de grandeza con declaraciones tales como: “…Vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tribus de Israel (Mat. 19:28).
Pero en la voluntad de Dios, la grandeza sigue detrás del sufrimiento, a menudo muy detrás. Si un hombre se une a Jesús teniendo como objetivo la grandeza, será mejor que esté consciente de que el sufrimiento viene primero. De otro modo, la voluntad de Dios podría comenzar a parecerle bastante indeseable después de que ha estado siguiéndole un corto tiempo.
El evangelismo no es sólo la tarea de un predicador. Es la suya. Ni tampoco se cumple simplemente distribuyendo tratados por todos lados, independientemente de lo bueno que eso pueda ser. El evangelismo implica una vida piadosa ante un mundo impío; y esto traerá persecución, porque al mundo no le gusta Jesús.
Un tipo se acercó a Jesús diciendo que quería hacer la voluntad del Señor. “¡Te seguiré a dondequiera que vayas!”, declaró.
Jesús respondió: “Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Luc. 9:57, 58). Él quería que este posible seguidor supiera que la voluntad de Dios implica sufrimiento.
El apóstol Pedro escribió: “Y cuando hayáis padecido por un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, quien os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restaurará, os afirmará, os fortalecerá y os establecerá” (1 Ped. 5:10). El sufrimiento es parte del camino del cristiano.
Por eso el apóstol Pedro también escribió acerca de “los que sufren según la voluntad de Dios” (1 Ped. 4:19).
Alguien podría decir: “¿Debo sufrir? Yo sí califico para esa parte. Caramba, sí que sufro. Cargo una verdadera cruz. Mis padres son mi cruz”. O, “Mi esposo(a) es mi cruz”. O, “Mi suegra es mi cruz”.
Pero esa no era la clase de sufrimiento a la que se refería Pedro. Él escribió: “Porque es mejor que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal” (1 Ped. 3:17). Debemos sufrir, no porque no somos el tipo correcto de persona, ni porque somos antagonistas, malhumorados, cascarrabias o algo que esté fuera de lugar, sino que debemos sufrir por hacer lo correcto.
Cuando eso sucede, dijo Pedro, “Antes bien, gozaos a medida que participáis de las aflicciones de Cristo” (1 Ped. 4:13). Usted debería estar contento por esto. “Cuando sois injuriados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados…Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entrometerse en asuntos ajenos (1 Ped. 4:14, 15).
El pasaje continúa: “Pero si alguno padece como cristiano…” (v. 16). ¿Entiende a qué se está refiriendo? ¿Sabe cuál es el nivel adecuado de juego? Si usted es un cristiano que está viviendo una vida piadosa en un mundo impío, sufrirá.
El apóstol Pablo lo dice de esta manera: “También todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos” (2 Tim. 3:12).
Usted podría decir: “Pero no esto y siendo perseguido”. Entonces pueda que no esté viviendo una vida piadosa ante el mundo. Pero si sufre, es algo maravilloso, “…el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros” (1 Ped. 4:14).
Extraído del libro, "La voluntad de Dios" escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Mundo Hispano.