Considere las palabras de Pablo como fueron registrados en Filipenses 1:29: “Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa”. Aquí tenemos algo sorprendente. El sufrimiento está vinculado con la fe. La Biblia no ve al cristiano en algún momento como alguien que no sufre, porque cualquiera que vive una vida devota en el mundo será criticado por él como respuesta. Si usted está pasándola de maravillas, significa que no está viviendo una vida devota o que la está viviendo en los matorrales, donde el mundo impío no lo puede ver.
La Biblia muestra cómo podemos vivir exitosamente una vida devota en un mundo impío. Hechos 4 registra cómo Pedro una vez descargó un sermón explosivo sobre los líderes de Israel. Les molestó tantas veces que estoy sorprendido de que no lo apedrearon en ese instante. Cuando terminó de predicar, la Biblia dice que los judíos “les echaron mano” a Pedro y Juan (Hech. 4:3). No fue para ordenarlos, ¡podemos estar seguros de eso! Era para ponerlos en la cárcel. Pero el resultado del sermón de Pedro fue que muchos creyeron. El número de hombres que se convirtieron llegó a 5.000.
Y además hubo probablemente 5.000 mujeres y niños. Cuando la iglesia tenía unas cuantas semanas de existencia, quizás se habían ganado una 20.000 personas. En el siguiente capítulo escucharemos acerca de su multiplicación, pero no nos dice cuántos ¡porque no se podían contar!
Pero regresemos a Pedro y Juan, quienes fueron lanzados a la cárcel esa noche. En la mañana los sacaron y les preguntaron: “¿Con qué poder, o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?” (Hech. 4:7).
Me imagino que Pedro pensó: “¡Qué pregunta! ¿Sabe este sujeto lo que está diciendo? ¡Yo le contestaré!”.
En cierta forma, Satanás es un tonto. Él se confía demasiado. Él creyó: “Me encargaré de ellos. Haré que los capturen”. Pero, ¿sabe lo que sucedió? Los abofetearon delante del Sanedrín (Los líderes máximos de Israel) y ellos predicaron de Jesús al Sanedrín, una oportunidad que jamás hubieran tenido a menos que Satanás lo hubiera organizado. Satanás hace eso todo el tiempo. Él puso a Jesús en la cruz, ¿y qué sucedió? Jesús redimió al mundo. Satanás realmente no sabe en qué se está metiendo. Y Dios es soberano.
Pedro y Juan entraron en este asunto, y simplemente aceptaron su sufrimiento. No se pusieron a fastidiar. No hubo peleas, gente corriendo, escondiéndose detrás de algún pórtico, ni nada por el estilo. Siguieron adelante con la confianza de que esto era la oportunidad que Dios les había dado.
Luego Pedro, lleno de Espíritu Santo (Hech. 4:8), predicó el nombre de Jesucristo y cerró con una invitación con el clásico estilo evangelístico. “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech. 4:12).
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Extraído del libro, “La voluntad de Dios” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Mundo Hispano.
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