Ninguna persona debe atropellar ni engañar a su hermano (1 Tes. 4:6). En otras palabras, no se aproveche de la gente.
Algunas personas ponen el pie en el cuello de otras para obtener lo que quieren. Otras usan a otros de manera sexual para gratificar sus propios deseos. Otros usan a gente en los negocios. Hay muchas maneras de usar a otros. No lo haga porque “el Señor es el que toma venganza en todas estas cosas”.
Usted podría decir: “no me gustan esas reglas. Dios es de mentalidad cerrada”. Entonces el versículo 7, Pablo resume lo que hemos estado diciendo. “Porque Dios no nos ha llamado a la impureza, sino a la santificación”. El llamado de Dios, la voluntad de Dios, es que seamos santificados, santos, y puros.
Robert Murray McCheyne, habló en la ordenación del joven Dan Edwards en el año 1860. Él dijo algo así como esto: “Señor Edwards,…no se olvide del hombre interior, del corazón. El oficial de caballería sabe que su vida depende de su sable, así que lo mantiene limpio. Cada mancha la quita con el mayor cuidado posible. Señor Edwards, usted es el instrumento escogido por Dios. Según su pureza, así será su éxito. No es el gran talento; no son las grandes ideas lo que Dios usa; es la gran semejanza a Jesucristo. Señor Edwards, un hombre santo es un arma asombrosa en las manos de Dios” (ver 2 Tim. 2:21). McCheyne tenía razón, y la voluntad de Dios es que usted sea santo, santificado.
Extraído del libro, “La voluntad de Dios” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Mundo Hispano.