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La voluntad de Dios es que usted sea salvo, lleno del Espíritu, santificado, sumiso y sufrido. La Palabra de Dios aclara todo esto. No continúe leyendo hasta que haya entendido estos cinco principios.

Usted dirá: “MacArthur, usted me iba a decir a qué universidad debería ir. Me iba a decir específicamente la voluntad de Dios. ¡No lo ha hecho!”

Bueno, permítame darle el principio final, ¡pero agárrese de su silla! ¡Quizás va a querer saltar y gritar! Si usted está haciendo todas estas cinco cosas básicas, ¿sabe cuál es el siguiente principio de la voluntad de Dios? ¡Hacer lo que usted quiera! Si esos cinco elementos de la volunta de Dios están funcionando en su vida, ¿Quién está gobernando sus deseos? ¡Dios! El salmista dijo: “Deléitate en el SEÑOR, y él te concederá los anhelos de tu corazón” (Sal. 37:4). ¡Dios aquí no dice que va a cumplir todos los deseos! Si usted está viviendo una vida devota, él le dará los deseos correctos.

La gente me dice:
- ¿Por qué entró a su ministerio actual cuando antes tenía un ministerio tan placentero en otra área?
Siempre respondo:
- Porque quería.
- Ajá. Hizo su propia voluntad.
Tuve un amigo que se me acercó y dijo:
- John, no sé donde quiere el Señor que sirva.
Yo le dije:
- Martín, si pudieras escoger cualquier servicio en el mundo, ¿Cuál quisieras?
Él dijo:
- Ah, tengo una carga tremenda por el pueblo de Israel. Hablo francés con fluidez, y París está lleno de gente judía que no conoce a Jesús. A mí personalmente me encantaría ir a París como misionero a los judíos.
Verifiqué si entendía los cinco principios espirituales y le dije:
- Martín, ¿has hecho todas estas cosas?
Él contestó:
- Sí, creo sinceramente que estoy comprometido con Cristo en estas áreas.
Yo le dije:
- Martín, adiós, que tengas un buen viaje.
Él vaciló y dijo:
- Pero tengo que escribir a 42 juntas misioneras.
Yo le dije:
- ¡No! Anda nomás.
Él dijo:
- Pero ese sólo es mi deseo.
- Entonces confía en que Dios fue quien plantó ese deseo. Vete de aquí.

Él se enlistó en una misión de fe y se inscribió para ir a Francia. Pusimos un letrero bien grande en nuestra iglesia que decía: “Martín Wolfe se va a Francia”. Recaudó todo el apoyo que necesitaba y ahora está sirviendo a Cristo, ¡en Canadá!

¿Qué sucedió? Una vez que se estableció que él era la persona indicada, no fue gran problema el lugar a donde iba. Él está en la ciudad de Montreal, trabajando con judíos de habla francesa. Él tenía la idea correcta; Dios tenía una ciudad diferente.

Esto trae a colación otro principio crucial. Imagínese tratando de virar y cambiar la dirección de un tractor estacionado. Tarea muy difícil. Se requerirían grúas y cadenas para siquiera moverlo. Pero una vez que está rodando, un vehículo que pesa 18.000 kilos no es difícil de controlar.

Una vez que Martín se puso en marcha, Dios tomó control del timón con los brazos fuertes de su voluntad y fue fácil. Supongo que Dios pudo haber transportado su grúa celestial, recogido y empujado a Martín en la dirección correcta, pero a él le gusta usar gente que ya se está moviendo.

Escuche este comentario sobre uno de los apóstoles más grandes: “Aconteció que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los santos que habitaban en Lida. Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico. Pedro le dijo: ‘Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama’. De inmediato se levantó, y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor” (Hech. 9:32-35).

Este relato emocionante registra que Dios usó a Pedro para sanar a un hombre enfermo y comenzar un avivamiento. ¡Qué experiencia bienaventurada la de servir en la voluntad del Señor! Y cuidadosamente insertado en este evento se encuentra un pequeño pensamiento sencillo: “…mientras Pedro recorría por todas partes”.

Pedro ya se estaba moviendo, estaba a la disposición de puertas que estuviesen abiertas. Entonces fue cuando Dios lo dirigió a Lida. Recuerde, Dios tiene ministerios abundantes para sus santos más ocupados.

En Génesis encontramos una ilustración fascinante de la misma verdad: “Diciendo: ‘¡Bendito sea el SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, que no apartó de mi señor su misericordia y su verdad! En el camino el SEÑOR me guió hacia la casa de los hermanos de mi Señor’” (Gen. 24:27). El siervo fue enviado por Abraham para encontrar una esposa para Isaac. Él ni siquiera sabía quién o qué estaba buscando. Pero estuvo involucrado en el servicio y el Señor se hizo cargo de resto.

Participe en la corriente dominante de lo que Dios está haciendo y deje que él lo guíe a esa voluntad perfecta.


Extraído del libro, La voluntad de Dios escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Mundo Hispano.


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