Si usted vive para sí mismo, nunca estará contento. Muchos de nosotros no experimentamos el contentamiento porque demandamos que nuestro mundo sea exactamente como nosotros queremos que sea. Queremos que nuestro cónyuge cumpla nuestras expectativas y agenda. Queremos que nuestros hijos se ajusten y cumplan un plan que ya teníamos preestablecido para ellos. Y queremos que todo lo demás esté en su perfecto lugar, en nuestro pequeño mueble en donde acomodamos cada elemento de la existencia.
Pablo oró para que los filipenses tuvieran una perspectiva diferente. Él comenzó su epístola a ellos con una oración para que el amor del uno por el otro abundara (Fil. 1:9); y también les dio este consejo práctico: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Fil. 2:3). Él quería que se olvidaran de ellos mismos al estar ocupados por el bienestar de los demás. Éste fue el ejemplo que les dio a ellos y a nosotros también:
“Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros, o filipenses, que al principio de la predicación del Evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádiva, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:14-19).
Aunque Pablo estaba seguro de la providencia de Dios, independiente de sus circunstancias, y fortalecido por el poder divino, él sabía cómo escribir una amable carta de agradecimiento. Él quería que los filipenses supieran que habían hecho algo noble cuando atendieron sus necesidades. Ellos eran una iglesia pobre de Macedonia (un área cuya pobreza es descrita en 2 Co. 8-9) que aparentemente mandó comida, ropa y dinero a Pablo a Roma por medio de Epafrodito. Su generosidad impresionó a Pablo.
Note lo que le hizo más feliz con respecto al regalo: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (Fil. 4:17). Él estaba más interesado en el beneficio espiritual de ellos que en su propia ganancia material. Estar cómodo, bien alimentado y satisfecho no eran las preocupaciones más importantes en la vida de Pablo. Él estaba interesado en acumular intereses eternos en las vidas de las personas que amaba. Aquí están los principios escriturales que se aplican:
Proverbios 11:24-25: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada, y el que saciare, él también será saciado”.
Proverbios 19:17: “A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”.
Lucas 6:38: “Dad, y se os dará”.
2 Corintios 9:6: “Pero esto digo: El que siembre escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”.
Pablo describió el regalo que él había recibido como “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Fil. 4:18). Él usó una imagen del Antiguo Testamento para decir: “No solo me lo dieron a mí, sino también se lo dieron a Dios”. Al principio de este pasaje, en el versículo 10, notamos qué feliz estuvo Pablo por recibir este regalo. Su gozo no era porque finalmente había recibido lo que él tanto esperaba (como vimos en el versículo 11, él amablemente menciona que no lo necesitaba), sino porque los filipenses le habían dado algo que honraba a Dios y se les acumularía para su beneficio espiritual.
Lo que ellos hicieron llevó a Pablo a decir al final: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (v. 19). Ése es uno de los versículos más citados en toda la Escritura, pero se debe poner en su contexto. Pablo estaba diciendo, “Ustedes me dieron en una forma que los dejó en necesidad. Les quiero asegurar que Dios no permanecerá en deuda. Él proveerá para sus necesidades”. Se refiere a las necesidades materiales del mundo sacrificadas por los filipenses que Dios les repondría generosamente en respuesta a su sacrificio.
Si en la misma manera, usted “honra a Jehová con tus bienes… y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Pro. 3:9-10), Dios no solo le dará bendiciones espirituales y no le dejará morir de hambre. Si está en Cristo, los bienes de Dios en gloria son suyos. Es por eso que, como aprendimos en el primer capítulo, no debemos estar preocupados por lo que comemos, bebemos o vestimos. Sino que debemos “buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia; y…no os afanéis” (Ma. 6:33-34).
Ataque la ansiedad en su vida aplicando lo que ha aprendido sobre el contentamiento. Tenga confianza en la providencia soberana de Dios; y no permita que las circunstancias le angustien. En vez de entrar en pánico, aférrese a la promesa de Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. Considere ese versículo como un sustento espiritual para el resto de su vida.
Resista también la tendencia de nuestra sociedad materialista y egoísta sintiéndose satisfecho con poco; y esté más preocupado por el bienestar espiritual de otros que por sus necesidades materiales. Sea obediente a la Palabra de Dios y esté seguro de Su poder para proveer todas sus necesidades. Que el Señor guarde todos estos principios en nuestras mentes para que estemos contentos – ¡y libres de la ansiedad!
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