John MacArthur
La última vez, vimos que una obra verdadera del Espíritu Santo exalta al verdadero Cristo. Hoy, continuaremos viendo otra señal de la obra del Espíritu. El siguiente material ha sido resumido, adaptado y compendiado de Marcas Distintivas de la Obra del Espíritu de Dios, por Jonathan Edwards.
Se opone a los intereses de Satanás
“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido, porque mayor es El que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye” (1 Juan 4:4-5).
Cuando el espíritu que está obrando opera contra los intereses del reino de Satanás, contra el pecado y contra los deseos del mundo –es una verdadera marca que es un espíritu verdadero y no falso.
Aquí hay una antítesis evidente. El apóstol está comparando a aquellos que son influenciados por dos espíritus opuestos, el verdadero y el falso. La diferencia es clara: uno es de Dios y vence al espíritu del mundo; el otro es del mundo y está obsesionado con las cosas del mundo. Al diablo se le llama: “aquel que está en el mundo”.
Aprendemos lo que el apóstol quiere expresar cuando dice “el mundo” o “las cosas del mundo” por sus propias palabras: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:15-16). Entonces, el apóstol evidentemente quiere decir que “el mundo” es todo lo que pertenece al interés del pecado. El término también alcanza todas las corrupciones y deseos de los hombres, también como todos los hechos y objetos mediante los cuales ellos se gratifican.
También podemos determinar con seguridad a partir de las palabras del apóstol, que aquello que disminuya la estima de las personas a los placeres, beneficios y honores del mundo; cualquier cosa que voltee sus corazones de la ansiosa búsqueda de estas cosas; cualquier cosa que los cautive en una preocupación dada sobre la eternidad y los lleve a buscar honestamente el reino de Dios y Su justicia; cualquier cosa que los convenza de lo espantoso de su pecado, la culpa que trae y la miseria a la cual los expone – debe ser el Espíritu de Dios.
No es de suponer que Satanás sea quien convence a los hombres de su pecado o el que despierta sus consciencias. De ninguna manera puede ayudar a su objetivo el hacer que la luz del Señor brille más fuerte. Por su propio interés, cualquier cosa que hace, busca sosegar la consciencia hasta dormirla y callarla. Tener el alma alerta tendería a obstruir y dificultar todos sus diseños de oscuridad. La consciencia despierta importunaría aún más sus aspiraciones, se opondría a sus intereses y lo inquietaría. ¿El diablo, tomaría tal curso cuando está a punto de establecer a las personas en el pecado? ¿Los haría más cuidadosos, inquisitivos y vigilantes para poder discernir lo que es pecaminoso y para evitar pecados futuros y para desconfiar más de las tentaciones del diablo?
El hombre que tiene una consciencia alerta es menos factible a ser engañado que cualquier otro hombre en el mundo; la consciencia entumecida, insensible y necia es más fácilmente cegada. El Espíritu que opera no puede ser el espíritu del diablo; Satanás no echa a Satanás (Mat. 12:25-26). Por lo tanto, si vemos a personas que son sensibles a la terrible naturaleza del pecado y a la condena de Dios contra el mismo, podemos concluir que esta preocupación, es del Espíritu de Dios.
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