Exhortación
El amor universal de Dios se manifiesta no sólo en la gracia común y Su gran compasión, sino también en su exhortación al arrepentimiento. Dios está advirtiendo constantemente a los condenados acerca de su destino inminente; y les pide que se alejen del pecado. Nada demuestra el amor de Dios más que las diversas advertencias a través de las páginas de la Escritura, que instan a los pecadores a huir de la ira venidera.
Cualquiera que sepa algo de las Escrituras sabe que están saturadas de advertencias sobre el juicio venidero, advertencias sobre el infierno y exhortaciones sobre la severidad del castigo divino. Si Dios realmente no amara a los condenados, nada le obligaría a exhortarles. Sería perfectamente justo si los castigara por su pecado e incredulidad sin advertencia alguna. Pero Él los ama, se preocupa y advierte.
Dios evidentemente ama a los pecadores lo suficiente como para hacerlo. A veces, las advertencias de la Escritura llevan las marcas de la ira divina. Suenan severas. Reflejan el odio de Dios por el pecado. Señalan la condena irreversible que caerá sobre los pecadores. Son inquietantes, desagradables, incluso aterradoras.
Pero son exhortaciones de un Dios amoroso que como hemos visto llora por la destrucción de los impíos. Son expresiones necesarias del corazón de un Creador compasivo que no se complace en la muerte de los malvados. Se trata de una prueba más de que Dios es amor.
La Promesa del Evangelio
Finalmente, vemos que el amor de Dios se extiende a todos en la promesa del Evangelio. Vimos anteriormente que la invitación del Evangelio es una promesa de misericordia divina. Consideremos ahora la amplitud ilimitada del ofrecimiento. Nadie está excluido de la invitación del Evangelio. La salvación en Cristo se ofrece libremente y de manera indiscriminada a todos.
Jesús contó una parábola en Mateo 22:2-14 acerca de un rey que estaba celebrando una fiesta de bodas para su hijo. Envió a sus siervos a invitar a los comensales. La Escritura dice simplemente: "mas éstos no quisieron venir" (v. 3). El rey envió a sus siervos nuevamente diciendo: "He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas." (v. 4). Pero incluso después de esa segunda invitación, los invitados no estaban dispuestos a presentarse. De hecho, la Escritura dice: "Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron." (vv. 5-6). ¡Este era un proceder vergonzoso, inexcusable! Y el rey los juzgó severamente por ello.
Entonces la Escritura dice que él le dijo a sus siervos: "Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis."(v. 9). Extendió la invitación a todos los interesados. Jesús concluye con lo siguiente: "Porque muchos son llamados, y pocos escogidos" (v. 14).
La parábola representa la relación de Dios con la nación de Israel. Ellos eran los invitados. Pero rechazaron al Mesías. Lo rechazaron, lo maltrataron y lo crucificaron. Ellos no quisieron venir -como Jesús les dijo:
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. (Juan 5:39-40)
El Evangelio invita a muchos a venir, que no están dispuestos a hacerlo. Muchos son los llamados que no son elegidos. La invitación a venir se da indistintamente a todos. Todos pueden venir, la invitación no es otorgada únicamente a los elegidos.
El amor de Dios por la humanidad no se detiene con una advertencia del juicio venidero. También invita a los pecadores a participar de la misericordia divina. Ofrece el perdón y la misericordia. Jesús dijo: "Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas "(Mateo 11:28-29). Y Jesús dijo: "El que a Mí viene, no le echo fuera" (Juan 6:37).
A partir de estos versículos, debería ser evidente que el Evangelio es un ofrecimiento gratuito de Cristo y Su salvación a todos los que escuchan. Los que niegan la promesa gratuita alteran por lo tanto la naturaleza del propio Evangelio. Y los que niegan que el amor de Dios se extiende a toda la humanidad, apagan parte de la verdad más bendita en todas las Escrituras acerca de Dios y Su misericordia.
El amor de Dios se extiende a todo el mundo. Cubre toda la humanidad. Lo vemos en la gracia común. Lo vemos en Su compasión. Lo vemos en Sus advertencias a los perdidos. Y lo vemos en la libre invitación del Evangelio a todos.
Dios es amor y Su misericordia está en todas Sus obras.
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