Aquellos que están familiarizados con mi ministerio saben que estoy comprometido a la predicación expositiva. Es mi convicción inquebrantable que la proclamación de la Palabra de Dios debe ser el eje y el enfoque del ministerio de la iglesia (2 Tim. 4:2). Y la predicación bíblica apropiada debe ser sistemática, expositiva, teológica y centrada en Dios.
Tal predicación estos días es escasa. Hay muchos comunicadores talentosos en el movimiento evangélico moderno, pero los sermones de hoy tienden a ser cortos, superficiales, homilías triviales que manipulan los egos de la gente y se enfocan en temas bastante insípidos como las relaciones humanas, vivir “exitosamente”, los problemas emocionales y otros temas prácticos pero mundanos – y definitivamente no bíblicos. Estos mensajes son livianos y sin sustancia, baratos y superficiales, que dejan una impresión poco más que temporal en las mentes de los oyentes.
Hace un tiempo fui anfitrión de un debate en el Instituto de Expositores; una disertación anual sobre la predicación que un grupo pequeño llevó a cabo en nuestra iglesia. En preparación para ese seminario, llevé papel y lapicero; y empecé a numerar los efectos negativos de la predicación superficial que son tan abundantes en el evangelicalismo moderno.
Inicialmente pensé que podría identificar unos diez, pero al final, había escrito una lista de sesenta y un consecuencias devastadoras. Las he resumido a quince, combinando y eliminando, salvo las más cruciales. Las entrego como una advertencia en contra de la predicación bíblica superficial y marginal – para ambos, aquellos quienes se paran detrás de un púlpito y para aquellos quienes se sientan en la congregación.
1. Usurpa la autoridad de Dios sobre el alma. Si un predicador proclama valientemente la Palabra de Dios o no, es en última instancia un tema de autoridad. ¿Quién tiene el derecho de hablar a la iglesia? ¿El predicador o Dios? Cuando algo reemplaza la predicación de la Palabra, la autoridad de Dios es usurpada. ¡Qué cosa más pedante! De hecho, es difícil poder concebir que un hombre llamado por Dios a predicar pueda hacer algo más insolente.
2. Elimina el señorío de Cristo de Su iglesia. ¿Quién es la cabeza de la iglesia? ¿Es Cristo realmente la autoridad de la enseñanza dominante en la iglesia? Si es así, ¿entonces por qué hay tantas iglesias en donde Su Palabra no es fielmente proclamada? Cuando vemos el ministerio contemporáneo, vemos programas y métodos que son el fruto de la invención humana, producto de opiniones y encuestas formuladas a los habitantes y otros artificios pragmáticos. Expertos en el desarrollo de iglesias han arrebatado en esencia el control del designio de la iglesia de su verdadera Cabeza, el Señor Jesucristo. Nuestros antepasados Puritanos resistieron la exigencia de las liturgias impuestas por el gobierno precisamente por esa razón: Ellos lo vieron como un ataque directo a la cabeza de Cristo sobre Su propia iglesia. Los predicadores modernos que desatienden la Palabra de Dios han cedido el terreno por el cual esos hombres pelearon y hasta incluso a veces murieron. Cuando Jesucristo es exaltado entre Su pueblo, Su poder es manifestado en la iglesia. Cuando la iglesia es dirigida por aquellos que hacen concesiones y quieren estar bien con la cultura, el Evangelio es minimizado, el verdadero poder se pierde, energía artificial debe ser producida y la superficialidad toma el lugar de la verdad.
3. Obstaculiza la obra del Espíritu Santo. ¿Cuál es el instrumento que el Espíritu usa para hacer Su obra? La Palabra de Dios. Él usa la Palabra como un instrumento de regeneración (1 Pedro 1:23; San. 1:18). También la usa como un medio de santificación (Juan 17:17). De hecho, es la única herramienta que Él usa (Ef. 6:17). Cuando los evangelistas abandonan la Palabra de Dios, socavan la obra del Espíritu Santo, produciendo conversiones superficiales y cristianos espiritualmente incapaces –o totalmente falsos.
4. Demuestra un orgullo espantoso y falta de sumisión. En el enfoque moderno del “ministerio”, la Palabra de Dios es deliberadamente minimizada, el reproche de Cristo es arteramente repudiado, la ofensa del Evangelio es cuidadosamente eliminada y la “adoración” es adaptada a las preferencias de los incrédulos. Eso es un rechazo a someterse al mandato bíblico de la iglesia. El descaro de pastores que siguen ese rumbo es, para mí, impresionante.
5. Distancia al predicador personalmente de la gracia santificadora habitual de la Escritura. El mayor beneficio personal que yo obtengo de la predicación es la obra que el Espíritu de Dios hace en mi propia alma conforme voy estudiando y preparando los dos mensajes expositores que doy cada domingo. Semana tras semana, la responsabilidad de la exposición cuidadosa, ayuda que mi corazón siga enfocado en las Escrituras; y la Palabra de Dios me nutre mientras me preparo para alimentar a mi rebaño. Soy personalmente bendecido y espiritualmente fortificado durante la tarea. Nunca abandonaría la predicación bíblica. El enemigo de nuestras almas acecha a los predicadores en particular; y la gracia santificadora de la Palabra de Dios es crítica para nuestra protección.
6. Confunde la verdadera profundidad y transcendencia de nuestro mensaje y por lo tanto trunca las adoraciones colectivas y personales. Lo que pasa como predicación en algunas iglesias hoy en día no es más profundo de lo que los predicadores en la generación de nuestros padres enseñaban en los sermones de cinco minutos a los niños antes de despedirlos. No es una exageración. A menudo es tan simplista o tan completamente infantil. No hay nada profundo en los mismos. Este enfoque hace que sea imposible el verdadero culto, porque la adoración verdadera es una experiencia trascendente. La adoración debe llevarnos por encima de lo mundano y simplista. Así que la única manera en la que la verdadera de adoración puede ocurrir es si primero aceptamos la profundidad de la verdad espiritual. Nuestra congregación sólo puede elevarse en la adoración en la misma proporción en la que la hemos llevado a las profundas verdades de la Palabra. No hay manera de que puedan tener elevados pensamientos de Dios a menos que los hayamos sumergido en las profundidades de la auto-revelación de Dios. Pero la predicación de hoy en día no es ni profunda ni trascendente. No se profundiza ni se eleva. Simplemente busca entretener.
Por cierto, la verdadera adoración no es algo que puede ser estimulado artificialmente. Una banda musical más numerosa, más ruidosa y música más sentimental pueden encender las emociones de las personas. Pero eso no es adoración genuina. La verdadera adoración es una respuesta del corazón a la verdad de Dios (Juan 4:23). En realidad se puede adorar sin música si usted ha visto las glorias y la profundidad de lo que la Biblia enseña.
7. Evita que el predicador desarrolle plenamente la mente de Cristo. Se supone que los pastores son pastores bajo Cristo. Muchos predicadores modernos están tan empeñados en comprender la cultura que desarrollan la mente de la cultura y no la mente de Cristo. Empiezan a pensar como el mundo y no como el Salvador. Francamente, los matices de la cultura mundana son prácticamente irrelevantes para mí. Quiero conocer la mente de Cristo y traer eso a la cultura, sin importar a qué cultura yo esté ministrando. Si yo voy a estar de pie en un púlpito y voy a ser representante de Jesucristo, quiero saber lo que Él piensa -y eso debe ser mi mensaje a Su pueblo también. La única manera de saber y proclamar la mente de Cristo es siendo fiel a estudiar y predicar Su Palabra. Lo que sucede con los predicadores que se obsesionan con "relevancia" cultural es que se convierten en mundanos, no piadosos.
8. Deprecia, mediante el ejemplo, la responsabilidad y prioridad espiritual del estudio personal de la Biblia. ¿Es importante el estudio personal de la Biblia? Por supuesto. ¿Pero qué ejemplo está dando un predicador cuando descuida la Biblia en su propia predicación? ¿Por qué pensaría la gente que se necesita estudiar la Biblia si el predicador no la estudia de manera sensata en la preparación de sus sermones? Hay un movimiento entre algunos en el ministerio que fragmenta, lo más que se pueda, toda referencia explícita de la Biblia en el sermón – sobre todo, nunca pida a las personas que examinen un pasaje específico de la Escritura porque eso hará que se sientan incómodos los que “buscan”. Algunas iglesias desalientan activamente a su congregación de traer sus Biblias porque puede intimidar a los que “buscan”. ¡Como si fuera peligroso darle a la congregación la impresión que la Biblia es importante!
9. Detiene al predicador de ser la voz de Dios en cada asunto de su tiempo. Jeremías 8:9 dice: “Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados; he aquí que aborrecieron la palabra de Jehová; ¿y qué sabiduría tienen?” Cuando yo hablo, quiero ser el mensajero de Dios. No estoy interesado en explicar lo que algunos psicólogos, gurúes de negocios o profesor de la universidad tienen que decir sobre un tema. Mi congregación no necesita mi opinión; ellos necesitan escuchar lo que Dios tiene que decir. Si predicamos como nos manda la Escritura, no debería haber duda acerca de quién es el mensaje que se está predicando desde el pulpito.
10. Genera una congregación que es débil e indiferente a la gloria de Dios así como su pastor. Tal predicación fomenta personas absorbidas en su propio bienestar. Cuando se les dice a las personas que el ministerio esencial de la iglesia es componer cualquier cosa que está mal en esta vida –satisfacer sus necesidades, ayudarles a enfrentar sus decepciones mundanas, etc. – el mensaje que se da es que sus problemas mundanos son más importantes que la gloria de Dios y la majestad de Cristo. De nuevo, eso destruye la verdadera adoración.
11. Despoja a la gente de su único verdadero recurso de ayuda. Las personas a quienes se les enseña con la predicación superficial se vuelven dependientes del ingenio y la creatividad del predicador. Cuando los predicadores enfatizan sus sermones con luces y humo, videos y comedias, el mensaje que ellos dan es que no hay nada que las personas en la congregación puedan obtener sin su ayuda. Estas cosas crean una clase de mecanismo de dispensación que la gente no puede usar para servirse ellos mismos. Entonces, se convierten en haraganes que sólo quieren ser entretenidos; y cualquier contenido espiritual superficial que reciben de la actuación semanal del predicador es todo lo que recibirán. No tienen un interés particular en la Biblia porque los sermones que escuchan no promueven eso. Son asombrados por la creatividad del predicador y manipulados por la música; y eso pasa a ser toda su perspectiva de la espiritualidad.
12. Anima a la gente a ser indiferente a la Palabra de Dios y la autoridad divina. Como era de esperar, en una iglesia donde se abandona la predicación de las Escrituras, se hace imposible que la gente se someta a la autoridad de la misma. El pastor que siempre apunta a suplir las necesidades que la gente siente y acaricia la vanidad de las personas mundanas, no tiene ninguna plataforma desde la cual hacer frente al hombre que quiere divorciarse de su esposa sin fundamento. El hombre dirá: "Usted no entiende lo que siento. Yo he venido aquí porque usted prometió satisfacer mis necesidades emocionales. Y le digo que ya no quiero vivir con esta mujer." No se puede introducir autoridad bíblica a eso. Ciertamente, no le será fácil buscar la disciplina eclesiástica. Ése es el monstruo que genera la predicación superficial. Pero si usted va a tratar de lidiar con el pecado y aplicar cualquier tipo de principio de autoridad para que la iglesia permanezca pura, debe estar predicando la Palabra.
13. Engaña a la gente acerca de lo que verdaderamente necesitan. En Jeremías 8:11, Dios condena a los profetas que sanaban las heridas de la gente superficialmente. Ese versículo se aplica poderosamente a los pastores que colman tantos púlpitos evangélicos prominentes de hoy en día. Ellos omiten las verdades espinosas sobre el pecado y el juicio. Bajan el tono de las partes ofensivas del mensaje de Cristo. Ellos mienten a las personas acerca de lo que en verdad necesitan, prometiéndoles “satisfacción” y bienestar mundano; cuando lo que la gente verdaderamente necesita es una visión exaltada de Cristo y un verdadero entendimiento de la magnificencia de la santidad de Dios.
14. Despoja al púlpito de su poder. "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Todo lo demás es impotente, dando solamente una ilusión de poder. La estrategia humana no es más importante que la Escritura. La habilidad del exhibicionista para atraer a la gente no debe impresionarnos más que la habilidad de la Biblia de transformar vidas.
15. Pone la responsabilidad de cambiar a las personas sobre la astucia del predicador. Los predicadores que buscan un enfoque moderno para el ministerio deben pensar que tienen el poder de cambiar a las personas. Eso, también, es una expresión pavorosa del orgullo. Nosotros, como predicadores, no podemos salvar a las personas; y no las podemos santificar. No podemos cambiar a la gente con nuestras ideas, nuestra astucia, por entretenerlos o por complacer sus caprichos, deseos y ambiciones. Solamente hay Uno que puede cambiar a los pecadores. Es Dios; y Él lo hace por Su Espíritu a través de Su Palabra.
Entonces, los pastores deben predicar la Palabra, aunque ahora no esté de moda hacerlo (2 Timoteo 4:2). Es la única forma en que su ministerio podrá ser verdaderamente fructífero. Asimismo, asegura que serán fructíferos en el ministerio, porque la Palabra de Dios nunca regresa a Él vacía; siempre logra aquello por lo que Él la envía y prospera en lo que Él la envía a hacer (Isa. 55:11).
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