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En una cultura cada vez más secular e impía, muchos cristianos se preguntan acerca de su rol y deber. ¿Deberíamos presionar por los derechos que tradicionalmente nos han pertenecido? ¿Deberíamos hacer todo lo posible para poner en práctica una agenda cristiana? ¿Deberíamos reformar totalmente el gobierno? La Biblia habla claramente acerca de nuestro deber; y todo es acerca de dominar nuestro carácter.

Hace más de un cuarto de siglo, el apologista y pensador cristiano Francis Schaeffer hizo la pregunta: "¿Entonces, cómo debemos vivir?" en su excelente libro del mismo título. La relevancia de esta pregunta no ha cambiado. En todo caso, sólo se ha hecho más apremiante para los creyentes en los albores de un nuevo siglo y milenio.

La sociedad ha ido en picada hacia males cada vez peores, el libertinaje, la violencia y la corrupción; y fuera de la iglesia, el paisaje parece lleno de "bárbaros modernos". La tentación para los creyentes de saltar a la palestra cultural como reformadores sociales/políticos santurrones y moralizadores condescendientes es fuerte. Todo mientras que los activistas cristianos autoproclamados se olvidan o ignoran su verdadera misión en el mundo y relegan por completo la respuesta a la pregunta de Schaeffer -una respuesta que la Palabra de Dios explica con claridad.

A pesar de lo noble que un deseo por reformar la sociedad pueda ser; y lo mucho que pueda conmover las emociones cuando implica la "justicia" de una causa política, esas actividades no deben ser las principales prioridades de los cristianos. Dios no demanda que la iglesia influencie la cultura mediante la promoción de leyes y decisiones judiciales que promuevan el punto de vista de la Escritura. Tampoco tolera cualquier tipo de activismo radical que evite las obligaciones tributarias, desobedezca o solicite la remoción de funcionarios del gobierno con los que no estamos de acuerdo o pase una gran cantidad de tiempo haciendo campaña para una lista llamada “cristiana” de candidatos.

La iglesia realmente cambiará la sociedad para mejor sólo cuando la principal preocupación de los creyentes sea su propia madurez espiritual; lo que significa vivir de una manera que honre los mandamientos de Dios y glorifique Su nombre. Esta preocupación incluye de manera inherente un conocimiento firme en la Escritura y la comprensión de que su principal mandato para nosotros es conocer a Cristo y anunciar su Evangelio. Una actitud piadosa junto con una vida piadosa hace que el mensaje de salvación del Evangelio sea creíble para los inconfesos. Si decimos que somos salvos, pero todavía transmitimos actitudes orgullosas, sin amor hacia los perdidos, nuestra predicación y enseñanza serán ignoradas o rechazadas -no importa cuán doctrinalmente ortodoxas o políticamente inteligentes y persuasivas.

El Nuevo Testamento es muy claro acerca de cómo debemos aceptar y vivir nuestra misión primordial en una sociedad pagana. Un ejemplo de ello está en Tito 3.

Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres (vv. 1-2).

Observe que Pablo se limitó a seguir el modelo del Señor y no gastó tiempo y energía amonestando a los creyentes sobre la manera de reformar las prácticas idólatras, inmorales y corruptas de la cultura pagana. El apóstol tampoco llamó a los creyentes a ejercer la desobediencia civil para protestar contra las leyes injustas del Imperio Romano o los castigos crueles. En cambio, su petición fue que los cristianos proclamen el Evangelio y vivan vidas que den una clara evidencia de su poder transformador.

Aunque no lo crea, los cristianos tienen obligaciones para con una sociedad pagana. Cuando usted vive como Dios quiere en una cultura no creyente, el Espíritu Santo usa su vida para llamar al pecador paliando su actitud hacia Él (compare 1 Pedro 2:12).

 

Ser sumiso y obediente

Las dos primeras obligaciones – sumisión al gobierno y obediencia a toda autoridad humana – las he combinado en un solo título, ya que están estrechamente relacionadas. Ellos son sólo un recordatorio más de que los cristianos tienen ciertos requisitos de actitud y conducta en relación con sus líderes seculares. Dichos recordatorios reiteran la idea de que los creyentes no están exentos de seguir las leyes y directivas civiles, a menos que tales órdenes contradigan la Palabra y voluntad de Dios (ver Hechos 4:18-20, 5:40-42). Esa doble indicación también nos da la premisa bíblica a partir de la cual deben fluir todas las demás acciones públicas.

 

Estar preparado para buenas obras

Nuestro tercer deber importante para con la sociedad es tener una buena disposición "para toda buena obra." Aquí el apóstol Pablo no se refiere al cumplimiento mínimo, reacio a hacer lo que ya sabemos que es correcto, sino a una voluntad sincera y corazón listo para hacer buenas obras para todos, a medida que tengamos la oportunidad. No importa cuán antagónica la gente que nos rodea sea, debemos ser sus siervos amables cuando sus vidas se crucen con las nuestras. "Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:10).

Dios quiere que seamos reconocidos por lo que podríamos llamar "bondad consistente y agresiva" - buenas obras hechas por amor al Señor y amor a los demás.

 

Ser respetuoso al hablar

A continuación, tenemos el deber bíblico de no difamar a nadie, ni siquiera a aquellos incrédulos que son más antagónicos de los valores bíblicos. Tito 3:2 comienza con el mandato de Pablo de no difamar a nadie y se refiere a maldecir, difamar y tratar con desprecio. De hecho, de la palabra griega traducida como "difamar" deriva la palabra blasfemia. Nunca podemos utilizar dicha expresión por un motivo justo.

Es triste que muchos creyentes hablen hoy en día con desprecio de los políticos y otras figuras públicas. Cuando lo hacen, en realidad manifiestan un desprecio fundamental de su responsabilidad para con la autoridad y obstaculizan el plan redentor de Dios. En otra de las cartas pastorales de Pablo, él nos exhorta a orar por la salvación de todos, incluso aquellos que ocupan cargos oficiales de autoridad (1 Timoteo 2:1-4).

 

Ser amable y manso

Pablo continúa en el versículo 2 mencionando dos responsabilidades cristianas más. En primer lugar, nos recuerda que debemos ser amables y no contenciosos con los perdidos, no agresivos y pendencieros. En el impío mundo postmoderno que vivimos, es fácil condenar a aquellos que contribuyen a la desaparición de la cultura y descartarlos como pecadores corruptos que nunca van a cambiar.

Si el amor de Dios por el mundo era tan amplio e intenso que Su hijo murió por una multitud de pecadores (Juan 3:16), ¿cómo podemos nosotros, que hemos recibido la gracia redentora, ser duros e indiferentes con los que aún no la han recibido? Hasta que a Dios le plazca salvar a un individuo, él o ella van a comportarse como incrédulos; y está mal que nosotros, mientras tanto, los tratemos con desprecio por actuar de acuerdo a su naturaleza.

En segundo lugar, Pablo nos recuerda que debemos ser "mansos", una palabra que en griego significa ser justo, moderado y tolerante con los demás. Algunos han traducido este término "razonabilidad dulce", una definición que denota una actitud que no guarda rencor, pero da a otros el beneficio de la duda.

 

Ser considerado para con los demás

La responsabilidad definitiva en la lista de recordatorios del apóstol Pablo a los creyentes es que ellos deben estar "mostrando toda consideración para con todos los hombres." (v. 2). La palabra traducida como "consideración" siempre tiene un significado del Nuevo Testamento de genuina preocupación por los demás.

La Escritura describe claramente a Jesús como Aquel supremamente caracterizado por la humildad o consideración por todo el mundo - el mismo rasgo que debe identificar a Sus seguidores. Jesús usó la palabra para describirse a sí mismo cuando dijo a sus seguidores: "Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:29, énfasis añadido).

En nuestro trato con los no creyentes, deberíamos mostrar ese tipo de actitud, como el apóstol Pedro también escribió: "santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15).

Una consideración honesta, sincera por todos los hombres es fundamental para nuestro andar cristiano en una sociedad pagana.

Nuestro deber a medida que nos relacionamos con una cultura cada vez más secular e impía no es presionar en favor de determinados derechos, implementar una agenda cristiana o reformar el gobierno. Más bien, Dios quiere que nosotros continuamente recordemos las instrucciones de Pablo a Tito y las vivamos a medida que tratamos de demostrar Su poder y gracia que puede regenerar pecadores. Cambiar los corazones de la gente una persona a la vez es la única manera de lograr un cambio significativo y duradero en nuestras comunidades, nuestra nación e incluso el mundo entero.

 

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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