Como cristianos en los Estados Unidos, es fácil quedar atrapado en medio del fervor político. Incluso puede ser tentador pensar que la legislación es la clave para resolver los problemas morales que abundan en la sociedad estadounidense. Pero, ¿es esa la perspectiva correcta? John MacArthur aborda este importante tema y señala la respuesta bíblica.
Hubo un tiempo (en los días de nuestros antepasados puritanos), cuando casi todas las personas en los Estados Unidos reconocían a los Diez Mandamientos como la piedra angular de la ética y la moral. Hoy en día, la mayoría de los estadounidenses ni siquiera puede señalar a tres de los Diez.
También hubo una época (hace no mucho tiempo) en la que los norteamericanos desaprobaban de manera universal la homosexualidad, el adulterio y el divorcio; creían que la promiscuidad sexual estaba mal; consideraban inapropiado el lenguaje obsceno; veían al aborto como algo impensable; y esperaban que los funcionarios públicos cumplieran con altos estándares morales y éticos. Hoy en día, la mayoría de las conductas que la sociedad una vez consideraba como comportamiento inmoral, son defendidas como un derecho civil inalienable.
¡Cómo han cambiado los tiempos y la cultura! La fuerte influencia cristiana y los estándares bíblicos que determinaron la cultura occidental y la sociedad estadounidense hasta fines del siglo XIX han sido sustituidos por el ateísmo práctico y el relativismo moral. Los pocos vestigios del cristianismo en nuestra cultura son como mucho débiles y temporizados; y para una sociedad cada vez más pagana, son de culto y bizarros.
En menos de cincuenta años, los líderes políticos de nuestra nación, los cuerpos legislativos y las cortes han adoptado una actitud y una agenda claramente anticristiana. El país ha eliminado la visión cristiana del mundo y de sus principios en nombre de la igualdad de derechos, la política que sea considerada, la tolerancia y la estricta separación entre la Iglesia y el Estado. Tremenda inmoralidad -incluyendo la homosexualidad, el aborto, la pornografía y otros males- ha sido aprobada no sólo por la sociedad en general, sino de hecho también por el gobierno. Una parte de nuestros impuestos se utiliza ahora para financiar los programas y los organismos gubernamentales que participan activamente en la promoción descarada de varias prácticas inmorales.
¿Qué deben hacer los cristianos al respecto?
Muchos piensan que esto es un problema político que no se puede resolver sin una estrategia política. Durante los últimos veinticinco años, cristianos bien intencionados han fundado varias organizaciones evangélicas activistas y han invertido millones de dólares en un esfuerzo por utilizar los medios de la política -gestiones, legislación, demostraciones y boicot- para contrarrestar el derrumbe moral de la cultura americana. Vierten su energía y otros recursos en esfuerzos para congregar un movimiento político "cristiano" que luche contra la cultura anticristiana imperante.
Pero, ¿es esa una perspectiva correcta? Creo que no. La decadencia moral de los Estados Unidos es un problema espiritual, no político; y su solución es el Evangelio, no la política partidista.
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