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Si ha sido padre por un tiempo, no debe ser una sorpresa que su hijo vino al mundo con una habilidad insaciable para el mal. Incluso antes de nacer, el pequeño corazón de su bebé estaba programado para el pecado y el egoísmo. La inclinación hacia la depravación es tal que, si se le da rienda suelta, cada bebé tiene el potencial de convertirse en un monstruo.

El pecado original es la doctrina bíblica que explica la inclinación pecaminosa de su hijo. Significa que los niños no llegan al mundo buscando a Dios y Su justicia. Ni entran al mundo con una inocencia neutral. Llegan al mundo buscando cumplir sus deseos pecaminosos y egoístas. La Escritura también enseña una doctrina llamada depravación total, que se refiriere a la extensión del pecado original. Aunque la obra de la naturaleza pecaminosa no necesariamente alcanza la expresión total en la conducta de todos, no obstante se llama depravación total porque no hay un aspecto de la personalidad, carácter, mente, emociones o voluntad humana que esté libre de la corrupción del pecado o inmune a las seducciones del mismo.

Dicho francamente, el pecado no se aprende – es una disposición innata. Sus hijos obtuvieron su naturaleza pecaminosa de usted, usted la obtuvo de sus padres, sus padres la obtuvieron de sus padres y así sucesivamente, hasta llegar a Adán. En otras palabras, la caída de Adán manchó toda la raza humana con el pecado. Ambos, la culpabilidad y la corrupción del pecado son universales. El apóstol Pablo escribió: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). “Por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres” (v. 18), significando que hemos heredado la culpabilidad del pecado. Y “porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (v. 19), significando que hemos heredado la corrupción del pecado. Nadie está exento. Nadie nace verdaderamente inocente.

Eso significa que dejados a ellos mismos, sus hijos buscarán un rumbo de pecado. Y dejados enteramente a ellos mismos, no hay ninguna maldad de la que ellos no sean capaces. Usted encontrará esto difícil de aceptar, especialmente cuando los ve recién nacidos. Los bebés parecen ser el epítome de inocencia casta, preciosa e infantil. Pero no deje que esas mejillas bonitas, arrullos alegres y ojos brillantes lo engañen – ¡esos niños son una versión en miniatura de usted! La depravación que vive en sus corazones está solamente esperando la oportunidad de expresarse.

¿Entonces, cómo deberían impactar las doctrinas del pecado original y la depravación total en la crianza de sus hijos? Antes de responder a eso, permítame que le enseñe tres técnicas de crianza de los hijos que son incorrectas.

 

Trampa #1: Enfocarse en la conducta

Muchos padres se apartan al enfocar todos sus esfuerzos en controlar el comportamiento de sus hijos. Tenga cuidado. Si usted concentra toda su energía en corregir el comportamiento externo o impedir la mala conducta con amenazas de disciplina, puede estar entrenando a un hipócrita.

Yo he visto eso suceder repetidamente. Conozco a padres cristianos que piensan que la forma de criar a sus hijos es exitosa porque ellos han enseñado a sus hijos a ser corteses, a responder “Sí, Señor” y “No, Señora” y a hablar con adultos cuando ellos les hablan. Mientras esa clase de control de conducta puede parecer obrar maravillas por un tiempo (especialmente cuando sus padres están cerca), no se dirige a la raíz del problema de la depravación. La conducta pecaminosa es un síntoma de un corazón pecaminoso.

 

Trampa #2: Enfocarse en el ambiente

Otros padres tratan de controlar el ambiente de sus hijos. Ellos intentan crear una burbuja en donde sus hijos estén aislados de las malas influencias. Restringen la exposición de sus hijos a la televisión, prohíben la música popular en sus hogares y a veces prohíben el contacto con hijos cuyos padres probablemente no comparten la misma filosofía de crianza de los hijos.

A pesar de que sí creo que uno debe proteger a sus hijos de experimentar lo malo, usted debe enseñarles a ser sabios y a discernir cuando se enfrenten con la maldad. Ellos no aprenderán esas lecciones si están completamente aislados. El enfoque de la aislación solamente produce niños ingenuos que son crédulos y vulnerables, indefensos en este mundo.

Por más que lo intente, usted no podrá aislar a sus hijos por siempre. Cuando llegue el día en el que ellos se aventuren en este mundo, necesitarán tener la habilidad de discernir y la sabiduría para detectar y resistir las tentaciones del diablo y del mundo. Si usted escoge protegerles de un mal ambiente, está ignorando al enemigo en ellos – un corazón depravado. Pero si gana el corazón, gana al hijo.

 

Trampa #3: Enfocarse en la auto-estima

Un enfoque prevaleciente hoy en día es edificar la auto-estima de su hijo. Ese método asume que si un hijo se ve a él mismo como alguien bueno, noble y maravilloso, no solo se comportará mejor, sino que también tratará mejor a los demás. Este método transforma la autoestima en una virtud.

La verdad es que mucho del esfuerzo moderno por encender la auto-estima de los hijos es simplemente tirarle gasolina al fuego. Alienta a los hijos que ya son egoístas a pensar que están justificados en hacer su propia voluntad. Como padre, le hace pensar que debe condescender al hijo, sin importar qué, porque el hijo tiene el derecho a expresarse libremente, para que se sienta bien consigo mismo. Todo eso solo escala a un comportamiento fuera de control y alimenta las peores tendencias de la depravación humana. ¿Quiere asegurarse que su hijo va a ser un delincuente? Alimente su auto-estima y después acreciente el problema rehusando corregirle cuando esté equivocado.

La auto-estima está basada en una perspectiva no bíblica que niega el pecado original y la doctrina de la depravación total. La Biblia no tiene nada positivo que decir sobre la autoestima, el amor propio o cualquier otra variedad de egoísmo. Le enseña a su hijo a negarse a sí mismo, no a amarse a él mismo (Lucas 9:23).

 

El enfoque correcto: Apuntar al corazón

Hay un solo remedio para la depravación innata de su hijo: un nuevo nacimiento – la regeneración. Como Jesús dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es…‘Os es necesario nacer de nuevo’” (Juan 3:6-7). “Nacido de la carne” con una tendencia pecaminosa, su hijo no tiene el poder de librarse él mismo de la esclavitud del pecado. No tiene al Espíritu Santo y entonces no tiene la capacidad de agradar a Dios u obedecerle de corazón (cp. Ro. 8:7-8). Hasta que sus hijos no hayan nacido de nuevo, están muertos en sus “delitos y pecados” (Ef. 2:1).

Entonces, su primera prioridad como padre es de ser un evangelista en su hogar. Usted necesita enseñarles a sus hijos la ley de Dios, enseñarles su necesidad de un Salvador y dirigirlos hacia Jesucristo como el único que los puede salvar. Si ellos son criados en su hogar sin una conciencia aguda de su necesidad de salvación, usted ha fallado como padre en su más importante trabajo como líder espiritual. Enséñeles el Evangelio y pida a Dios que haga Su obra soberana de regeneración.

Una palabra de advertencia sobre eso – si usted trata de forzar, obligar o manipular a sus hijos a una profesión de fe, usted los podría presionar a hacer una profesión falsa. El nuevo nacimiento es una obra del Espíritu Santo; y la salvación de sus hijos es una cuestión que básicamente debe ser resuelta entre ellos y Dios.

No oriente la crianza de sus hijos enfocándose en los síntomas en vez del corazón. Si usted intenta modificar el comportamiento de sus hijos, aislarlos o fortalecer su autoestima, no solo exacerbará el problema, también fracasará en ver lo esencial. Pero si usted les enseña sobre su pecado y la necesidad de un Salvador; y si usted vive una vida que modela lo que usted les está enseñando a ser, puede poner su esperanza en la gracia de Dios para la salvación de sus hijos.

 

 

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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