El Nuevo Testamento enfatiza repetidamente la importancia de las asambleas locales. De hecho, era el patrón del ministerio de Pablo para establecer congregaciones locales en las ciudades donde predicó el Evangelio. Hebreos 10:24-25 ordena a cada creyente a ser parte de dicho organismo local y revela por qué esto es necesario.
"Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca." (Hebreos 10:24-25).
Es sólo en el cuerpo local con el que uno se compromete, que puede haber el nivel de intimidad que se requiere para estimular solícitamente a hermanos en la fe "al amor y a las buenas obras." Y sólo en este contexto podemos animarnos los unos a los otros.
El Nuevo Testamento también enseña que cada creyente debe estar bajo la protección y el cuidado de los líderes de la iglesia local. Estos hombres piadosos pueden pastorear al creyente mediante el aliento, el consejo y la enseñanza. Hebreos 13:7 y 17 nos ayuda a comprender que Dios ha concedido por Su gracia la rendición de cuentas por nosotros mediante el liderazgo piadoso.
Además, cuando Pablo le dio a Timoteo instrucciones especiales sobre las reuniones públicas, dijo: "Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza" (1 Timoteo 4:13). Parte del énfasis en la adoración pública incluye estas tres cosas: escuchar la Palabra, ser llamado a la obediencia y a la acción a través de la exhortación y la enseñanza. Es sólo en el contexto de la asamblea local que estas cosas pueden realizarse de la manera más eficaz.
Hechos 2:42 nos muestra lo que la iglesia primitiva hizo cuando se reunieron: "Ellos perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones." Aprendían la Palabra de Dios y las consecuencias de la misma en sus vidas, se juntaban para llevar a cabo actos de amor y servicio a los otros, conmemoraban la muerte y resurrección del Señor a través del partimiento del pan, y oraban. Por supuesto, podemos hacer estas cosas de forma individual, pero Dios nos llamó a Su cuerpo -la iglesia es la representación local de ese cuerpo en el mundo- y debemos ministrar y ser ministrados en medio del pueblo de Dios con gozo.
La membrecía activa en la iglesia local es imprescindible para vivir una vida sin concesiones. Es sólo a través del ministerio de la iglesia local que un creyente puede recibir el tipo de enseñanza, responsabilidad y estímulo que son necesarios para que se mantenga firme en sus convicciones. Dios ha ordenado que la iglesia proporcione el tipo de ambiente en el que una vida sin concesiones pueda prosperar.
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