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Uno de los temas favoritos de la agenda evangélica en estos días es la forma en que la iglesia debe "participar de la cultura." ¿Deben los cristianos imitar los aspectos groseros de una civilización que está en rápida decadencia para seguir siendo "importante"? Algunos evidentemente piensan que sí.

Continuamos escuchando de parte de estrategas y líderes de iglesias evangélicas perspicaces que los cristianos tienen que estar más en sintonía con la cultura contemporánea.

Sin duda, ha escuchado los argumentos: Tenemos que sacar al mensaje de la botella. No podemos ministrar eficazmente si no hablamos el idioma de la contracultura contemporánea. Si no hacemos vernáculo al Evangelio, si no contextualizamos la iglesia y reinventamos el cristianismo para cada generación sucesiva, ¿cómo podemos llegar a los jóvenes? Por encima de todo, tenemos que estar en sintonía con los tiempos.

Estos argumentos han sido destacados hasta el punto de que hoy muchos evangélicos parecen pensar que estar fuera de estilo es casi la peor amenaza imaginable para la expansión del Evangelio y la influencia de la iglesia. En realidad, no les importa si son mundanos. Ellos simplemente no quieren que se los vea como que no están a la moda.

Esa manera de pensar ha existido por lo menos desde que el modernismo comenzó su ataque agresivo contra el cristianismo bíblico en la época victoriana. Durante medio siglo o más, la mayoría de los evangélicos resistieron el empuje pragmático del argumento modernista, creyendo que era una filosofía fundamentalmente mundana. Tenían conocimiento bíblico suficiente como para darse cuenta de que "la amistad del mundo es enemistad con Dios. Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Santiago 4:4).

Pero la corriente principal del movimiento evangélico renunció a la lucha contra la mundanalidad hace medio siglo; y luego capituló completamente al pragmatismo hace apenas un par de décadas. Después de todo, la mayoría de las mega-iglesias más conocidas que saltó a la fama después de 1985 se construyó en base a una filosofía pragmática de dar a la gente "sin iglesia" lo que fuera necesario para que se sientan cómodos. ¿Por qué iba alguien a criticar lo que "funciona"?

Iglesias enteras se han sumergido deliberadamente en "la cultura" - por lo que en realidad quieren decir "lo que el mundo ama en ese momento." Ahora tenemos una nueva generación de iglesias de moda cuyos predicadores pueden recitar referencias de cada ícono popular, cada gesto insignificante, cada moda de mal gusto y todas las tendencias insulsas que capturan la imaginación caprichosa de la mente secular postmoderna.

Predicadores mundanos parecen desviarse para exponer su experiencia carnal -incluso en sus sermones. En nombre de conectarse con la "cultura", quieren que su gente sepa que han visto todos los últimos programas de MTV, se han familiarizado con todos los temas clave de "South Park", han aprendido las letras de un sinnúmero de canciones rap y heavy metal y han visto quién sabe cuántas películas calificadas como “solo para adultos”. Ellos parecen conocer por completo cada novedad. Han adoptado tanto el estilo como el lenguaje del mundo - incluyendo el uso profuso de lenguaje que solía ser considerado inapropiado en una sociedad educada, aún peor en el púlpito. Quieren encajar en el mundo y parece que se están sintiendo muy a gusto.

Mark Driscoll es uno de los representantes más conocidos de ese tipo de pensamiento. Es un comunicador muy eficaz - un hombre brillante, ingenioso, listo, divertido, profano, deliberadamente escandaloso. Su soteriología es puntualmente correcta, pero eso sólo hace que su afición por los aspectos vulgares de la sociedad contemporánea sea más alarmante.

Driscoll ministra en Seattle, cuna de la música "grunge" y el corazón de la subcultura en constante cambio asociada a ese movimiento. El estilo y lenguaje único de Driscoll podrían acertadamente ser etiquetados como "post-grunge". Su lenguaje - incluso en sus sermones - es deliberadamente crudo. Él es tan conocido por usar lenguaje profano que en Blue Like Jazz (p. 133), Donald Miller (autor popular e ícono del movimiento "Iglesia Emergente", quien habla de Driscoll con la mayor admiración) le apodó "Mark, el pastor que dice palabrotas".

No sé cómo es el lenguaje de Driscoll en una conversación privada, pero he escuchado varios de sus sermones. Para ser justo, él no utiliza el tipo de improperios que la mayoría de la gente escucha hoy en día. Aún así, es adecuado describir tanto su vocabulario como a veces sus temas como de mal gusto, indecentes, groseros y totalmente inadecuados para un ministro de Cristo. En cada mensaje que escuché, al menos una vez se desvió hacia un territorio que claramente debe quedar fuera de los límites del púlpito.

Algunas de las cosas de las que Driscoll habla libremente y con frecuencia implican palabras y temas que preferiría ni siquiera mencionar en público; por lo que no voy a citar o describir las partes objetables. Además, el tema ya ha sido discutido y analizado en varios blogs. A principios de este año, Tim Challies citó un ejemplo típico de la frivolidad vulgar de Driscoll de Confessions of a Reformission Rev. Los sermones que escuché también incluyeron varios de las series de Driscoll "Vintage Jesus", incluyendo el que Phil Johnson criticó en octubre.

Lo que quiero destacar no es el lenguaje de Driscoll en sí mismo, sino la filosofía que asume que la sociedad puede seguir el camino de Romanos 1 como una forma válida de "involucrarse con la cultura." Es posible quedar sobreexpuestos al lado oscuro de nuestra cultura. Yo no creo que nadie pueda sobrevivir la inmersión total en el entretenimiento de hoy en día y permanecer espiritualmente saludable.

Seamos realistas: Muchas de las modas más populares del mundo son tóxicas y lo son cada vez más a medida que nuestra sociedad desciende aún más en su muerte espiritual. Es como una toxicidad radiactiva, en el sentido de que mientras que los que se sumergen en ella no puede notar sus efectos de inmediato, no obstante no pueden escapar de lo inevitable, la contaminación que destruye el alma. Y ¡ay de los que se sientan cómodos con los caprichos pecaminosos de la sociedad secular! El último versículo de Romanos 1 condena expresamente a los que "habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican."

Incluso cuando uno se une con esa mundanidad teniendo una buena teología sistemática y una vigorosa defensa de la expiación sustitutiva, la solidez de la doctrina teórica no santifica la maldad de la vida práctica. Sucede lo contrario. La doctrina bíblica sólida es minimizada y ridiculizada si no somos hacedores de la Palabra, así como maestros de la misma.

Podríamos aprender del ejemplo de Pablo, que se enfrentó a los filósofos en el Areópago. Pero lejos de aceptar su cultura, la rechazó. Hechos 17:16 dice: "Mientras Pablo los esperaba [Silas y Timoteo] en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría."

Cuando Pablo habló a la cultura, no adoptó la escatología griega para mostrar cuán a la moda podía estar. Se limitó a declararles la verdad de la Palabra de Dios en un lenguaje sencillo. Y no todos sus oyentes paganos estaban contentos con eso (v.18). Eso es de esperar. Jesús dijo: "Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece" (Juan 15:18 -19).

Incluso la oración sacerdotal de Jesús incluyó una descripción detallada de la relación adecuada del cristiano con el mundo y actitud para con él: "Yo les he dado Tu palabra, y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo" (Juan 17:14 -16).

Cuando Jesús habló de los creyentes en el mundo, dijo que si somos fieles, el mundo será un lugar de hostilidad y persecución, no es una zona de confort. También siguió invariablemente ese tema con una invocación por nuestra santificación (cp. Juan 17:17-19).

El problema con el enfoque de "grosero" a la religión es que funciona contra el proceso de santificación. De hecho, en uno de los mensajes que escuchaba, Driscoll en realidad se jactó de que su santificación no va más arriba que sus hombros. Su defensa de la expiación sustitutiva podría ayudar a sus discípulos a obtener una buena comprensión de la doctrina de la justificación por la fe, pero el estilo de vida que modela - especialmente su familiaridad tolerante con todas las modas indecentes de este mundo - prácticamente garantiza que harán pocos progresos hacia la auténtica santificación.

Francamente, me pregunto cómo un cristiano que toma la Biblia en sentido literal jamás podría pensar que con el fin de ser cristianos "culturalmente relevantes" deberíamps participar en la creciente obsesión de la sociedad con la vulgaridad. ¿No se consideraba antes que la vulgaridad y la cultura eran polos opuestos?

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org  
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