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El apóstol Pablo expresa perfectamente el deseo más ferviente de todo verdadero seguidor de Cristo: "A fin de conocerle" (Fil. 3:10).

"Conocer a Cristo", en el sentido paulino, no es el tipo de relación mística que muchos imaginan. Pablo no estaba anhelando algún conocimiento secreto de Cristo más allá de lo que se revela en las Escrituras. Él no estaba pidiendo que los mensajes privados de Cristo fueran susurrados a su oído.

De hecho, el conocimiento de Cristo que Pablo buscó no fue nada místico. Lo que él deseaba saber era el poder de la resurrección de Cristo, la participación de Sus padecimientos y la conformidad de Su muerte.

Nos equivocamos de manera considerable si pensamos en la intimidad con Cristo como un nivel elevado de misterio, una comunión basada en los sentimientos ​​con lo Divino - como si implicase algún conocimiento de Dios que va más allá de lo que la Escritura ha revelado. Esa idea es el centro de la herejía gnóstica. No tiene nada en común con el cristianismo verdadero.

¿Qué queremos decir, pues, cuando hablamos de intimidad con Cristo? ¿Cómo podemos buscar conocer a Cristo como Pablo tenía en mente en Filipenses 3:10? La Escritura sugiere al menos cinco aspectos de la verdadera intimidad con Cristo:

La intimidad de la Fe

Observe qué causa el comentario de Pablo acerca de conocer a Cristo en Filipenses 3:10. Ya había pasado varios versículos describiendo su vida antes de Cristo (4-6). Citó todas las ventajas espirituales que disfrutaba como un judío farisaico. Pero luego declaró que había desechado todas estas ventajas espirituales por causa de Cristo: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo"(vv. 7-8).

Como fariseo, Pablo había tratado de ganar el favor de Dios por medio de la obediencia legal. Pero se dio cuenta de que la ley establece un estándar que nunca podría cumplir. Por lo que desechó todas sus propias obras de justicia como si fueran trapos de inmundicia (cp. Isa. 64:6). Esto no quiere decir que él dejó de hacer buenas obras, por supuesto, pero renunció a confiar en esas obras para su salvación. En cambio, él puso toda su fe en Cristo - y estaba vestido con la justicia perfecta de Cristo en lugar de sus obras imperfectas.

Esta es la doctrina conocida como la justificación por la fe. La Escritura enseña que nuestros pecados fueron imputados a Cristo; y Él pagó la pena completa por ellos con Su muerte. Ahora, la propia justicia de Cristo nos es imputada y recibimos todo el mérito de la misma. Sin esta realidad, no podríamos disfrutar de ningún tipo de relación con un Dios santo.

Por otra parte, la justificación por la fe - porque significa que estamos vestidos con la propia justicia de Cristo - establece la relación más íntima imaginable entre el creyente y su Señor. Se trata de una unión espiritual inviolable. Es por eso que Pablo describe a menudo a los creyentes como aquellos que están "en Cristo."

En otras palabras, toda verdadera intimidad con Cristo tiene su fundamento en la fe. De hecho, no hay relación alguna con Él que sea posible fuera de la fe (Hebreos 1:1). Como el apóstol Pedro señala, lo amamos por fe, a pesar de que no lo hemos visto (1 Ped. 1:8).

La intimidad de la adoración verdadera

En Oseas 6:6, el Señor dice: "Misericordia quiero y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos."

Ese versículo significa que no debemos imaginar que la adoración consiste en actos rutinarios de ritual religioso - como sacrificios, ofrendas quemadas y otras ceremonias. En su lugar, tenemos que saber que la adoración verdadera se basa en el verdadero conocimiento de Dios.

Si queremos que Dios se deleite en nuestra adoración, debemos pensar correctamente acerca de Él. La esencia de la idolatría consiste en pensamientos erróneos acerca de Dios. Y por el contrario, el verdadero conocimiento de Dios significa conocerlo como Él se revela en las Escrituras.

Para decirlo de otra manera, la sana doctrina, no la liturgia y los rituales, es la prueba de fuego de si nuestra adoración es aceptable.

Por lo tanto, el pensar acerca de Dios de la manera adecuada es esencial para la verdadera intimidad con Él. Cualquiera que lo conozca íntimamente debe saber lo que Él ha revelado sobre sí mismo. Y de nuevo, esto no significa que debamos buscar algún conocimiento místico de Dios. Todo lo que podemos saber con certeza acerca de Dios es lo que está revelado en las Escrituras. Aquellos que conozcan al verdadero Dios de modo verdadero deben tratar de estar completamente familiarizados con Su Palabra.

La intimidad de la oración

Jesús mismo nos enseñó a buscar la intimidad con Dios mediante la oración privada. La oración es donde el creyente derrama su corazón a Dios. Y el mismo Jesús hizo hincapié en la importancia de la oración privada: "cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto" (Mateo 6:6).

Él enfrentaba a la práctica de los fariseos, que amaban orar públicamente, para exhibirse. Jesús no estaba enseñando que las oraciones no deben ser ofrecidas públicamente, porque hay momentos en los que, obviamente, la Escritura nos llama a la oración colectiva.

Pero el verdadero cristiano que busca intimidad con Dios orará con más frecuencia y con más fervor, en privado. El verdadero público de todas nuestras oraciones es Dios mismo. Y si entendiéramos que es un privilegio incomprensible ser invitado a acudir confiadamente ante Su trono de gracia, seguramente pasaríamos más tiempo allí, derramando nuestros más íntimos pensamientos, temores, deseos y expresiones de amor a Dios.

La intimidad de la obediencia

Jesús dijo a los discípulos: "Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando" (Juan 15:14). Así Cristo mismo hizo de la obediencia a Él un requisito indispensable para la verdadera intimidad espiritual.

Que nadie cuya vida esté marcada por la desobediencia en lugar de sumisión a Él afirme intimidad con Cristo. Los que se niegan a obedecer a Cristo como Señor no puede pretender conocerlo como amigo. La Escritura claramente declara que Él es el Señor de todos (Hechos 10:36), y por lo tanto, tiene derecho a exigir nuestra lealtad a Su Señorío.

En efecto, los que no le son leales son Sus enemigos, no Sus íntimos (cp. St. 4:4). Es por eso que la verdadera intimidad con Él es absolutamente imposible sin la rendición incondicional a Su autoridad divina.

Una vez más, esto lleva el tema de la intimidad con Cristo fuera de la esfera de lo místico y lo define en términos que son poderosamente prácticos.

La intimidad del Sufrimiento

Volviendo a Filipenses 3:10, observamos una vez más qué tipo de intimidad con Cristo Pablo estaba buscando: "A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en Su muerte."

Por supuesto, podemos fácilmente entender por qué Pablo quería una participación en el poder de la resurrección de Cristo. Pero ¿por qué el deseo apóstol de conocer la participación de los padecimientos de Cristo y ser conformado a Su muerte?

Podemos estar seguros de que Pablo no tenía amor perverso al dolor y al sufrimiento. En otro lugar, testificó cómo rogó varias veces al Señor que lo librara de un "mensajero de Satanás", que era como una espina bajo la piel (2 Cor. 12:7).

En medio de esa experiencia, Pablo descubrió que la gracia de Dios es suficiente para ver más allá de todos nuestros sufrimientos. Por otra parte, el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad (v. 9).

Dios da una medida especial de gracia a aquellos a quienes Él llama a soportar el sufrimiento. En un conocido pasaje de las Bienaventuranzas, Jesús dijo lo siguiente sobre el sufrimiento:

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por Mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. (Mateo 5:10-12).

Hay una bendición especial que sólo conocen los que sufren por causa de Cristo. Aquellos que desean una verdadera intimidad con Él deben estar dispuestos a soportar lo que Él soportó.

Sume todas esas cosas juntas para obtener el cuadro completo: la intimidad verdadera con Cristo implica sufrimiento, obediencia, mucha oración, un buen conocimiento de la Palabra de Dios y una vida de fe.

Observe que esas no son habilidades avanzadas para cristianos de segundo nivel. Son los temas más elementales de la vida cristiana. Eso enfatiza la verdad de que la intimidad con Cristo no es una especie de secreto místico. Es el punto central de nuestra vida en Cristo. De hecho, es el fin principal para el que fuimos creados: para glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre.

Disponible en Internet en: https://www.gracia.org

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