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John MacArthur

La exposición de Jesús sobre la ley es un golpe devastador a la mentira que la imagen lo es todo.

Nuestro Señor enseñó repetidamente que el pecado guardado en el interior, ocultado de la vista de todos los demás, carga la misma culpa como el pecado manifiesto en las peores formas del comportamiento impío. Aquellos que odian a otros son igual de culpables que aquellos quienes despliegan su odio; y aquellos quienes se complacen en pasiones privadas son tan culpables como los adúlteros (Mateo 5:21-30).

Entonces, los cristianos no deben pensar en los pecados secretos como algo menos serio y más respetable que los pecados que todos ven. Aquí hay tres razones por las cuáles el pecado secreto es especialmente detestable: 

1. Porque Dios ve el corazón.

La Escritura nos dice: “Porque Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7). Ningún pecado – ni aun una maldición susurrada o un rápido pensamiento cruel – está oculto de la vista de Dios. De hecho, si nos damos cuenta que Dios mismo es la única audiencia para tales pecados secretos podremos ser menos proclives a eliminarlos ligeramente.

La Biblia declara que Dios un día juzgará los secretos de cada corazón (Ro. 2:16). El “traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea bueno o sea malo” (Ecl. 12:14).

No solo eso, pero los pecados secretos no permanecerán secretos. El Señor “aclarará también lo oculto de las tinieblas” (1 Co. 4:5). Jesús dijo: “Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas” (Lucas 12:2-3). Aquellos que piensan que pueden evitar tal vergüenza al pecar en privado, descubrirán un día que la revelación abierta de sus pecados ante el mismo trono de Dios es la peor vergüenza de todas.

Es necio pensar que podemos mitigar nuestro pecado haciéndolo en secreto. Es doble necedad decirnos a nosotros mismos que somos mejor que otros porque pecamos en privado en vez de en público. Y la necedad mayor es el convencernos que podemos esquivar el castigo de nuestro pecado encubriéndolo. “El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Pro. 28:13).

Todo pecado es un ataque contra nuestro Dios santo, sea en público o en secreto. Y Dios, quien ve aun los secretos más íntimos de nuestro corazón, ve nuestro pecado claramente, no importa qué tan bien creemos que lo hemos cubierto.

2. Porque el pecado en la mente es fruto del mismo defecto moral que produce hechos de pecado.

Cuando Jesús dijo que el odio carga la misma clase de culpabilidad que el asesinato y la lujuria es la misma esencia del adulterio, no estaba sugiriendo que no hay diferencia en grados entre el pecado que toma lugar en la mente y el pecado que es actuado. La Escritura no enseña que todos los pecados son de igual magnitud.

Es a la vez evidentemente obvio y exhaustivamente bíblico que algunos pecados son peores que otros. La Escritura claramente enseña esto, por ejemplo, cuando nos dice que el pecado de Judas fue más grande que el pecado de Pilatos (Juan 19:11).

Pero en Su sermón del monte, Jesús enfatizó que el rencor viene del mismo defecto moral que el asesinato; y el que se da a la lujuria sufre de la misma falla de carácter que un adúltero. Además, aquellos que se involucran en pecados de la mente son culpables de violar los mismos preceptos morales que aquellos que cometen hechos de asesinato y adulterio.

En otras palabras, los pecados secretos del corazón son moralmente equivalentes a los peores hechos impíos – incluso si son pecados de un grado menor. La persona lujuriosa no tiene derecho de sentirse moralmente superior a un fornicador. El hecho que ella se satisface en la lascivia es prueba que ella es también capaz de hechos inmorales. El hecho que él odie su hermano muestra que tiene al asesinato latente en su corazón.

Cristo nos enseñó a ver nuestros pecados secretos con la misma repulsión moral que sentimos por crueles hechos del pecado público.

3. Porque el pecado escondido incluye el pecado agravado de la hipocresía.

Aquellos que pecan en secreto en realidad intensifican su culpa, porque agregan a su ofensa el pecado de la hipocresía. La hipocresía es un pecado grave en sí mismo. También produce un tipo especialmente debilitante de culpa, porque por definición la hipocresía implica ocultar el pecado. Y el único remedio para cualquier clase de pecado incluye la revelación de nuestra culpa a través de la confesión sincera.

La hipocresía, entonces, impregna el alma con una predisposición en contra del arrepentimiento genuino. Es por eso que Jesús se refirió a la hipocresía como “la levadura de los fariseos” (Lucas 12:1).

La hipocresía también trabaja directamente en contra de la conciencia. No hay manera de ser hipócrita sin cauterizar la conciencia. Entonces, la hipocresía inevitablemente da lugar al pecado secreto más vil y dañino del carácter. Así que la hipocresía se incrementa ella misma, como la levadura.

Cuidado con esa clase de levadura.

No importa quién le sugiera que las apariencias son todo, no crea esa mentira.

De hecho, su vida secreta es la verdadera prueba de su carácter: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Pro. 23:7). ¿Quiere saber verdaderamente quién es? Mire su vida privada – especialmente sus pensamientos íntimos. Mire en el espejo de la Palabra de Dios y permita que ella revele y corrija los verdaderos pensamientos y motivos de su corazón.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org  
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