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John MacArthur

Este tema es inexplicablemente desconcertante para muchos padres. En parte, la confusión se debe al tiempo en que nos toca vivir. Durante medio siglo, se ha popularizado un descrédito del castigo corporal como algo inherentemente impropio, contraproducente y perjudicial para el niño. La psicóloga, madre y notoria activista en contra del castigo corporal Penelope Leach resume la perspectiva humanista típica acerca del castigo corporal: “Creo que dar zurras a un niño, o darle palmadas, bofetadas, o sacudirlo, o pegarle, o darle con la correa, está muy mal. Creo también… que lejos de producir personas más disciplinadas, el castigo corporal hace mucho más difícil enseñar a los niños cómo comportarse”. Observe cómo iguala dar una azotaina (en las nalgas) a un niño con darle bofetadas en la cara, puñetazos, sacudirlo, darle azotes o darle con los nudillos. Esas cosas no son lo mismo; y no deberían asemejarse a la vara de la disciplina administrada con amor.

Los que se oponen al castigo corporal citan a menudo estudios y estadísticas que parecen apoyar sus hallazgos, pero precisamente debido a que comienzan identificando actos brutales de violencia contra niños con una disciplina corporal administrada de forma apropiada, sus resultados son distorsionados. Lógicamente, los castigos crueles y la violencia bruta contra los niños están mal, son contraproducentes y antibíblicos.

La Biblia señala, sin embargo, la vara de la disciplina como un aspecto necesario de la crianza de los hijos. De hecho, la Biblia contradice de plano a los que en la actualidad se oponen al castigo corporal: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece” (Pro. 13:24). “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él” (22:15). “Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol” (23:14; ver también 10:13; 19:18).

Además, según un artículo del año 1998 del U.S. News and World Report, “los expertos en crianza infantil” han basado todas sus conclusiones en contra del castigo corporal “en unos datos de investigación que en el mejor de los casos son cuestionables, y en el peor, muy defectuosos”. Según dicho artículo, algunos estudios recientes indican que las “nalgadas”, cuando se emplean de manera apropiada, hacen que los niños “se sientan menos inclinados a pelearse con otros y más inclinados a obedecer a sus padres”. De hecho, en un estudio muy exhaustivo, el psicólogo Robert E. Larzelere, director de investigación residencial en Boys Town, en Nebraska, encontró que ninguna otra técnica de disciplina, incluyendo el “tiempo fuera” y la pérdida de privilegios, tuvo resultados más beneficiosos para los niños menores de trece años que los azotes no abusivos, en términos de conseguir que los niños cumplan los deseos de sus padres.

Muchos de los que se oponen al castigo corporal sencillamente no están dispuestos a contemplar los hechos y las estadísticas de manera racional. Un crítico del castigo corporal dice abiertamente que, en lo que a él respecta, “golpear a los niños no es un tema al que se pueda aplicar un debate racional. Es una manifestación más de la explotación singular de los Estados Unidos de los niños como modelos para normas de comportamiento absolutistas y castigos austeros que los adultos no se impondrían a sí mismos.” (Mike A. Males, The Scapegoat Generation, 116).

Los padres cristianos no deben ser engañados por estos "expertos". La Escritura misma recomienda la disciplina corporal y advierte a los padres para que no abandonen el uso de la vara. Al final, se verá que los hechos están de acuerdo con la Palabra de Dios. Y en ese orden de ideas, el artículo del U.S. News ofrece, en realidad, algunos consejos muy sólidos: "Una de las lecciones de la controversia con respecto a las “nalgadas” es que si los padres lo hacen o no, importa menos que la forma en que lo hacen... Una sola palabra de reprobación puede hacer que un niño sensible llore, mientras que un joven más enérgico podría necesitar medidas más fuertes. En definitiva, las nalgadas deben hacerse en privado para evitar a los niños humillación; y sin ira" (Fuente de Internet).

Valdría la pena reiterar el hecho de que la disciplina de los padres no debe perjudicar al niño. Nunca es necesario que sus hijos tengan moretones con el fin de golpearlos lo suficiente para que entiendan. Las nalgadas deben administrarse siempre con amor y nunca cuando el padre está en un ataque de rabia. Ese tipo de disciplina es realmente abusiva, incorrecta y perjudicial para el niño ya que destruye el ambiente de crianza amorosa e instrucción que Efesios 6:4 describe.

Además, las nalgadas no son en absoluto el único método que los padres deben administrar para disciplinar. Hay muchas otras formas viables de castigar a los niños que, en ocasiones, se pueden utilizar además de la vara. Si el niño responde inmediatamente a una reprimenda verbal en una situación dada, una paliza probablemente no es necesaria. Otros castigos, tales como la quita de privilegios, también se pueden utilizar como alternativas ocasionales a la zurra si el caso lo requiere.

Gran parte de nuestra disciplina parental debe ser totalmente positiva. Los padres pueden y deben orientar a sus hijos al recompensarlos por su buen comportamiento, así como castigarlos por su mal comportamiento. Ambos lados de la ecuación son importantes. La motivación positiva es totalmente legítima y puede a menudo ser un medio eficaz de lograr que los niños obedezcan. Nótese, en efecto, que la promesa de Dios en el quinto mandamiento es una motivación positiva. El mandamiento fue reforzado con una promesa, no con una amenaza. A menudo es apropiado decir a su hijo: "Si haces esto, te recompensaré de este modo."

La disciplina equilibrada involucra a los refuerzos positivos y negativos. De hecho, podríamos resumir toda la disciplina diciendo que significa dar la recompensa adecuada a la conducta. Cuando la conducta (incluyendo las actitudes y las acciones) es buena, una recompensa positiva está justificada. Cuando la conducta es mala, corresponde una recompensa negativa. Es realmente así de simple.

Sin embargo, los padres parecen irremediablemente confundidos acerca de estos temas. Incluso muchos padres cristianos que conozco están prácticamente paralizados por el temor acerca de cuándo, cómo y cuánto disciplinar a sus hijos. Pero lo qué dice la Escritura es claro: Usted tiene un hijo depravado y necio; y si usted quiere que él no sea tan necio, dele unas nalgadas (Prov. 22:15). Usted tiene una responsabilidad solemne ante Dios de proveer a su hijo un ambiente de crianza e instrucción en donde siempre estará expuesto a la verdad de Dios (Deut. 6:6-7). En resumen, es necesario tener cuidado de no provocar a sus hijos a la ira, sino criarlos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4).

El artículo de hoy ha sido adaptado del libro de John, Successful Christian Parenting, (Thomas Nelson, 1998).

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org  
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