John MacArthur
John Murray, en Redemption Accomplished and Applied [Redención cumplida y aplicada], escribió lo siguiente:
Con el fin de ubicar a la doctrina de perseverancia en una perspectiva apropiada, necesitamos saber lo que no es. No quiere decir que todo aquel que profesa fe en Cristo y que es aceptado como creyente en la comunión de los santos tiene seguridad en la eternidad y puede suponer la seguridad de la salvación eterna. Nuestro Señor mismo advirtió a Sus seguidores en los días en la tierra, cuando dijo a los judíos que creyeron en Él: "Si vosotros permaneciereis en Mi palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos, y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres"(Juan 8:31, 32). Estableció un criterio por el cual los verdaderos discípulos pueden ser distinguidos; y el criterio es la continuidad en la Palabra de Jesús (pp. 151-52).
La explicación anterior de Murray de la doctrina de la perseverancia es una elaboración de lo que Pedro quiso decir con sus palabras "guardados por el poder de Dios" cuando escribió su primera epístola (1 Pedro 1:5). Si algún personaje bíblico fue siempre propenso al fracaso, era Simón Pedro. A juzgar por el relato bíblico, ninguno de los discípulos del Señor -excepto Judas, el traidor- tropezó con más frecuencia o más miserablemente que él. Pedro fue el discípulo con la boca grande. Él parecía tener el don de decir lo peor posible en el momento más inapropiado. Era impetuoso, errático, indeciso; a veces cobarde, a veces débil, a veces impulsivo. En varias ocasiones, mereció fuertes reproches de parte del Señor; ninguno más grave que el registrado en Mateo 16:23: "¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres". Eso se produjo casi inmediatamente después del momento culminante de la experiencia de Pedro con Cristo, cuando Pedro confesó: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo 16:16).
La vida de Pedro es prueba de que la experiencia espiritual de un verdadero creyente a menudo está llena de altibajos; pero Pedro ilustra otra verdad bíblica, una más importante: el poder de Dios que guarda. La noche en que Jesús fue traicionado, Él le dio a Pedro conocimiento de la batalla espiritual invisible por el alma de Pedro: "Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero Yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos." (Lucas 22:31-32).
Pedro estaba seguro de su deseo de estar con Jesús, sin importar el costo. Le dijo al Señor: "Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte" (Lucas 22:33). Sin embargo, Jesús sabía la verdad y le dijo a Pedro tristemente: "El gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que Me conoces " (Lucas 22:34).
¿Falló Pedro? Sí, miserablemente. ¿Fue vencida su fe? Nunca. Jesús mismo estaba intercediendo por Pedro y Sus oraciones no dejaron de ser contestadas.
El Señor intercede de ese modo por todos los verdaderos creyentes. Juan 17:11 da una idea de cómo Él ora por ellos: "Ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y Yo voy a Ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en Tu nombre, para que sean uno, así como Nosotros."
Y continúa:
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Santifícalos en Tu Verdad; Tu Palabra es Verdad. Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo. Y por ellos Yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la Verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como Tú, oh Padre, en Mí, y Yo en Ti, que también ellos sean uno en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste. La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno. Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado (Juan 17:15-23).
Note por lo que el Señor estaba orando: que los creyentes fueran guardados del mal, que ellos fueran santificados por la Palabra, que compartieran Su santidad y gloria y que fueran perfectos en su unión con Cristo y el uno con el otro. Él estaba orando para que ellos perseveraran en la fe.
¿Estaba el Señor orando sólo por los once fieles discípulos? No. Incluye explícitamente a cada creyente en todas las generaciones venideras: "No ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos" (v. 20). Eso incluye a todos los verdaderos cristianos, ¡incluso de hoy en día!
Por otra parte, el mismo Señor continúa Su ministerio de intercesión por los creyentes en estos momentos. "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos." (Hebreos 7:25).
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