John MacArthur
Todos los verdaderos creyentes serán salvos por completo. Eso es lo que el ministerio de sumo sacerdote de Cristo garantiza. Ellos ya han sido justificados, están siendo santificados y serán glorificados. Ninguno de ellos perderá ninguna etapa de este proceso, a pesar de que en esta vida se encontrarán todos en distintas etapas a lo largo del camino. Históricamente, se ha conocido a la Verdad como la perseverancia de los santos.
Perseverancia significa aquellos “que tienen la verdadera fe que no se puede perder ni total ni finalmente” (Anthony A. Hoekema, Saved by Grace, 234). Repite la promesa de Dios a través de Jeremías: “Y haré con ellos pacto eterno, que no Me volveré atrás de hacerles bien, y pondré Mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de Mí” (32:40, énfasis añadido).
La confesión de fe de Westminster ha definido a la perseverancia de la siguiente manera:
Aquellos a quienes Dios ha aceptado en Su amado, llamó y santificó eficazmente por Su Espíritu, no pueden ni totalmente ni últimamente caer fuera de ese estado de gracia; pero ciertamente perseverarán hasta el fin y serán eternamente salvos (capítulo 17, sec. 1).
Esta definición no niega la posibilidad de tristes debilidades en nuestra experiencia cristiana pero también dice:
Sin embargo (los creyentes) pueden, a través de las tentaciones de Satanás y del mundo, de la prevalencia de la corrupción que permanecen ellos y del abandono de los medios de su preservación, caer en pecados graves y por un tiempo continuar en ellos, por lo que provocan el disgusto de Dios y entristecen al Espíritu Santo: son destituidos en alguna medida de sus bendiciones y consuelos, endurecen sus corazones y se endurecen sus conciencias; lastiman y escandalizan a los demás y traen juicio temporal sobre ellos mismos (sec. 3).
El pecado es una realidad en la experiencia del creyente, por lo que es claro que la insistencia en la necesidad salvífica de una fe en funcionamiento no incluye la idea de perfección. La Escritura tiene muchas advertencias a las personas en la iglesia con el fin de que no caigan (cp. He. 6:4-8; 1 Ti. 1:18-19; 2 Ti. 2:16-19). Pero esos pasajes de advertencia no niegan las muchas promesas que los creyentes perseverarán:
Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (Juan 4:14).
Yo soy el pan de la vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás (Juan 6:35).
De tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con Su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Co. 1:7-9).
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará (1 Tes. 5:23-24).
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros (1 Juan 2:19).
Y a Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de Su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén (Judas 24-25).
Horne observó:
Es notable que cuando Judas nos exhorta a permanecer en el amor de Dios (v. 21) él concluye con una doxología para Aquel que puede guardarnos de caer y quien nos presentará sin mancha ante la presencia de Su gloria (v. 24). Los pasajes de advertencia son medios que Dios usa para cumplir en nuestra vida Su propósito en gracia. (Charles Horne, Salvation, 95)
Y se podría agregar que los pasajes de advertencia, como Judas 21, revelan que los escritores de la Escritura tenían interés en alertar a aquellos cuya esperanza de salvación estuviera fundada en una fe falsa. Los autores apostólicos no estaban obviamente trabajando bajo la ilusión de que cada persona en las iglesias a quienes les estaban escribiendo eran genuinamente conversas.
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