John MacArthur
Parte 1: Comience con alabanza
"Vosotros, pues, oraréis así: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”"(Mateo 6:9-13)
Si estudia las oraciones ejemplares de las Escrituras, notará que todas ellas son breves y sencillas. La oración que es sincera y urgente debe ser de ese estilo. La divagación y la palabrería son signos de falta de sinceridad, sobre todo en la oración. La oración del publicano en Lucas 18:13 es lo más corta y directa posible: "Dios, ¡sé propicio a mí, pecador!" Luego está la oración del ladrón en la cruz: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino "(Lucas 23:42). Esas plegarias son como el grito de ayuda de Pedro cuando estaba caminando sobre el agua, a veces citado como la más breve oración en la Biblia: "¡Señor, sálvame!" (Mateo 14:30).
La Escritura registra muy pocas oraciones largas. Gran parte del Salmo 119 se dirige a Dios en el lenguaje de oración; y es, por supuesto, el capítulo más largo de la Biblia. Aparte de eso, Nehemías 9:5-38 contiene la oración más larga en toda la Escritura; y puede ser leída en voz alta en menos de siete minutos. Juan 17 es la oración más larga en el Nuevo Testamento. También es la plegaria más larga registrada de Jesús; de tan sólo veinte y seis versículos.
Sabemos, por supuesto, que Jesús oró oraciones mucho más extensas que eso porque las Escrituras registran varios casos donde Él rezó en soledad durante largos períodos de tiempo (Mateo 14:23, Marcos 6:46). Cuando Le era apropiado, Él incluso pasaba la noche entera en oración (Lucas 6:12). Era su costumbre por lo tanto orar, tanto en privado como con Sus discípulos (Juan 18:2). Y el patrón era claro: Sus oraciones extensas eran las que Él oraba en privado. Sus oraciones públicas eran ejemplos perfectos de habla escueta, directa, clara.
Escuchar a Jesús orar y observar Su dependencia constante de la oración privada dio a los discípulos un apetito por la oración. Entonces le preguntaron: "Señor, enséñanos a orar" (Lucas 11:1). Él respondió repitiendo la misma oración modelo que Él mismo dio en el Sermón de la Montaña. Nosotros la llamamos el Padre Nuestro. Más bien habría que pensar en ella como la oración de los discípulos, porque su elemento central es una petición de perdón divino, algo que Jesús nunca tendría que pedir en oración. Al igual que todas las grandes oraciones, es a la vez sucinta y sin pretensiones. No hay una palabra demás, ni una pizca de vanas repeticiones, ni una sola nota de ostentación o ceremonia en toda la oración:
Y Él les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal."(Lucas 11:2-4).
Esa oración fue un modelo a seguir para los discípulos, no un mantra para ser recitado sin comprometer la mente o las pasiones. Los diversos elementos de la oración de Jesús son recordatorios de todo lo que nuestro orar debería incluir: alabanza, petición, penitencia y una súplica de gracia en nuestra santificación. Esos son no sólo los elementos clave de la oración, sino también algunas de las características principales de la auténtica adoración.
Y ahí es donde comenzaremos en nuestro próximo mensaje.
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