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Información de la EditorialA pesar de la claridad con la que la Escritura habla sobre este tema, muchos que profesan ser cristianos hoy luchan con la aceptación de la soberanía de Dios – especialmente cuando se trata de Su obra electora en la salvación. Sus protestas más comunes, por supuesto, son que la doctrina de la elección es injusta. Pero tal refutación viene de una idea humana de justicia, en vez del entendimiento objetivo y divino de la verdadera justicia. Para poder tratar apropiadamente este tema de la elección, debes dejar al lado toda consideración humana y enfocarte en la naturaleza de Dios y en Su estándar justo. En la justicia divina es donde debe empezar la discusión.
¿Qué es la justicia divina? Dicho simplemente, es un atributo esencial de Dios que Él infinitamente, perfectamente e independientemente hace exactamente lo que quiere hacer cuando y como lo quiere hacer. Porque Él es el estándar de la justicia por definición, entonces todo lo que hace es inherentemente justo. Como William Perkins dijo, muchos años atrás, “No debemos pensar que Dios hace una cosa porque es buena y correcta, pero sino es que la cosa es buena y correcta porque Dios lo quiso y lo hizo así”.
Por tanto Dios define para nosotros lo que es la justicia, porque Él es por naturaleza justo, y lo que Él hace refleja esa naturaleza. Su propia voluntad y nada más está detrás de Su justicia. Esto significa que lo que Él quiere, es justo; y es justo, no por cualquier estándar externo de justicia, sino simplemente porque Él lo quiere así.
Porque la justicia de Dios es parte de Su carácter, no es sujeto a las conjeturas humanas de lo que la justicia debe ser. El Creador no le debe nada a la creación, ni lo que a Él le place dar por Su gracia. Dios no actúa por obligación ni compulsión, sino por Su propia prerrogativa independiente. Esto es lo que significa ser Dios. Y porque Él es Dios, Sus acciones libremente determinados son intrínsecamente correctos y perfectos.
El decir que la elección es injusta no es solamente incorrecto, pero también falla en reconocer la misma esencia de la verdadera justicia. Lo que es justo, y correcto, y recto es lo que Dios quiere que se haga. Entonces, si Dios quiere escoger a aquellos quienes Él quiere salvar, es inherentemente justo si Él lo quiere hacer así. No podemos imponer nuestras propias ideas de justicia hacia nuestro entendimiento de la obra de Dios. En vez de ello, debemos ir a las Escrituras para ver como Dios mismo, en Su perfecta justicia, decide actuar.