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Antes de que Jesús entregara su espíritu al estar colgado en la cruz, tomó tiempo para orar por aquellos quienes lo estaban asesinando diciendo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Dios empezó a contestar Su oración el día de Pentecostés cuando tres mil personas se arrepintieron y fueron bautizados ese mismo día, y han habido multitudes que han sido salvos a través de los siglos. En respuesta a la intercesión de Jesús por los transgresores (Isaías 53:12), Dios ha rescatado a muchas almas de la muerte eterna.

¿Tienes un deseo de orar por los perdidos como lo tuvo Jesús? ¿Tienes una pasión que inspiró a John Knox a pedir, “Dame a Escocia o me muero”? ¿Es tu actitud como el de George Whitefield, quien oró, “O Señor, dame almas o toma mi alma”? ¿Lloras, como Henry Martyn, cuando vez a otros atrapados en una religión falsa y gritas, “No puedo aguantar mi existencia si Jesús ha de ser tan deshonrado”?

Dios usó a esos hombres fieles como herramientas poderosas para traer la salvación a muchas personas que se estaban muriendo. Cada uno de ellos tenía un entendimiento claro y vívido de lo que está en juego en el evangelio – es un asunto de vida o muerte, una eternidad en el cielo o en el infierno. ¿Te das cuenta que tus familiares, tus compañeros de trabajo, y tus vecinos incrédulos pasarán la eternidad sufriendo en tormento, separados de la presencia de Dios si no se aferran a Cristo? Esa realidad te debe llevar a tus rodillas, no solo por ellos para que crean en el evangelio, pero con Dios para que él salve sus almas.

El puritano inglés del siglo diecisiete Richard Baxter escribió,

O, si tienen corazones de cristianos, o de hombres en ustedes, dejen que tengan anhelo por los pobres, por los ignorantes e impíos. Por desgracia, hay solo un paso entre ellos y la muerte y el infierno; muchas enfermedades están esperando a aprovecharse de ellos, y si mueren sin ser regenerados, serán perdidos para siempre. ¿Tienen corazones de piedra, que no pueden sentir dolor por aquellos que se encuentran en este caso? Si no crees en la Palabra de Dios, y en el peligro de los pecadores, ¿por qué son cristianos? Si lo creen, ¿por qué no están ayudando a otros? (I.D.E. Thomas, ed., A Puritan Golden Treasure[El tesoro de oro de un puritano] [Edinburgh: Banner of Truth, 1977], 92)

Una cosa es orar por nuestra familia y amigos, aquellos por los que tenemos afectos naturales. Pero Dios quiere que oremos por toda persona. Pablo escribe, “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia” (1 Timoteo 2:1-2). Los reyes y otras personas en autoridad en el día de Pablo no estaban bajo derechos civiles, y muchas veces eran injustos, egoístas y crueles. ¿Oras por la salvación de personas así – aquellos con quienes no estás de acuerdo políticamente, aquellos quienes defienden agendas impías, aquellos quienes abiertamente se aferran al pecado y rechazan la Escritura?

La Biblia tiene varios ejemplos de la oración evangelista radical, y por los peores pecadores. Aquí hay varios ejemplos:

Moisés intercedió por Israel después de haberlos visto en idolatría orgiástica al pie del monte Sinaí. Después de confrontar y tratar con su pecado, se dirigió al Señor y oró, “…Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (Éxodo 32:31-32). ¡Moisés estuvo dispuesto a dar su vida por su pueblo, aún cuando ellos fueron culpables de su rebelión!

Mientras estuvo siendo apedreado, Esteban siguió el ejemplo del Señor al orar por la salvación de sus ejecutores: “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó en gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hechos 7:59-60).

Estando parado entre aquellos que mataron a Esteban estuvo un hombre joven llamado Saulo de Tarso. Su salvación fue la respuesta a la oración de Esteban. Años después, el apóstol Pablo comunicó la profundidad de su preocupación por su pueblo Israel, y en Romanos 9 hay mucho parecido entre su oración y el de Moisés:

Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne…Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Romanos 9:1-3; 10:1).

Sus hermanos de acuerdo a la carne, compañeros judíos, eran los mismos que los persiguieron tan severamente, perturbando su obra, inspirando a las multitudes, aun planeando su asesinato. Y aun él los amaba y oraba que Dios les mostrara misericordia.

Dios honró las oraciones de los hombres por las almas de los perdidos; Él también honrará las tuyas. Sea amigo o enemigo; sea moral o inmoral; sea que los conozcas o no – ora por los perdidos. Por aquellos quienes Dios traiga a tu camino, abre tu boca en amor y compasión para decirles la verdad. Adviérteles del juicio de Dios por las ofensas personales en contra de su santidad, pero después explíquele las buenas noticias. Hay salvación en Jesucristo de la ira eterna de Dios, si solamente se arrepienten y creen. Una vez que les hayas dicho la verdad, sigue orando por ellos y confía en Dios por los resultados. Te regocijarás cuando veas a Dios usándote conforme Él vaya salvando a su pueblo de sus pecados y les conceda vida nueva en Su Hijo.

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