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Esta serie de sermones incluye los siguientes mensajes:
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Información de la EditorialMucha gente entiende que participar en la maldad nos separa del cielo. Pero muy pocos ven que la Biblia también enseña que hacer el bien no nos deja entrar. Ninguno de nosotros puede ganar suficiente mérito para merecer el cielo. Somos pecadores, y el estándar de Dios es la perfección total. Jesús dijo, “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:20). También agregó, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
¿Entonces quién puede ser salvo?
Los discípulos le hicieron a Jesús esa misma pregunta (Mateo 19:25). ¿Su respuesta? “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (v. 26). En otras palabras, nuestra salvación no es algo que podemos lograr. Es algo que Dios debe hacer en nosotros.
¿Qué si dejo de pecar ahora y nunca peco otra vez?
Estamos desesperadamente en esclavitud al pecado y no podríamos dejar de pecar no importa qué tanto lo intentemos. La Escritura dice que aun nuestros corazones son engañosos y desesperadamente viles (Jeremías 17:9). En otras palabras, somos pecadores hasta lo más profundo de nuestro ser. Además, un solo pecado sería suficiente para destruirnos para siempre: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). Pero aun si no pecamos desde este momento, todavía cargamos la culpa de nuestros pecados pasados. Y “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23).
¿Hay alguna manera que podemos ser libres de la culpa de nuestro pecado?
La Biblia dice, “La sangre de Jesucristo…nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
¿Cómo es que la sangre de Jesús puede lavar nuestros pecados?
Cuando Dios perdona, no solamente pasa por alto el pecado. La expiación debe ser hecha. La muerte de Cristo hizo completa expiación para aquellos quienes confían en Él. Su muerte cuenta en nuestro lugar si creemos. Sin embargo, eso solamente borra la culpa de nuestro pecado. Recuerde, aún necesitamos la perfecta justicia para poder entrar al reino de los cielos (Mateo 5:20).
¿Dónde recibimos esa perfecta justicia?
El completo mérito de la justicia de Jesús es imputado, o acreditado, a aquellos quienes confían en solamente Él para su salvación. La Escritura enseña que Dios “justifica al impío” al darle la justicia de Cristo (Romanos 4:5). Ellos son vestidos en Su justicia, y Dios acepta a creyentes solamente y exclusivamente sobre esa base. Es por eso que Pablo estuvo dispuesto a descartar todos sus propios esfuerzos para ganar el favor de Dios, prefiriendo en vez de pararse ante Dios vestido en una justicia que no era de él (Filipenses 3:8-9).
Si no eres cristiano, necesitas tomar esta verdad por fe: el pecado que te mantiene fuera del cielo no tiene otra cura más que la sangre de Cristo. Si estás cansado de tu pecado y exhausto de la carga de tu culpa, Él tiernamente te extiende la oferta de perdón, descanso y vida eterna: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
¿Cómo puedo estar seguro que Cristo me salvará?
Nadie será rechazado: “Y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). Todos son invitados: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).