Nuestro mundo tiene un punto de vista cada vez más cínico acerca de los niños. Cada vez más, la descripción cultural de la paternidad es negativa, con particular énfasis en la capacidad del niño de frustrar a sus padres. Si bien es verdad que algunas veces los niños traen desafíos a nuestras vidas, ningún padre amoroso quiere ver a su hijo como un impedimento para la felicidad.
Además, los cristianos que adoptan la opinión del mundo acerca de sus niños, no pueden esperar ser padres piadosos. El diseño de Dios para su familia no lo incluye a usted quejándose acerca de los defectos de sus hijos, o viéndolos a través de lentes egoístas y mundanos. El fundamento de la paternidad piadosa está contenido en la perspectiva de la Escritura acerca de los niños. Usted no puede ser el padre que Dios quiere que sea, si usted no ve a los niños que Él le ha dado, en la manera en que Él los ve.
Los niños deben ser vistos como una bendición, no como una adversidad.
Primeramente, la Escritura claramente enseña que los niños son un regalo de parte del Señor. Dios los diseñó para ser una alegría. Ellos son una bendición del Señor para agraciar nuestras vidas con realización, significado, felicidad, y satisfacción. La paternidad es un regalo de Dios para nosotros.
Esto es verdad, aun en un mundo caído, infectado con la maldición del pecado. En medio de todo lo malo, los niños son ejemplo de la bondad amorosa de Dios. Ellos son una muestra viviente de que la misericordia de Dios se extiende aun a criaturas caídas y pecaminosas.
Recuerde que Adán y Eva comieron la fruta prohibida antes de que hubieran concebido algún hijo. Aun así, Dios no simplemente los destruyó y comenzó con una nueva raza. Él les permitió a Adán y Eva cumplir el mandato dado antes de la caída: “Fructificad y multiplicaos” (Génesis 1:28). Y Él puso en movimiento un plan de redención que finalmente abrazaría a un sinnúmero de la descendencia de Adam (Apocalipsis 7:9-10). Los niños que Eva tuvo entonces, personificaron la esperanza de que los pecadores caídos podrían ser redimidos.
Y cuando Dios maldijo la tierra debido al pecado de Adán, Él multiplicó el dolor del proceso del parto (Génesis 3:16), pero no anuló las bendiciones inherentes de tener niños.
Eva reconoció esto. En Génesis 4:1 dice, “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón.”
Ella consideró al niño como un regalo de la mano de Aquel, contra quien ella había pecado, y estaba llena de alegría por eso. A pesar de los dolores de parto, e independientemente de la naturaleza caída del niño mismo, ella sabía que el niño era un emblema de la gracia de Dios hacia ella.
¿Qué acerca de los niños de los inconversos? Ellos también representan bendiciones divinas. En Génesis 17:20 Dios prometió bendecir a Ismael. ¿Cómo le bendeciría? Al multiplicar sus hijos y su descendencia. Él le dijo a Abraham, “Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera.”
A través de la Escritura encontramos un tema común que resalta a los niños como a bendiciones de la mano de un amoroso y misericordioso Dios. En Su diseño de gracia, los niños son dados para traerles a los padres, alegría, felicidad, contentamiento, satisfacción, y amor. Salmo 127:3-5 lo dice expresamente:
"He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.
Como saetas en mano del valiente,
Así son los hijos habidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos;
No será avergonzado
Cuando hablare con los enemigos en la puerta."
Claramente, en el plan de Dios, los niños están llamados a ser una bendición, no un problema. Y normalmente son una bendición cuando llegan, pero dejarlos expuestos a este mundo, y sin sombra de protección, ellos sin duda romperán el corazón de los padres.
Se supone que la crianza es una alegría, no una carga.
La tarea de los padres no es un yugo pesado de llevar; es un privilegio para ser disfrutado. Si el diseño de Dios al darnos niños, es bendecirnos, la tarea a la que Él nos llama como padres no es nada más que una extensión y magnificación—amplitud, de esa bendición.
La crianza de los niños es difícil, al grado en que los padres la hacen difícil, al fallar en seguir los principios simples que Dios estableció. Negar las responsabilidades de uno, como padre, delante de Dios, es perder las bendiciones inherentes en la tarea, y aquellos que lo hacen, toman una carga que Dios nunca quiso que los padres llevaran.
Una manera segura de llenar su vida con miseria, es abdicar la responsabilidad que Dios le ha dado como padre, y mayordomo del niño que Él afectuosamente ha colocado en sus manos. Por el contrario, nada en su vida engendrará más alegría y gozo que criar a su hijo en la disciplina y amonestación del Señor.
¿Existen en la crianza, aspectos inherentemente desagradables? Por supuesto, ninguno de nosotros disfruta el tener que disciplinar a nuestros niños. Como padre, aprendí rápidamente que lo que mis padres siempre me dijeron acerca de la disciplina, era verdad: Usualmente le duele más al padre que lo que le duele al hijo. Pero aun el proceso de disciplina finalmente produce alegría, cuando somos fieles a las instrucciones de Dios. Proverbios 29:17 dice, “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.”
La vida del padre no necesita ser una decepción o un trabajo monótono. Hay una refrescante, riqueza estimulante de rica alegría en la crianza piadosa, que no puede ser conseguida de ninguna otra manera. Dios ha diseñado amorosamente dentro del proceso de crianza, una fuente de gozo, si adoptamos Su perspectiva y acatamos Sus principios.
¿Garantiza la Escritura que nuestra crianza tendrá éxito si seguimos el plan de Dios?
La próxima vez, vamos a considerar esa pregunta.
(Adaptado de Cómo ser padres cristianos exitosos.)