La Escritura es clara y entendible, pero no es exhaustiva. A través de la historia de la iglesia, los creyentes han enfrentado innumerables cuestiones acerca de las cuales la Palabra de Dios guarda silencio. Si bien la ley del Antiguo Testamento proveyó instrucción detallada y restricciones para muchas áreas de la vida, los creyentes de hoy no están confinados por el pacto de Dios con Israel —hemos sido liberados por Cristo. ¿Pero cómo sabemos qué hacer con nuestra libertad?
Solamente en el transcurso de mi vida, la iglesia ha luchado con una amplia variedad de preguntas prácticas acerca de cómo los cristianos deberían de vivir sus vidas. ¿Deberían los creyentes bailar? ¿Deberían ellos fumar o beber? ¿Deberían los hombres y las mujeres ir a nadar juntos? ¿Deberían las mujeres usar maquillaje? ¿Debería la gente trabajar los domingos? ¿Deberían las mujeres trabajar en absoluto? ¿Deberían los cristianos asistir al cine o a los conciertos? ¿Deberían ellos mirar TV? ¿Deberían ellos enviar sus hijos a las escuelas públicas, o aún, a las escuelas privadas? ¿Deberían los cristianos apostar? Y ¿deberían ellos tatuarse sus cuerpos?
Independientemente del tema, los creyentes no deben confundir el silencio de la Escritura con indiferencia de parte de Dios. La Biblia no menciona específicamente el cine, la TV, la cerveza, o muchos de los otros asuntos que enfrentamos hoy. Pero nos da muchos principios para ayudarnos a tomar buenas decisiones que honran a Dios aun en esas áreas grises de la vida.
¿Es necesario?
Cuando se enfrente con una de esas áreas grises en la vida, una de las maneras de determinar qué debería de hacer, es preguntarse a sí mismo: ¿necesito esto? ¿es esto —sea un objeto, un pasatiempo, una actividad o un entretenimiento— un beneficio para mí o es un exceso de carga?
Hebreos 12:1 les da a los creyentes instrucciones claras: “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. La palabra griega para ‘peso’ significa ‘carga’; y puede ser cualquier cosa que distraiga su enfoque o su energía de la tarea en cuestión. Como gente de Dios, debemos correr la carrera que Él ha puesto delante nuestro con excelencia. No podemos hacer eso si estamos cargados con búsquedas y distracciones mundanas.
¿Es provechoso?
En 1 Corintios 6:12, Pablo dice: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas me convienen”. Muchos creyentes han usado la primera parte de la declaración de Pablo como una licencia para ejercitar su libertad, pero ellos pierden el punto principal.
La pregunta nunca debe ser ¿qué se me permite hacer?, sino ¿qué me es provechoso hacer?
¿Es como Cristo?
Un tercer principio nos ayuda a considerar ampliamente cómo ejercitar nuestra libertad. Primera de Juan 2:6 dice: “El que dice que permanece en Él debe andar como Él anduvo”. Como creyentes, sabemos que nuestras vidas deben imitar a Jesús —incluyendo cómo vivimos en las áreas grises de la vida.
Cuando se trata de tomar decisiones complicadas acerca de cómo ejercitar su libertad, siempre es beneficioso preguntarse a sí mismo: ¿Es esto lo que Cristo haría? Una examinación honesta del asunto desde esa perspectiva debería hacer a un lado cualquier deseo personal y prejuicios, y ayudarle a tomar decisiones que honran a Dios, reflejando la persona y la obra de Cristo en cada faceta de su vida.
¿Es un buen testimonio?
Otra pregunta importante que debe hacerse a sí mismo es ¿Cómo esto afectará mi testimonio? Colosenses 4:5 dice: “Andad sabiamente con los de afuera, redimiendo el tiempo”. En otras palabras, los creyentes necesitan considerar sabiamente cómo se conducen y cómo su conducta impacta sus testimonios. Cómo vivimos —particularmente en las áreas grises— determina cómo el mundo nos evalúa a nosotros, a nuestra fe y, básicamente, a nuestro Señor. ¿Está su conducta fortaleciendo su testimonio al mundo exterior? ¿Es su estilo de vida un adorno al evangelio o un estorbo para el mismo?
¿Es edificante?
Y no es solo una pregunta de cómo el ejercicio de su libertad impacta a otros —usted también debe considerar qué impacto tendrá sobre usted. Usted regularmente necesita preguntarse: ¿Esto me edificará? En 1 Corintios 10:23, Pablo expande su exhortación anterior con estas palabras: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica”. Cada uno de nosotros necesita preguntarse fielmente si cada actividad, entretenimiento, pasatiempo o diversión tendrá un efecto positivo o negativo en nuestro crecimiento espiritual. Una evaluación positiva de lo que podríamos ganar —así como lo que podríamos perder— debe acompañar todas las decisiones de nuestras áreas grises.
¿Está glorificando a Dios?
Finalmente, debemos preguntarnos regularmente a nosotros mismos, ¿Hacer esto glorifica a Dios? En una manera, el principio de exaltación abarca a todos los otros, penetrando hasta el elemento más básico de la vida cristiana. Los creyentes han sido separados para glorificar a Dios y adorarlo por siempre. Pero esas actividades no están reservadas solo para nuestra eternidad en el cielo —ellas deberían describir el estándar de nuestras vidas diarias. Esta vida no es “nuestro tiempo” para hacer lo que sea que queramos. Como Pablo escribe en 1 Corintios 10:31: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.
Ese bien conocido verso procede de un pasaje prominente de 1 Corintios —uno que quiero examinar con usted en mayor detalle en los próximos días. En él, Pablo explica los límites de nuestra libertad en Cristo, y cómo es de ser usada y gobernada para nuestro beneficio y el de los otros también. Sus instrucciones prácticas son aplicables y beneficiosas para cada creyente, y oportunas para la iglesia de hoy.