De todas las mujeres extraordinarias de la Escritura, una se destaca sobre todas las demás como la más bendecida, más favorecida por Dios y más universalmente admirada. En efecto, ninguna mujer es más verdaderamente notable que María. Ella fue soberanamente elegida por Dios —de entre todas las mujeres que han nacido— para ser un instrumento único, a través del cual Él finalmente traería al Mesías al mundo.
María misma testificó que todas las generaciones la considerarían profundamente bendecida por Dios (Lucas 1:48). Esto no es porque ella creyó ser una especie de súper ser humano piadoso, sino porque a ella le fue dada tan notable gracia y privilegio.
Mitos acerca de María
Mientras que reconocemos que María fue la mujer más extraordinaria, es apropiado añadir una palabra de advertencia en contra de la tendencia común de elevarla demasiado. Ella, después de todo, era una mujer —no una semidiosa o una criatura mitad deidad que trascendiera al resto de su raza. El punto de su “bendición” ciertamente no es que debemos pensar en ella como alguien a quien podemos apelar por bendiciones, sino que ella misma fue supremamente bendecida por Dios. Ella nunca es retratada en la Escritura como una fuente o dispensadora de gracia, sino como recipiente de la bendición de Dios. Su Hijo, no María misma, es la fuente de gracia (Salmos 72:17). Él es la tan esperada Semilla de Abraham, de quien la promesa del pacto habló: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:18).
Varias tradiciones extra bíblicas y religiosas, y muchas mentes supersticiosas, han beatificado a María más allá de lo razonable, haciéndola un objeto de veneración religiosa, imputándole varios títulos y atributos que pertenecen solamente a Dios. Una larga tradición de almas híper fanáticas, a través de la historia, la han exaltado a un estatus de diosa. Desafortunadamente, aún en nuestra época, María, no Cristo, es el centro de la adoración y culto religioso de millones de personas que la ven más accesible y más comprensiva que Cristo. Ellos la reverencian como a la perfecta Madona, supuestamente sin haber sido afectada por el pecado original, poseedora de una virginidad perpetua, y lo que es peor, corredentora con Cristo.
El dogma católico enseña que ella fue llevada al cielo corporalmente, dónde fue coronada “Reina de los Cielos”. De acuerdo a la leyenda católica, hoy su rol es de mediadora e intercesora. Por lo tanto, multitudes dirigen sus oraciones a ella en vez de a Dios mismo —como si María fuera omnipresente y omnisciente.
De hecho, muchas personas supersticiosas imaginan a María en apariciones aquí y allá, y algunos aún enseñan que ella pronuncia profecías al mundo a través de dichos medios. Esta ingenuidad extrema acerca de las apariciones de María a veces alcanza proporciones ridículas. En noviembre del 2004, un sándwich de queso a la parrilla se vendió por $28,000 en una subasta de eBay, porque el sándwich supuestamente tenía una imagen de María grabada en forma sobrenatural en las marcas quemadas de la superficie tostada. Unos pocos meses después, miles de adoradores en Chicago construyeron un santuario improvisado a María en el pasaje peatonal de una autopista subterránea, porque alguien afirmó ver una imagen de ella en tintes de sal sobre la pared de hormigón.
Nada menos que el Papa Juan Pablo II declaró su devoción total a María. Él le dedicó su pontificado completo a ella, y tuvo la M de María bordada en todas sus vestiduras papales. Él oró a ella, le acreditó haberle salvado la vida y aún dejó el cuidado de la Iglesia Católica Romana en su testamento. Roma ha fomentado por mucho tiempo el culto de la devoción Mariana, y la superstición acerca de María es más popular hoy que nunca antes. Tanto homenaje se le rinde a María en las iglesias católicas alrededor del mundo que la centralidad y la supremacía de Cristo es a menudo completamente oscurecida por la adoración a Su madre.
Quien era ella
Toda esa veneración de María carece absolutamente de justificación bíblica. De hecho, es completamente contraria a lo que la Escritura expresamente enseña (Apocalipsis 19:10). Pero la tendencia de hacer de María un objeto de adoración no es nada nuevo. Aún durante el ministerio terrenal de Jesús, por ejemplo, algunos mostraron reverencia indebida a María debido a su rol de madre de Jesús. En una ocasión, la Escritura dice, una mujer en la multitud levantó su voz y le dijo a Jesús, “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste”. Su respuesta fue una reprensión: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lucas 11:27–28).
María de hecho fue un alma humilde, quien consistentemente mantuvo un perfil bajo en las narrativas de los evangelios sobre la vida de Jesús. La Escritura expresamente desenmascara algunas de las más grandes leyendas acerca de ella.
Por ejemplo, la idea de que ella permaneció en completa virginidad es imposible de reconciliar con el hecho de que Jesús tuvo medio-hermanos, quienes son nombrados junto a José y María como sus padres: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?” (Mateo 13:55). Mateo 1:25 además dice que José se abstuvo de relaciones íntimas con María, solamente “hasta que ella dio a luz a un Hijo”. En cualquier lectura natural del sentido simple de la Escritura, es imposible apoyar la idea de la virginidad perpetua de María.
La concepción inmaculada de María, y su supuesto estado inmaculado, son de la misma manera carentes de toda fundación escritural. La estrofa de apertura del Magníficat de María habla de Dios como su “Salvador”, así dando implícito testimonio, de los labios mismos de María, de su necesidad de ser redimida. En tal contexto bíblico, eso podría referirse exclusivamente a la salvación del pecado. María estaba en efecto confesando su pecaminosidad.
De hecho, lejos de retratar a María con un halo y una mirada celestial en su rostro, la Escritura la presenta como a una joven sencilla, de cualidades comunes, en una aldea campesina de una pobre región de Israel, comprometida con un novio de la clase trabajadora, que se ganaba la vida como carpintero. Si usted hubiera encontrado a María antes de que su Hijo primogénito fuese milagrosamente concebido, no le habría llamado la atención en absoluto. Difícilmente podría haber sido más simple y más humilde.
Y, aun así, se encontró a sí misma inesperadamente empujada a un papel crítico en el plan redentor de Dios. En la próxima, vamos a ver el anuncio angelical que cambió la vida de María para siempre.
(Adaptado de Doce Mujeres Extraordinarias.)