Primera de Corintios 8 es la respuesta de Pablo a una pregunta acerca de áreas grises que estaba dividiendo la iglesia de Corinto. Pablo no simplemente les da a los corintios un ‘si’ o ‘no’ como respuesta a sus preguntas acerca de comer carne sacrificada a los ídolos. Él les ayuda a pensar acerca del propósito de su libertad y de las implicancias de la actividad. Él quiere que consideren el efecto que va a tener en creyentes con conciencias cautivas. Y si bien comer carne sacrificada a los ídolos no es un problema que la mayoría de los creyentes va a enfrentar en la iglesia de hoy en día, las instrucciones de Pablo nos dan mucha ayuda practica para las áreas grises que vamos a enfrentar.
Lo que usted come
Como ya hemos visto, la respuesta de Pablo a los corintios incluye su respuesta a la defensa que los que comen carne han presentado para sus acciones. Y si bien él está de acuerdo con ellos en principio, él trae otros elementos cruciales acerca de la vida cristiana que deben de tener en mente en esta situación.
Otra verdad con la que Pablo está de acuerdo era que comer o no comer comida no tiene significancia espiritual en sí mismo. Ninguna de las dos acciones “nos hace más aceptos ante Dios” (1 Corintios 8:8). Ni comer, ni no comer nos traerá más cerca de Dios o nos aprobará delante de Él. El punto general es que hacer cosas no prohibidas por Dios no tiene nada de significancia en nuestra relación con Él. Estas son neutrales espiritualmente. La comida es una ilustración excelente de ello.
El sentido común y la preocupación por los cuerpos que Dios nos ha dado debería hacernos cuidadosos acerca de qué y cuánto comemos. La glotonería es dañina y comer comida a la que somos alérgicos es dañino. Ninguna persona sensible y madura haría esas cosas.
Pero, en sí mismo, comer o no comer ciertas comidas no tiene absolutamente ningún significado espiritual. Jesús dejó en claro que “nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre” (Marcos 7:15). El mandato del Señor a Pedro, “mata y come”, fue tanto figurativo, refiriéndose a aceptar a los gentiles, como lo fue de manera literal, refiriéndose a comer comida previamente considerada inmunda (Hechos 10:9–16). Y Pablo le dijo a Timoteo que tomara toda comida con acción de gracias (1 Timoteo 4:4).
Dónde y cómo usted come
La comida no afecta a Dios, ni la posición de uno delante de Él, pero puede hacer una gran diferencia para la conciencia de algunos de Sus hijos. Lo que de alguna manera no es malo para nosotros, se convierte en malo si es “tropezadero para los débiles” (1 Corintios 8:9). Obviamente, algunos creyentes corintios no podían manejar tal libertad; los arrastraba de regreso al pozo del cual habían sido liberados. Si un creyente inmaduro nos ve haciendo algo que molesta su conciencia, su vida espiritual es dañada. Nunca deberíamos influenciar a un compañero creyente a hacer algo en contra de lo que su conciencia lo está protegiendo.
Un creyente maduro, correctamente, no ve daño para sí mismo al “sentarse a la mesa en un lugar de ídolos” (1 Corintios 8:10) o en algún evento familiar o comunitario. Él no acepta las creencias paganas o participa en las practicas paganas, pero se puede asociar con gente pagana, porque él es espiritualmente fuerte; él tiene conocimiento espiritual.
Pero si un cristiano de conciencia débil ve a otro creyente comiendo en el templo, el hermano débil probablemente va a ser tentado a ir en contra de su conciencia y hacer lo mismo. Consecuentemente, Pablo dice, “Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió” (1 Corintios 8:11). El creyente más fuerte causa que el creyente más débil peque, conduciéndolo a una situación que él no puede manejar.
Violando su conciencia
Nunca es correcto causar que otro creyente viole su conciencia. Hacerlo, corre el riesgo de arruinar un “hermano por quien Cristo murió”. Nuestra libertad cristiana nunca debe ser usada a expensas de un hermano o hermana cristiana que ha sido redimido a tal precio.
La voz de la conciencia de un cristiano es un instrumento del Espíritu Santo. Si la conciencia de un creyente es débil, es debido a que es espiritualmente débil e inmaduro, y no a que la guía de su conciencia es débil.
La conciencia es el sistema de advertencia de Dios para mantenernos alejados del daño espiritual. A medida que maduramos, nuestra conciencia nos permite ir a más lugares y hacer más cosas, porque tendremos más fuerza espiritual y mejor discernimiento espiritual.
Un niño pequeño no tiene permitido jugar con herramientas filosas, ir a la calle, o estar cerca de máquinas peligrosas. Pero, esas restricciones son gradualmente removidas a medida que crece y aprende por sí mismo qué es peligroso y qué no lo es.
Dios confina a Sus hijos espirituales por medio de la conciencia. A medida que crecen en conocimiento y madurez, los límites de la conciencia son expandidos. Nunca deberíamos expandir nuestras acciones y hábitos antes de que nuestra conciencia lo permita. Y nunca deberíamos alentar —sea directa o indirectamente— a alguien más a que lo haga. Como Pablo escribió, “pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis” (1 Corintios 8:12). Causar que un hermano tropiece es más que una ofensa hacia él, es una ofensa en contra del Señor.
Pablo escribió que él dejaría la carne por completo en lugar de ofender a otro creyente (1 Corintios 8:13). Deberíamos estar dispuestos a limitar nuestra libertad en cualquier momento y a cualquier grado para ayudar a un compañero creyente —un hermano o hermana a quien deberíamos amar, y un alma preciosa por quien Cristo murió.
(Adaptado del Comentario del Nuevo Testamento de MacArthur: 1 y 2 Corintios)