Usted se debe estar preguntando, ¿por qué el nacimiento virginal —de todos los milagros en la Escritura— es tan frecuentemente atacado? Después de todo, si uno puede creer, digamos, que Moisés dividió el Mar Rojo, ¿cuál es el gran problema con el nacimiento virginal? Ciertamente, no es un milagro tan espectacular. Y la Escritura le dedica relativamente poco espacio para describirlo. ¿Puede ser realmente tan importante?
Lo es. El nacimiento virginal es una aceptación fundamental en todo lo que la Biblia enseña acerca de Jesús. Rechazar el nacimiento virginal es rechazar la deidad de Cristo, la fidelidad y la autoridad de la Escritura y muchas otras doctrinas fundamentales relacionadas con la fe cristiana. Ningún tema es más importante que el nacimiento virginal para nuestro entendimiento de quién es Jesús.
Si negamos que Jesús es Dios, hemos negado la esencia misma del cristianismo. Cualquier otra cosa que la Biblia enseña acerca de Cristo, gira sobre la verdad que celebramos en Navidad —que Jesús es Dios en carne humana. Si la historia de Su nacimiento es meramente una leyenda fabricada o inventada, entonces también lo es el resto de lo que la Escritura nos dice acerca de Él. El nacimiento virginal es tan crucial como la resurrección en comprobar Su deidad. No es una verdad opcional. Cualquiera que rechaza la deidad de Cristo, rechaza absolutamente a Cristo —aún si él pretende lo contrario (1 Juan 4:1–3).
Jesús mismo vio la pregunta de su ascendencia como un tema fundamental. Mateo registra una de las últimas confrontaciones que Él tuvo con los fariseos.
Y estando juntos los fariseos, les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. Él les dijo: ¿Pues como David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?
Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más. (Mateo 22:41–46)
En otras ocasiones, Su filiación fue la fuente de controversia. Juan 8 registra otra confrontación con los líderes fariseos. Le dijeron a Jesús, “Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios” (Juan 8:41). “Nosotros no somos nacidos de fornicación” es un golpe no muy sutil en contra de Jesús. Ellos implicaron que Él había nacido de manera ilegítima. Pervirtieron por completo el tema de Su nacimiento milagroso para transformarle en un hijo ilegitimo. Ellos incluso dijeron en el versículo 48: “¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?
El hecho es que hay un paralelismo directo entre esos fariseos y los líderes modernos religiosos que insinúan que el nacimiento virginal no es importante o es una farsa. Sus cuestionamientos nacen de incredulidad en Jesucristo. Ellos son la expresión de corazones pecadores y no regenerados.
Compare esa respuesta con la de Pedro. Mateo 16:13–17 registra ese intercambio entre Jesús y sus discípulos. Otra vez, Su filiación es el asunto.
Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Ellos le dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Note que las respuestas propuestas por la multitud eran respuestas humanas. Ellos habían concluido que Jesús era o Juan el Bautista, Elías, Jeremías o uno de los profetas. Todavía no habían entendido la verdad acerca de su deidad. Ellos asumían que Él era simplemente un hombre.
La respuesta de Simón Pedro fue diferente. Él entendió que Jesús era más que un Mesías humano, más que un profeta ungido, más que un hijo de David. Él era el Hijo del Dios viviente. Pedro lo supo porque Dios se lo había revelado (Mateo 16:17). Ni carne ni sangre podían arribar a esa conclusión. Ni la ciencia, la filosofía o la religión humana podían explicar quién era Jesús. Sus seguidores inevitablemente concluirán que Él es un gran maestro, un buen ejemplo moral, o aún el más grande profeta de Dios. Pero todos ellos no ven el hecho de que Él es el Hijo del Dios Viviente.
Es por eso que el nacimiento virginal es tan importante. Para que Jesús sea Dios, Él debe nacer de Dios. José, un hombre, y María, una mujer, no pueden engendrar a Dios. Dios no puede nacer en este mundo por procesos humanos naturales. No hay manera de que Él pudiera ser Dios sin haber sido concebido por Dios.
En esta época del año, los creyentes no deberían sólo celebrar el nacimiento de Cristo. La navidad es una oportunidad para celebrar cada aspecto de la vida de Cristo —Su humilde encarnación, Su ministerio transformador, Su ejemplo de justicia y, sobretodo, Su muerte sacrificial. Pero nada de eso importa si no creemos que la Palabra de Dios es precisa acerca de la filiación de Su Hijo. Cuando tiene que ver con la verdad del nacimiento virginal, transigir no es una opción.
(Adaptado de El Milagro de Navidad.)