Supongamos que una bomba es encontrada en una casa o en un edificio de oficinas, y los expertos en desactivación de bombas simplemente se quedan esperando la explosión.
¿Qué pasaría? Probablemente, gente saldría lastimada. Y los supuestos expertos serían castigados, y con razón, debido a su negligencia.
Pero en el Cuerpo de Cristo —donde el pecado no arrepentido es como una bomba a punto de explotar— los líderes de la iglesia a menudo actúan como un escuadrón anti-explosivos ineficaz, adoptando un enfoque pasivo al pecado en la congregación de “esperar y ver”. Y cuando la inevitable explosión toma lugar, terminan con personas profundamente heridas y daños colaterales.
Inclusive, si los líderes de las iglesias toman el enfoque popular de orar para que Dios se encargue de el o los infractores —algo que es obviamente crucial para el proceso, pero no todo lo que es requerido bíblicamente— esa es una abdicación de su responsabilidad como pastores del rebaño de Dios. De hecho, Él espera que Su pueblo, y no sólo aquellos en liderazgo, asuman la responsabilidad del pecado en la iglesia local (1 Corintios 5:9–13). De hecho, cuando la iglesia trata con el pecado de acuerdo con Su voluntad, Dios mismo pone Su sello de aprobación en el proceso y en el resultado (Mateo 18:18–20).
La última vez, exploramos qué pecados califican para la disciplina de la iglesia. También vimos que la fase inicial de la disciplina de la iglesia es una responsabilidad que recae sobre los hombros de todos los miembros de la iglesia.
Tomando el primer paso
Si reconocemos una situación que amerita disciplina y nuestra responsabilidad de iniciar ese proceso, entonces, ¿cómo debemos llevarlo a cabo? Jesús nos da la respuesta: “Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.” (Mateo 18:15). El verbo traducido “ve”, es un presente imperativo, lo que significa que es una orden y no una sugerencia. No es simplemente una opción. Si usted ve a su hermano pecar, usted debe ir.
Jesús dejó claro que esta primera fase debe tomar lugar “en privado”. No hay necesidad de involucrar a otros en la primera fase. No chismee acerca de la ofensa con otros, aún bajo la apariencia de buscar apoyo en oración. Simplemente, vaya calladamente a su hermano; dígale de su falta entre usted y él en privado.
La disciplina es difícil con amigos cercanos porque hay mucho en juego. Aquellos que mejor le conocen, pueden responder señalándole uno de sus pecados. La disciplina también es difícil con gente que no conocemos bien. Tendemos a pensar, ¿quién soy yo para entrometerme en la vida de esta persona? Mientras que somos intimidados al pensar en confrontar a nuestros amigos, tendemos a ser indiferentes hacia las personas con las que no somos cercanos. De todas formas, debemos ver que lo que Cristo nos manda en Mateo 18:15 como una obligación cristiana solemne, que no se puede racionalizar por razones de conveniencia.
El verbo griego en la frase “ve y repréndele” o “muéstrale su error” es una palabra que transmite la idea de luz exponiendo lo oculto. Requiere una divulgación clara de la ofensa del hermano. “Ve y repréndele” o “muéstrenle su falta” no implica necesariamente que él no está consciente de su pecado; el proceso no se limita a pecados cometidos en ignorancia. Más bien, la frase significa que debe revelar todo lo que sabe acerca de su pecado, para que se dé cuenta de que su ofensa es conocida. Esto establece responsabilidad por la ofensa. Si él pensaba que su pecado era secreto, debe darse cuenta de que ha sido descubierto. Si él pensaba que podía pecar sin consecuencias, ahora debe rendir cuentas.
Si el primer paso de la disciplina resulta en el arrepentimiento, entonces ése será el fin del proceso —en cuyo caso, “has ganado a tu hermano”. No debe hacer nada más. Usted va a tener un vínculo de intimidad con él que nada podrá romper. Por supuesto, debe alentarlo a demostrar la autenticidad de su arrepentimiento, a hacer lo que sea necesario para corregir las cosas.
Si es necesario algún tipo de restitución, ínstelo a que la haga. Si ha dañado a otros directamente por su pecado, él debe ir a ellos y buscar la reconciliación (Mateo 5:23–24). Pero suponiendo que él demuestra verdadero arrepentimiento, esto debería terminar el asunto. Las partes no involucradas no necesitan ser informadas. No se necesita imponer más disciplina. Usted puede regocijarse por haber ganado a su hermano.
Idealmente, la confrontación privada debería ser el último paso en la mayoría de los casos de disciplina. Desafortunadamente, aquellos que se mantienen obstinados, requieren el siguiente paso en la disciplina de la iglesia, el cual examinaremos la próxima vez.
(Adaptado de La Libertad y el Poder del Perdón)