Mucha gente celebra alegremente el nacimiento de Cristo en la Navidad, simplemente para después ignorarle, evitarle y rechazarle por el resto del año. No tienen problema en celebrar el nacimiento de un bebé, pero no desean escuchar acerca del Señor de señores. Cantan de Su nacimiento, pero descaradamente rechazan Su autoridad. Le adoran como niño, pero no le dan honor como Dios-hombre. Pueden tolerar los adornos de Navidad —un pesebre, pastores, reyes magos y José y María— pero no pueden soportar la venida de Dios en carne humana. Consecuentemente, el mundo ignora lo esencial de la verdad de la Navidad. Y en lugar de honrar a Jesús en la Navidad, de hecho, se burlan de Él.
El enemigo debe de amar la celebración mundana de la Navidad. Él debe divertirse con el pecado descarado, la blasfemia y el rechazo de Cristo —¡todo viniendo de gente que supuestamente está celebrando Su nacimiento! Él se debe deleitar en la manera en que la gente se infecta a sí misma en contra de la verdad de Cristo, al conmemorar Su nacimiento con palabras falsas, y al mismo tiempo, ignorando el punto central de todo —que Jesús es el Dios Todopoderoso.
La Encarnación
La Navidad no se trata de la infancia del Salvador; se trata de Su deidad. El nacimiento humilde de Jesucristo nunca se llevó a cabo con la intención de ser una fachada para ocultar la realidad de que Dios estaba naciendo en el mundo. Pero la versión de la Navidad del mundo moderno hace exactamente eso. Y consecuentemente, para la mayor parte de la humanidad, la Navidad no tiene un significado legítimo en absoluto.
Supongo que nadie se debe de haber imaginado lo que significa para Dios el haber nacido en un pesebre. ¿Cómo puede uno explicar al Todopoderoso descendiendo para convertirse en un pequeño infante? Por supuesto, fue la mayor condescendencia que el mundo jamás haya conocido o vaya a conocer. Nuestras mentes no pueden comenzar a entender lo que implica que Dios se hizo hombre. Nunca podremos comprender por qué Él, quien era infinitamente rico, se volvió pobre, asumiendo una naturaleza humana, y entrando al mundo que Él sabía que lo rechazaría y asesinaría.
Tampoco nadie puede explicar cómo Dios pudo convertirse en un bebé. Aun así, Él lo hizo. Sin abandonar Su naturaleza divina o disminuir Su divinidad en ningún sentido, Él nació en nuestro mundo como un pequeño bebé.
La gente a menudo me pregunta si pienso que Jesús lloró o si Él necesitaba cuidado normal y alimentación, como uno le daría a cualquier otro bebé. Por supuesto que sí. Él fue completamente hombre, con todas las necesidades y emociones que son comunes a cada ser humano.
Así también, Él fue completamente Dios —todo sabio y todo poderoso. ¿Cómo las dos cosas pueden ser verdad? No sé. Pero la Biblia claramente enseña que es así. En algún sentido, Jesús voluntariamente suspendió la aplicación total de Sus atributos divinos. Él no renunció a ser Dios, pero Él voluntariamente renunció al uso independiente de privilegios y poderes que le pertenecían como Dios (Filipenses 2:5–8). Él eligió subyugar Su deseo al deseo de Su Padre (Juan 5:30; 6:38). A través de todo esto, Él permaneció completamente Dios.
Humanidad y deidad
Por casi dos mil años, ha habido un debate continuo respecto a quién era Jesús. Las sectas y los escépticos ofrecen varias explicaciones. Ellos dicen que Él es uno más entre varios dioses, un ser creado, un ángel supremo, un buen maestro, un profeta y así. El hilo común de todas esas teorías es que ellos hacen a Jesús menos que Dios.
Pero permítale a la Biblia hablar por sí misma. El evangelio de Juan comienza con una clara declaración de que Jesús es Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Juan 1:1–3) ¿Quién es el Verbo del que se habla en estos versículos? El versículo 14 remueve cualquier duda: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
La evidencia bíblica es abrumadora; este niño en el pesebre era la encarnación de Dios. Por una parte, Él era omnisciente. Juan 2:24–25 dice que, “Jesús, mismo…conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.” Natanael estaba conmocionado al descubrir que Jesús conocía todo acerca de él antes de que ellos se conocieran. Fue suficiente para persuadirlo que Jesús era el Mesías (Juan 1:48–50). Juan 4 describe el encuentro de Jesús con la mujer samaritana en el pozo de Jacob. Él sabía todo acerca de ella (Juan 4:17–19, 29).
Él también hizo la obra de Dios, diciendo, “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.” (Juan 14:11) Las obras de Jesús son las pruebas convincentes de que Él es Dios. Él empezó Su ministerio milagroso con un simple acto —Él creó vino en una boda en Caná (Juan 2:1–11). Sólo Dios puede crear. Además, Él sanó gente que estaba desesperadamente enferma. Él le dio ojos a un hombre ciego. Él abrió oídos que nunca habían escuchado. Él regeneró miembros entumecidos. Él creó suficientes peces y panes para alimentar a miles. Él resucitó a los muertos simplemente con una orden.
Mientras que la gloria del Señor fue envuelta en Su forma humana, Su poder fue exhibido a través de Su ministerio, presentando testimonio abundante de Su deidad. Aun así, el mundo trabaja arduamente para negar la naturaleza verdadera de Cristo. Ellos preferirían mantener al bebé confinado en el pesebre para siempre. Pero, como veremos la próxima vez, la naturaleza verdadera de Jesús no puede ser ignorada, suprimida o escondida.
(Adaptado de El Milagro de Navidad.)