¿Alguna vez ha considerado lo que el mundo inconverso piensa acerca de su pastor? No es necesario que tenga un nombre famoso o que sea un predicador célebre con una audiencia mundial —no se trata de cuán famoso él sea. Plantéelo de esta manera, ¿qué es lo que los incrédulos en la vida de su pastor piensan de él? ¿Es su reputación en el mundo una extensión de su ministerio, o su conducta contradice y corrompe su testimonio?
En 1 Timoteo 3:7, Pablo cierra su lista de calificaciones para líderes de la iglesia con una característica final: “También es necesario que tenga un buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en el descredito y en lazo del diablo.”
En su comentario de 1 Timoteo, John MacArthur explica por qué Pablo incluye la reputación pública del pastor como una calificación para el ministerio.
El carácter piadoso de un anciano no debe ser manifestado solamente en su vida personal, la iglesia y su hogar. Él también debe “tener buen testimonio de los de afuera”.
La palabra “testimonio” traduce marturia, de la cual se deriva nuestra palabra en castellano “mártir”. La palabra habla de un testimonio que garantiza. El carácter de un anciano debe ser certificado por el testimonio de aquellos afuera de la iglesia. Un hombre elegido para dirigir la iglesia debe mantener una reputación de justicia, carácter moral, amor, benevolencia, generosidad y bondad en la comunidad. Ciertamente, no todos van a coincidir con su teología, y sin duda, él enfrentará antagonismos cuando tome una posición por la verdad de Dios.
Sin embargo, los que están afuera de la iglesia deben reconocerle como un hombre de una reputación impecable. ¿Cómo puede tener un hombre un impacto espiritual en su comunidad, si esa comunidad no lo respeta? Tal individuo no puede hacer nada, más que traer reproche o deshonra a la causa de Cristo.
En Romanos 2:23–24, Pablo pronunció una mordaz acusación en contra de Israel: “Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”.
La Biblia espera que la vida de cada creyente sea un testimonio verdadero para el mundo que mira, y eso es especialmente verdad acerca de aquellos en posiciones pastorales. Pablo exhorta a los Filipenses “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses 2:15). Colosenses 4:5 urge a los creyentes: “andad sabiamente para con los de afuera”. Pedro escribió, “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Pedro 2:12).[1] John MacArthur, El Comentario del Nuevo Testamento de MacArthur: 1 Timoteo (Chicago, IL.: Moody Press, 1995), 119-120.
La reputación pública de un pastor debe honrar el evangelio. Si no lo hace, él no está calificado para el liderazgo.
¿Por qué importa la opinión del mundo?
Muchos hombres han perdido sus ministerios en el medio de una falla moral pública.
Siempre es un ojo negro para el testimonio de la gente de Dios y Su Palabra. También provee munición a aquellos fuera de la iglesia, quienes buscan desacreditar la verdad de la Escritura y el trabajo transformador de Dios de salvación y santificación. Ése es el costo de naufragar moralmente, y es todo demasiado conocido.
Pero lo que es aún más perjudicial para el testimonio de la iglesia, es cuando los creyentes se apresuran a colocar a un líder caído de regreso al ministerio. La historia de Ted Haggard es un ejemplo.
El colapso moral de Haggard fue uno de los más notables de los últimos años —fue una historia provocadora que involucró drogas, perversión sexual y una hipocresía de alto perfil. Desde que se descubrió la historia en noviembre del 2006, ha sido cubierta en innumerables entrevistas, perfiles, noticias, al menos un documental y un musical Off-Broadway. Su nombre es sinónimo de corrupción, engaño e hipocresía.
Y hoy, él es otra vez el pastor de una iglesia. De hecho, estuvo fuera del ministerio público brevemente —apenas un tirón de orejas.
Cuando la iglesia blanquea tan livianamente los pecados de un pastor o anciano, le comunica al mundo exterior que el pecado no es tan grave, que la santidad no es realmente importante y que los cristianos están completamente cómodos con la hipocresía de “hagan lo que digo, no lo que hago” de parte de sus líderes. Mancilla las calificaciones bíblicas para los ancianos y reduce el mandamiento bíblico de santidad, justicia y pureza a un hazmerreír. Se burla de Dios, Su Palabra y Su pueblo.
Si la iglesia valora la Palabra de Dios, no puede restituir a la ligera a hombres que han empañado sus reputaciones y se han descalificado a sí mismos para el ministerio.
La trampa del diablo
Para reforzar la necesidad de pureza e integridad en el liderazgo, Pablo incluye una exhortación acerca del intento de Satanás de empañar y arruinar las reputaciones de pastores y ancianos. John MacArthur lo explica de esta manera:
Un anciano “es necesario que tenga un buen testimonio de los de afuera, para que no caiga…en lazo del diablo” (1 Timoteo 3:7). Satanás se esfuerza para atrapar a los líderes espirituales, así puede destruir su credibilidad e integridad. Él es como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8), y los líderes espirituales son su objetivo principal.
Como todos los cristianos, los ancianos tienen áreas de debilidad y vulnerabilidad y, a veces, caerán en una de las trampas de Satanás. Solamente un hombre perfecto no tropieza (Santiago 3:2). Los ancianos deben ser particularmente prudentes y cautos, para evitar las trampas del enemigo, en vez de convertirse en victimas de él. Entonces, los ancianos serán efectivos en liderar a otros lejos de las trampas del Diablo.
La iglesia de Efesio necesitaba examinar a sus líderes (Hechos 20:28-31), y es lo mismo para nosotros hoy. [2] John MacArthur, El Plan del Maestro para la Iglesia (Chicago, IL.: Moody Press, 2008), 263-264.
Los estándares de Dios, no los nuestros
A medida que muchos en la iglesia confían más y más en la sabiduría del mundo, necesitamos recordar que las calificaciones bíblicas para los líderes de las iglesias no son una lista de credenciales creadas por el hombre. En las semanas anteriores, hemos mencionado repetidamente la autoría de Pablo, pero cada palabra que él escribió fue inspirada por el Espíritu Santo. No se confunda: ésas son las calificaciones de Dios para los líderes de la iglesia.
Como hemos dicho al comienzo de esta serie, la calidad de una iglesia está ligada inseparablemente con la calidad de sus líderes. Y debido a que el paisaje evangélico está desbordado de CEOs, gurúes de auto-ayuda, comediantes y oradores motivacionales —todos disfrazados de pastores— el pueblo de Dios tiene que estar aún más comprometido a defender los estándares bíblicos para los pastores.