Conforme avanzamos en nuestra serie acerca de la verdad sobre el señorío de Cristo, hemos visto que Dios es Señor del universo y Él puede hacer cualquier cosa que quiera, y eso incluye nuestras vidas. Y dado que Él es el Señor, Cristo imprime marcas, o características en un discípulo genuino que le hacen parecerse a Él.
En Romanos 9:6, el apóstol Pablo hace una declaración paradójica cuando dice: “No todos los que descienden de Israel son israelitas”. En otras palabras, no todos los que son externamente judíos, lo son internamente. No todos los que externamente son identificados como el pueblo de Dios, lo son internamente.
Entonces, nosotros podríamos decir que todos los discípulos no son discípulos; que todos los aparentes seguidores de Jesucristo no son verdaderos seguidores de Él. Incluso, podríamos decir que toda iglesia, como la vemos, no es la iglesia de Cristo. Mateo 10 describe los sellos de garantía de un discípulo genuino. El mensaje allí es ante todo un mensaje acerca de la autenticidad. En segundo lugar, es un mensaje acerca del impacto: ¿Quién es un verdadero discípulo? ¿Cómo impacta al mundo? ¿Cómo le impacta el mundo a él?
La primera característica de un discípulo genuino es que es como su Señor. Tiene el carácter de Cristo. Por esto, en Hechos 11:26 el pueblo llamó cristianos a los creyentes: “pertenecientes al partido de” Cristo. Ellos eran pequeños cristos; manifestaban su carácter y evidenciaban las marcas de la vida de Cristo. Un cristiano verdadero no solo lleva el nombre de Cristo, sino que demuestra la virtud de Cristo. Mateo 10:24-25 declara un axioma obvio: “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor”. Las personas se vuelven semejantes a aquellos cuya influencia les dominan.
En Lucas 6:40 Jesús repite esta declaración verdadera y convincente: “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro”. Más allá de la disciplina del Espíritu de Cristo en nosotros, está el hecho de que Él mismo ha venido a vivir en nosotros, a fin de que podamos decir con Pablo: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20). Un discípulo verdadero actúa como Cristo. Por supuesto, habrá errores por nuestra condición humana, pero, no obstante habrá prueba fehaciente de la semejanza con Cristo en la vida de un creyente verdadero.
Si somos discípulos verdaderos, tenemos el sello distintivo de Jesucristo en nosotros. Él es nuestro hacedor. Él es nuestra vida. De manera magistral, Pablo afirma esto en 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Esa novedad de vida debe manifestarse a todos.
El carácter de Cristo
La segunda y consecuente característica de los discípulos verdaderos es que, si somos como Cristo, otros reaccionarán hacia nosotros como lo hicieron con Cristo. Mateo 10:25 continúa: “Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?”. Ser cristiano genuino quiere decir que manifestamos por dondequiera el carácter de Cristo y, por lo tanto, ser tratados como lo fue Él. Cuando andamos en el mundo con el carácter semejante al de Cristo, el mundo reaccionará hacia nosotros de la manera en la que reaccionó hacia Él.
Éste es el mensaje de Jesús en Juan 15:20 cuando dice: “El siervo [algunas traducciones dicen “esclavo”] no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado [obedecido] mi palabra, también guardarán la vuestra”. Si usted es genuino en su identificación con Cristo, puede esperar que el mundo que rechazó a Cristo lo rechace a usted también.
La lealtad de Cristo
También es característico de un verdadero discípulo de Jesucristo el no estar temeroso del mundo. Mateo 10:28 afirma: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. No hay razón para tener miedo, porque como seguidor de Cristo, usted sabe que felizmente un día cambiará los peligros que enfrenta en este mundo por las riquezas de su recompensa en el mundo venidero. Los discípulos hablaban con gozo “en la luz” y proclamaban “desde las azoteas” (v.27), sin preocuparse de cualquier reprimenda o amenaza.
Además, no hay motivo para temer porque ni aun un gorrión cae a tierra fuera de la voluntad de Dios. “Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (vv. 30-31).
Cuando el mundo se vuelve hostil y perseguidor del redimido de Dios, cuando marcha en su contra y le excluye de la sociedad o lo enajena, un discípulo verdadero no tiene miedo, porque se ha negado a sí mismo por completo, se ha entregado totalmente al señorío de Cristo y confía en su cuidado cueste lo que cueste, aun en contra de la hostilidad del mundo.
Otra característica del discipulado es que un verdadero discípulo es leal a su Señor. En el versículo 32 Jesús nos dice: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos”. Cuando el fuego está encendido, cuando la presión y persecución empuja y el mundo ataca, el creyente verdadero confesará abiertamente a Cristo. No tratará de esconderse. No negará su fe. No se retractará, sino que se pondrá de pie y proclamará a Cristo, sin importarle las circunstancias en su contra. Será encarcelado y aun enfrentará el ser ejecutado antes de negar a su Señor.
Quizá alguien pregunte: “¿Y qué me dice de Pedro? Fue un discípulo verdadero, pero negó a su Señor”. Es verdad. Lo hizo. Pero fue antes de que el Espíritu Santo viniera a morar en él. Después de eso, nunca más fue desleal. Murió por ser leal a Cristo: Crucificado, según la tradición, cabeza abajo, como lo pidió, porque dijo que no era digno de morir como su Señor. Tal lealtad señala que los que son de Cristo confesarán que le pertenecen.
En nuestro próximo blog, veremos que los discípulos de Cristo entienden que su Señor es causa de divisiones en el mundo, y ellos están dispuestos a aceptar las consecuencias de eso, porque ellos entienden el concepto de “la espada de Cristo”.
(Adaptado de La verdad sobre el señorío de Cristo)