La descripción que Juan hace del Verbo alcanza su pináculo en la tercera cláusula de su versículo inicial.
El Verbo no solo existía desde toda la eternidad y tenía comunión cara a cara con Dios Padre, también “el Verbo era Dios”.
Esa declaración simple, con tan solo cuatro palabras en español y en griego (theos en ho logos), tal vez sea la declaración más clara y directa sobre la deidad del Señor Jesucristo que se encuentre en las Escrituras.
No obstante, a pesar de su claridad, los grupos heréticos han pervertido el significado de sus palabras para dar respaldo a sus falsas doctrinas sobre la naturaleza del Señor Jesucristo; esto casi desde el momento en que Juan las escribió. Algunos anotan que theos (“Dios”) es anártrico (no precedido por un artículo definido) y argumentan con ello que es un nombre indefinido. Además, traducen mal la frase como “el Verbo era divino” (es decir, como si solo poseyera algunas cualidades de Dios) o, aún más aterrador, “el Verbo era un dios”.
Sin embargo, la ausencia del artículo antes de theos no lo hace indefinido. Logos (Verbo) tiene el artículo definido para mostrar que es el sujeto de la frase (pues está en minúscula como theos). De modo que decir “Dios era el Verbo” no es válido porque “el Verbo”, no “Dios”, es el sujeto. Además, sería teológicamente incorrecto porque igualaría al Padre (“Dios”, con quien el Verbo estaba en la cláusula anterior) con el Verbo, negando así que son dos personas separadas. El atributo nominal (“Dios”) describe la naturaleza del Verbo, mostrando que Él tiene la misma esencia del Padre[1].
De acuerdo con las reglas de la gramática griega, un atributo nominal (“Dios” en esta cláusula) no se puede considerar indefinido cuando precede a un verbo (luego, no puede traducirse como “un dios” en lugar de “Dios”) tan solo porque no tiene el artículo. El término “Dios” es definido y se refiere al Dios verdadero, cosa obvia por varias razones:
- Primero, theos aparece sin el artículo definido otras cuatro veces en el mismo contexto (vv. 6, 12-13, 18; cp. 3:2, 21; 9:16; Mt. 5:9). Ni siquiera la versión bíblica distorsionada de los Testigos de Jehová traduce el theos anártrico como “un dios” en tales versículos.
- Segundo, si el significado de Juan fuera que el Verbo es divino, o un dios, hay formas en las que se podría haber escrito la frase para hacerlo claro sin lugar a dudas. Por ejemplo, si él tan solo hubiera querido decir que el Verbo es divino en algún sentido, podría haber usado el adjetivo theios (cp. 2 P. 1:4). Como Robert L. Reymond anota, debe recordarse que “ningún léxico griego normal dice que theos tenga ‘divino’ como uno de sus significados, tampoco se vuelve adjetivo el sustantivo cuando este ‘se despoja’ de su artículo”[2]. O si Juan hubiera querido decir que el Verbo era un dios, podría haber escrito ho logos en theos. Si él hubiese escrito ho theos en ho logos, los dos sustantivos (theos y logos) serían intercambiables, y Dios y el Verbo serían idénticos.
Eso habría significado que el Padre es el Verbo, lo cual, como ya se dijo, negaría la Trinidad. Pero como se pregunta retóricamente Leon Morris: “¿De qué otra manera [distinta a theos en ho logos] podría uno decir en griego que ‘el Verbo era Dios’?”[3].
Juan, bajo la inspiración del Espíritu Santo, eligió la formulación correcta para transmitir con precisión la verdadera naturaleza del Verbo, de Jesucristo. “Al escribir theos sin el artículo, Juan no indica, por un lado, identidad de Persona con el Padre; ni, por el otro, alguna forma de naturaleza inferior a la de Dios mismo”[4].
Juan volvió a declarar las verdades profundas del versículo 1 en el versículo 2, subrayando así su significado. Enfatizó de nuevo la eternidad del Verbo; “Este [ya] era en el principio” cuando se creó todo lo demás, ya existía. Como en el versículo 1, el tiempo imperfecto del verbo eimi (“era”) describe la continua existencia del Verbo antes del “principio”. Y, como lo indicó Juan en el versículo 1, tal existencia era en comunión íntima “con Dios” Padre.
La verdad de la deidad de Jesucristo y su completa igualdad con el Padre es un elemento no negociable en la fe cristiana.
En 2 Juan 10, el apóstol advirtió: “Si alguien los visita y no lleva esta enseñanza [la enseñanza bíblica sobre Cristo; cp. vv. 7, 9], no lo reciban en casa ni le den la bienvenida” (NVI). Los creyentes no deben ayudar a los falsos maestros herejes de forma alguna; ni siquiera dales comida o alojamiento a quienes blasfemen contra Cristo, pues quien así lo hace “participa en sus malas obras” (v. 11). Tal comportamiento poco caritativo en apariencia tiene perfecta justificación con los falsos maestros que niegan la deidad de nuestro Señor y del evangelio, pues están bajo la maldición de Dios:
No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. (Gá. 1:7-9)
Jesús y Pablo describieron a los falsos maestros como lobos disfrazados para enfatizar su peligro mortal (Mt. 7:15; Hch. 20:29). No se les debe dar la bienvenida en el rebaño. Hay que evitarlos y mantenerlos alejados.
La confusión sobre la deidad de Cristo es inexcusable porque la enseñanza bíblica al respecto es clara e inequívoca. Jesucristo es el Verbo eternamente preexistente, quien disfruta de vida divina y de completa comunión cara a cara con el Padre, y es Dios.
(Adaptado de La Deidad de Cristo)
[1] Cp. H. E. Dana y Julius R. Mantey, A Manual Grammar of the Greek New Testament (Toronto: MacMillan, 1957), pp. 139-140; A. T. Robertson, The Minister and His Greek New Testament (reimpresión; Grand Rapids: Baker, 1978), pp. 67-68.
[2] Como Robert L. Reymond indica en Jesus, Divine Messiah (Phillipsburg: Presb. & Ref., 1990), p. 303.
[3] Leon Morris, El Evangelio según Juan (Barcelona: Clie, 2005), p. 111 n. 15.
[4] H. A. W. Meyer, Critical and Exegetical Handbook to the Gospel of John (reimpresión; Winona Lake: Alpha, 1979), p. 48.