En Mateo 5:31, en el Sermón del monte, Jesús menciona el concepto del divorcio y volverse a casar que imperaba en ese tiempo. Ahora, en el versículo 32, llegamos al meollo de lo que Jesús quería enseñar: “Pero yo os digo que todo aquel que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de adulterio, hace que ella cometa adulterio”.
Aquí Jesús afirmó exactamente lo que Moisés estaba enseñando en Deuteronomio 24: que el divorcio injustificado conduce inevitablemente al adulterio. A los escribas y fariseos legalistas y justos según sus propias reglas, Él esencialmente les estaba diciendo: “Ustedes consideran que son grandes maestros y guardianes de la ley, pero al permitir el divorcio sin culpa, ¡han causado una gran plaga de adulterio que contamina al pueblo de Dios! Al rebajar los estándares de Dios para cumplir los suyos, han conducido a mucha gente al pecado y al juicio”.
Los efectos perjudiciales del divorcio
Cuando consideramos con cuidado el impacto desastroso del divorcio en los hijos, otros familiares y la sociedad en general, se hace obvio que pocas prácticas se igualan al divorcio en su puro carácter destructivo. El divorcio causa no solo la multiplicación del pecado, sino también confusión, resentimiento, odio, amargura, desesperación, conflicto y toda clase de dificultades. A pesar de eso, los fariseos – como mucha gente hoy en día – aún tenían problemas en aceptar la enseñanza clara de Jesús acerca del divorcio y el nuevo casamiento.
La cláusula de excepción
Jesús menciona solo una condición en la que el divorcio no es la causa del adulterio, y es en casos donde el vínculo matrimonial ya ha sido destruido por la infidelidad de una de las partes. Es erróneo divorciarse de su cónyuge “a no ser por causa de adulterio” (Mateo 5:32, énfasis añadido). No cometa el mismo tipo de error que los fariseos pensando que esto era un mandamiento. Esta excepción no significa que el divorcio sea necesario cuando un cónyuge es infiel (como si Dios estuviera ansioso de que se lleve a cabo el divorcio). Esto no es un mandamiento, sino una concesión.
Es importante que la infidelidad sexual sea la única base legal que dio Cristo para el divorcio. Él estaba resaltando el propósito divino del matrimonio “desde el principio” (Mateo 19:8), y recalcó que el diseño original de Dios para el matrimonio era un hombre y una mujer entrando en una unión permanente e indisoluble el uno con el otro.
El adulterio – especialmente la infidelidad sin arrepentimiento o a largo plazo – constituye una seria infracción de esa unión, aun aparte de la formalidad de un divorcio. Por lo tanto, cuando Jesús mencionó el “adulterio” como la única razón para el divorcio simplemente sería un reconocimiento legal de que la unión permanente ya se había quebrado de manera permanente e irreparable por el pecado de la persona culpable.
(Hay un caso más en el que es permisible el divorcio, tal como lo declaró el apóstol Pablo en 1 Corintios 7:15. En Mateo 5 y 19, Jesús está estableciendo los cimientos sobre los cuales Pablo – escribiendo bajo la guía infalible del Espíritu Santo – posteriormente edifica). La gente que desea creer que no hay base bíblica para el divorcio en lo absoluto indica que la cláusula de excepción aparece solo en el Evangelio de Mateo. Temen que aceptarlo tal como está causaría contradicción o añadiría a la ley de Dios con respecto al pecado del adulterio.
Por supuesto, Dios tiene que decir algo solo una vez para que sea cierto, así que el hecho de que la cláusula de excepción aparece solo en Mateo no tiene nada que ver con su veracidad. Dios no dice todo acerca de un tema cada vez que lo trae a colación. En Mateo 5 y 19 la cláusula está incluida específicamente para corregir la distorsión de los fariseos de la ley de Dios en cuanto al adulterio. La cláusula de excepción en esos pasajes amplifica la enseñanza de Jesús sobre el divorcio en Marcos 10 y Lucas 16, no la contradice en ninguna manera.
Protección para el inocente
Cuando un adúltero moría bajo la aplicación más estricta de la ley de Moisés, el cónyuge inocente, por supuesto, quedaba libre para casarse de nuevo. Como lo notamos, parecen haber sido bastante raros los casos de la vida real en los que la pena de muerte fue ejecutada sobre los adúlteros. (David, por ejemplo, no fue condenado a muerte por su adulterio con Betsabé).
La provisión de Moisés del divorcio (en vez de la muerte por apedreamiento) fue en realidad una alternativa compasiva. Fue permitido por misericordia. Primero, para mostrar misericordia al cónyuge culpable al perdonarle su vida; y segundo, mostrar misericordia al cónyuge inocente al despejar el camino para volverse a casar. Permitir el divorcio, pero negar el nuevo casamiento en realidad pondría de cabeza a la misericordia sentenciando al inocente a una vida de soledad y miseria.
En verdad, el divorcio disolvía formal y legalmente el matrimonio por esta razón: para que el ofendido quedase libre para volverse a casar sin ninguna culpa o estigma.
Eso es precisamente lo que Jesús está enseñando aquí, y es la única interpretación razonable de la cláusula de excepción: el adulterio (o el equivalente) – especialmente cuando se convierte en un patrón persistente – puede ser motivo legítimo para el divorcio. Y, en tales casos, el cónyuge inocente está libre de volverse a casar después del divorcio.
(Adaptado de El dilema del divorcio)