La Biblia enseña claramente lo que Dios piensa acerca del divorcio: Él lo odia (Malaquías 2:16), y nosotros también deberíamos hacerlo. El problema es que la gente está tentada a ignorar la clara enseñanza de la Biblia porque quieren justificar lo que quieren hacer, así que tratan de encontrar algo en las Escrituras o en otro lugar que apoye sus deseos.
La diversidad de opiniones sobre el matrimonio y el volverse a casar, la tolerancia cada vez mayor del divorcio fácil y la abundancia de las familias rotas en nuestra cultura son frutos inevitables de esa actitud. Cuando la gente forma sus creencias basada en la conveniencia y preferencia personal en lugar de escuchar (y someterse) a lo que realmente dice la Palabra de Dios, entonces reina la confusión.
Sin embargo, hay fundamentalmente cuatro puntos de vista predominantes sobre el divorcio: Primero, la sociedad secular (y, tristemente, incluso muchos que profesan ser cristianos) permite el divorcio y el nuevo casamiento en cualquier momento, para cualquier persona, por cualquier causa. En la corriente principal e histórica de los evangélicos (esa comunidad de cristianos que profesan creer implícitamente en la Biblia, toman en serio sus estándares y acuden solamente a Cristo para recibir salvación), ese punto de vista nunca ha sido el dominante.
En cambio, pastores, conservadores, comentaristas de la Biblia y teólogos generalmente están divididos entre los otros tres puntos de vista: Segundo, algunos insisten en que, bíblicamente, no debe haber divorcio en lo absoluto para nadie, por ninguna razón, o bajo ninguna circunstancia. Tercero, otros enseñan que el divorcio bajo ciertas circunstancias es permisible pero no se permite el volverse a casar –jamás– en ningún momento, para nadie, por ninguna razón. Y cuarto, otros dicen que, bíblicamente, tanto el divorcio como el volverse a casar son posibles, pero solo bajo ciertas circunstancias.
¿Cuál opción es verdaderamente bíblica? Nosotros encontramos la respuesta en el Sermón del monte que dio Jesús.
Los fariseos de la época de Jesús
Como mucha gente hoy, los líderes judíos de la época de Jesús, tipificados por los fariseos, habían desarrollado sus propios estándares para el divorcio y el volverse a casar, pero los presentaron a la gente como si fueran los estándares de Dios. En Mateo 5:31, 32 encontramos a Jesús poniendo las cosas en su lugar: “También fue dicho: Cualquiera que despide a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que todo aquel que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de adulterio, hace que ella cometa adulterio. Y el que se casa con la mujer divorciada comete adulterio”.
Aquí está el contexto: Jesús estaba confrontando los pecados de los fariseos, y estaba desenmascarando su hipocresía. Estaba mostrando cómo habían cambiado los estándares de Dios por los suyos porque no podían cumplir los de él. Ellos arrastraron a Dios a su propio bajo nivel e inventaron su propio código de ética. Para empeorar las cosas, malinterpretaron la Biblia para que encajara con sus propios puntos de vista. Una mayoría de los fariseos decidió que cualquier esposo debería poder deshacerse de su esposa cuando quisiera, así que cambiaron un pasaje bíblico para que se ajustara a esa perversa noción.
El pasaje que cambiaron fue Deuteronomio 24:1-4; allí es donde Jesús empezó su enseñanza sobre el divorcio y el volverse a casar para sacar a la gente del fango al nivel elevado de Dios.
Nuestro texto en el Sermón del monte que dio Jesús, Mateo 5:31, 32, empieza así: “También fue dicho…”. Eso no se refiere a la ley del Antiguo Testamento, sino a lo que los rabinos habían enseñado erróneamente a la gente. Es parecido al v.21, donde leemos que Jesús dijo: “Habéis oído que fue dicho a los antiguos…”. En ambos casos Él contestó con: “Pero yo os digo…”. Él estaba declarando con autoridad algo como: Lo que han escuchado es erróneo, pero lo que yo les estoy diciendo es correcto.
De hecho, cuando Jesús terminó el Sermón del monte, “las multitudes estaban maravilladas de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad [por sí mismo], y no como los escribas,” quienes citaban la autoridad de otras personas (Mateo 7:28, 29). Nuestro Señor dio una enseñanza bíblica precisa para corregir la malinterpretación tradicional que llevó al malentendido de la gente acerca del divorcio.
La gente, guiada por sus líderes, toleró el divorcio y el volverse a casar por cualquier razón. La respuesta de Jesús en el v.32 es que Dios no permite el divorcio, excepto por una razón muy específica.
La cláusula de excepción es importante. Fíjese que, si bien Jesús estaba confrontando abiertamente la actitud demasiado relajada de los fariseos hacia el divorcio, Él expresamente reconoció una excepción: “a no ser por causa de adulterio”. En otro lugar, Él estaba hablando del tipo de pecado sexual serio e impenitente que representa un asalto frontal contra la santidad de la unión matrimonial y fractura irreparablemente todo vestigio de confianza e intimidad. En otras palabras, se suponía que era una exclusión poco común de la regla prevaleciente, y siempre fundada en la realidad de que Dios odia el divorcio.
Algunos cristianos, con la buena intención de querer detener los males sociales del divorcio, prefieren ignorar o descartar la cláusula de excepción con una explicación e insistir en que el divorcio nunca es permisible, punto. Pero no podemos pensar mejor que Jesús y no debemos hacer la ley más rígida de lo que Él la hizo. Necesitamos tratar sinceramente con todo lo que Él enseñó, y no añadir o quitar a Su Palabra.
En el próximo blog, exploraremos más, para saber exactamente el significado de la carta de divorcio, y lo que la Biblia verdaderamente enseña al respecto.
(Adaptado de El dilema del divorcio)