… Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes (Génesis 3:20).
Eva debe haber sido una criatura de belleza insuperable. Fue la corona y el pináculo del asombroso trabajo creativo de Dios. La primera figura femenina de la raza de Adán fue el último ser viviente en ser llamado a la existencia, diseñado directamente por la propia mano del Creador, con atención y cuidado especial en cada detalle.
Recuerde que Eva no fue hecha del polvo como Adán, sino cuidadosamente diseñada a partir de carne y huesos vivos. Adán era polvo refinado; Eva era un refinamiento glorioso de la humanidad misma. Era un regalo especial para Adán. La compañera necesaria que hizo que finalmente su existencia estuviera completa y cuya presencia señalaba la conclusión de toda la creación.
Eva, el único ser directamente creado por Dios del tejido vivo de otra criatura, fue en verdad un prodigio maravilloso. Dios había compuesto de la nada un universo vasto y sublime. Luego hizo a Adán de un puñado de polvo. Pero nada en toda la expansión del universo fue más hermoso que esta mujer hecha de una parte de Adán. Si el hombre representa a la especie suprema (una raza de criaturas hechas a imagen de Dios), Eva fue la encarnación viviente de la gloria de la humanidad (1 Corintios 11:7). Dios había dejado lo mejor para el final. Nada más adecuado para ser el cenit de toda la creación.
En su estado original, incontaminada por ningún mal, libre de cualquier enfermedad o defecto, preservada de toda imperfección, Eva era el arquetipo perfecto de la excelencia femenina. Era magnífica en todo sentido. Puesto que no había existido ninguna otra mujer en un mundo no caído y libre de maldición, ninguna otra mujer podría superar la gracia, el encanto, las virtudes, el ingenio, la inteligencia y la inocencia pura de Eva. Físicamente también, ella debe haber personificado todo lo mejor tanto de la fuerza como de la belleza. Sin duda era un cuadro vivo del más puro resplandor.
La Escritura, sin embargo, no nos da una descripción física de Eva. Su belleza —espléndida como debe haber sido— ni se la menciona ni se la alude. El enfoque del relato bíblico está sobre el deber de Eva para con su Creador y su función al lado de su marido. Ese es un hecho importante que nos recuerda que los principales rasgos distintivos de la verdadera excelencia femenina no son superficiales. Las mujeres que están obsesionadas con la imagen, los cosméticos, las formas del cuerpo y otros temas externos, tienen una opinión distorsionada de la feminidad. La cultura occidental como un todo (incluyendo un segmento grande de la iglesia visible), parece desesperadamente confusa respecto de estos asuntos. Necesitamos regresar a la Escritura para ver lo que para Dios es el ideal de mujer. Y la descripción bíblica de Eva es un recordatorio excelente de cuáles deberían ser sus verdaderas prioridades.
Como “madre de todos los vivientes”, Eva es obviamente un personaje muy importante en la historia de la caída y redención de la humanidad. Sin embargo, su nombre se cita solo cuatro veces en toda la Escritura: dos veces en el Antiguo Testamento (Génesis 3:20; 4:1) y dos veces en el Nuevo Testamento (2 Corintios 11:3; 1 Timoteo 2:13). No solamente no tenemos ninguna descripción física de ella, sino que tampoco tenemos otros detales como cuántos hijos tuvo, cuántos años vivió y dónde y cómo murió (Génesis 5:3-5). La manera en que la Biblia nos cuenta su historia, casi de un modo abreviado, nos ayuda a concentrarnos en los aspectos que tienen mayor trascendencia en su vida.
Aunque la Escritura guarda silencio respecto de muchas cosas que nos gustaría saber sobre ella, nos da un relato detallado sobre su creación, su tentación y su caída, la maldición que recibió y la consiguiente esperanza a la que ese aferró. Naturalmente, aquí es donde enfocaremos nuestro estudio sobre esta mujer realmente extraordinaria.
(Adaptado de Doce Mujeres Extraordinarias )