¿Cómo puede usted examinarse a sí mismo y saber si es un verdadero creyente? Esa es la pregunta que hicimos al comienzo de esta serie. Bueno, Jesús acabó con la religiosidad de los judíos en el Sermón del Monte al decirles en pocas palabras: “Quiero ofrecerles una nueva norma de vida, un nuevo criterio mediante el cual evaluar si son o no son redimidos”, y de esta manera, describir cómo debería verse la vida del creyente.
¿Quiere usted ponerse a prueba a sí mismo? Entonces, permita que el Espíritu de Dios compare su salvación con los hechos del Sermón del Monte. He aquí la norma y la clave de todo esto en una palabra: justicia. Jesús estaba diciendo: “Si eres un hijo del Rey, la característica de tu vida será la justicia”.
En una ocasión, una señora me contó acerca de una mujer en su iglesia que decía ser cristiana, pero que había estado viviendo con un hombre que no era su marido. ¿Es ella cristiana? Sin duda, es una pregunta legítima. En 1 Corintios 6 leemos que los fornicarios no heredarán el reino de los cielos. ¿Por qué? Porque la fornicación es iniquidad y la verdadera conversión se caracteriza por la justicia. Los cristianos pueden cometer fornicación, pero cuando lo hacen, no se distinguen de los que no son cristianos, de modo que es perfectamente legítimo cuestionar la salvación de la mujer.
El versículo clave de todo el Sermón del Monte se encuentra en Mateo 5:20, en donde Jesús dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Ellos iban todos los días al templo, pagaban sus diezmos, ayunaban y oraban. ¡Eran unos religiosos hipócritas!
A pesar de esto, Jesús dice: “Os digo que si vuestra justicia no fuere mayor... no entraréis en mi reino”. La justicia es el tema. La justicia hace que seamos personas apartadas en la conversión. La justicia sencillamente significa vivir una vida recta, vivir conforme a las normas establecidas por Dios, según Su definición. Si no vivimos de esta manera, lo genuino de nuestra salvación puede ser objeto de sospecha para otros e incluso para nosotros mismos (normalmente en forma de inseguridad).
Me encuentro a menudo con personas que afirman ser cristianas, pero cuyas vidas no concuerdan con la definición que encontramos en Hebreos 12:14, que dice: “la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Segunda de Timoteo 2:19 dice: “Conoce el Señor a los que son suyos”. ¿Y quiénes son? Los que nombran el nombre de Cristo y se apartan de la iniquidad.
Tito 1:16 dice: “Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra”. Profesar carece de significado si no hay obediencia, justicia, santidad y una convicción de apartarse de la iniquidad.
En una ocasión, escuché a un pastor predicar: “¿No es maravilloso poder venir a Jesucristo y no tener que cambiar nada interior o exteriormente?” ¿Esto puede ser cierto? ¡Claro que no! Más nos vale que se produzca una transformación. Por supuesto que podemos venir a Jesús tal y como somos, pero si después de la conversión somos tal y como éramos, ¿cómo podemos llamar a eso una conversión? Segunda de Corintios 5:17 lo resume muy bien cuando dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Ser justos no significa que nunca pequemos. Primera de Juan 1:9 dice que los cristianos están continuamente confesando sus pecados. Eso indica que efectivamente pecamos. Pero es un pecado del que nos ocupamos tarde o temprano. Lo confesamos, nos apartamos de él, nos arrepentimos, lo despreciamos. No es algo que amemos. “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Santiago lo expresa de la siguiente manera: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4).
Hambre y Sed de lo que es Justo
Por supuesto que aún cometeremos pecado, pero cuando ocurra, lo odiaremos como lo describe Pablo en Romanos 7. Tendremos hambre y sed de lo que es justo, nos esforzaremos en obedecer, desearemos amar a nuestro hermano y odiar el sistema malvado del mundo. Así es como es, si existe la verdadera salvación.
Usted no puede demostrar que es cristiano si sigue tranquilamente por el mismo camino. Tomar una decisión, caminar por un pasillo, entrar en un cuarto para preguntar o leer un folleto no ha sido nunca el criterio bíblico de la salvación. El criterio bíblico de la salvación se enfoca en cómo usted vive su vida actualmente.
Digo con profundo dolor en mi corazón que estoy seguro que hay muchas personas que no son cristianas en la iglesia en la que yo pastoreo. La verdad es que, si una persona no acude a Jesucristo conmovida en lo más profundo de su ser y lamentando sinceramente su condición de pecado, sintiendo verdadera hambre y sed de justicia más que de ninguna otra cosa, existe la posibilidad de que esa persona no sea cristiana.
Esos son los criterios que nos da nuestro Señor. Él dijo que primeramente habrá una entrada apropiada al reino, y es ahí donde empieza el Sermón del Monte. Esta hambre de justicia debe resultar en un testimonio consecuente con las virtudes santas, el cual es el tema de nuestro próximo blog.
(Adaptado de El único camino a la felicidad)