La frase "Dios es amor" no es ni siquiera la única de tales declaraciones en la primera epístola de Juan. En la introducción de la carta, en el mismo inicio, Juan ofreció esta declaración abreviada del mensaje que quería declarar: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Jn. 1:5). Cuando el apóstol expresa que "Dios es luz", abarca varias ideas, entre ellas santidad, verdad y esplendor divino. Por eso, al leer esta epístola, debemos recordar que estas dos frases, "Dios es luz" y "Dios es amor", deben mantenerse en equilibrio todo el tiempo. Dios es amor, pero una vez dicho eso, no hemos dicho todo lo que es cierto acerca de Dios.
Sin embargo, no nos atrevamos a minimizar la fuerza de este texto crucial. Al afirmar que "Dios es amor", el apóstol está haciendo una declaración muy fuerte respecto al carácter y la esencia de Dios. La misma naturaleza de Dios es amar... el amor impregna lo que Él es. O, como John Stott escribió: “Dios es amor en lo más íntimo de su ser”[1]John R. W. Stott, The Epistles of John (Grand Rapids:Eerdmans, 1964), 160.. Stott llama a la declaración del apóstol de que Dios es amor “la más comprensiva y sublime de todas las afirmaciones bíblicas sobre Dios”[2]Stott, The Epistles of John.
La declaración “Dios es amor” es tan profunda que nada menos que Agustín la vio como evidencia importante para la doctrina de la Trinidad. Si Dios es amor (es decir, si el amor es intrínseco a su naturaleza misma), entonces Él siempre ha amado, aún desde la eternidad pasada, antes que hubiera algún objeto creado para su amor. Agustín sugirió que este amor debió haber existido entre las personas de la Trinidad, con el Padre amando al Hijo, y así sucesivamente. Por eso, según Agustín, el mismo hecho de que Dios sea amor corrobora la doctrina de la Trinidad.
Está claro que el amor que describe este texto es una realidad eterna; fluye de la misma naturaleza de Dios y no es una respuesta a algo fuera de la persona de Dios. El apóstol no declara: “Dios está amando”, como si estuviera hablando de uno de muchos atributos, sino que expresa “Dios es amor” como para decir que el amor impregna e influye todos sus atributos.
Por ejemplo, sabemos que Dios es “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (He. 7:26). Como un ser santo, Él sería perfectamente justo si viera a todos los pecadores con el mayor desprecio. Pero la santidad de Dios, es una santidad amorosa que se extiende con salvación a los pecadores, lo cual es la antítesis de la indiferencia.
Sin duda, el amor suaviza hasta los juicios de Dios. ¡Qué maravilloso que quien es fuego consumidor, que quien es luz inaccesible, también sea la personificación del amor! Él pospone sus juicios contra el pecado mientras suplica a los pecadores que se arrepientan. Dios ofrece misericordia libremente a todos los que se arrepienten. Muestra paciencia y bondad incluso a muchos que endurecen sus corazones contra Él. El amor divino no solo mantiene a raya la ira divina mientras Dios apela a los pecadores, sino que también prueba que Dios es justo cuando finalmente condena.
E incluso cuando condena, “Dios es amor”. Por tanto, nuestro Dios se muestra no solo glorioso, sino también bueno; no solo inmaculadamente santo, sino también maravillosamente compasivo; no solo justo, sino también como un Dios de amor inigualable. Y ese amor emana de Su misma esencia.
(Adaptado de De Tal Manera Amó Dios...)