Como si no fuera suficiente que la crucifixión llevara un estigma tan vergonzoso, también estaba la humillante sencillez de la cruz, un repudio a la sabiduría del mundo.
Primera de Corintios 1:19-21 dice:
Pues está escrito:
Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
Tanto los judíos como los gentiles disfrutaban de lo complejo, especialmente los griegos en sus sistemas filosóficos. Les encantaba la gimnasia mental y los laberintos intelectuales. Creían que la verdad era conocible, pero solo por las mentes elevadas. Este sistema más tarde se llegó a conocer como gnosticismo, que es la creencia de que ciertas personas, en virtud de sus elevados poderes de razonamiento, podían avanzar más allá del hoi polloi y ascender al nivel de iluminación.
En tiempos de Pablo, podemos encontrar por lo menos unas cincuenta filosofías diferentes que resonaban en el mundo griego y romano. Entonces, llegó el evangelio y dijo: “Nada de eso importa. Lo destruiremos por completo. Tomen toda la sabiduría del sabio, busquen lo mejor, busquen lo mejor de lo mejor, a los más educados, a los más capaces, a los más listos, a los más astutos, a los mejores en retórica, oratoria y lógica; busquen a todos los sabios, a todos los escribas, a todos los expertos legistas, a los grandes disputadores, y a todos ellos se los llamará necios”. El evangelio dice que todos son necios.
La cita de Pablo de Isaías 29:14, en el versículo 19, “destruiré la sabiduría de los sabios”, tenía que ser una afirmación hiriente para su audiencia. Estaba diciendo, básicamente: “Echaré por el suelo a todos sus filósofos y su filosofía”. Nada era sutil en Pablo, nada vago ni ambiguo. Pero el mensaje no era de Pablo. Como nos recalca cuando afirma: “Está escrito” –literalmente, “sigue escrito”– se posiciona como verdad divinamente revelada según la cual, el evangelio de la cruz no hace ninguna concesión a la sabiduría humana. Pablo no era sino el portavoz de Dios. El intelecto humano no juega papel alguno en la redención. Y en el versículo 20, es como si Pablo estuviera diciendo: “¿Qué piensan ustedes que pueden ofrecer? ¿Dónde está el escriba? ¿Qué contribución puede hacer el experto legista? ¿Dónde está el disputador? ¿Qué puede ofrecer? Todos son necios”.
Primera de Corintios 2:14 dice: “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Este es el problema. La persona inconversa puede tener grandes poderes de razonamiento e intelecto, pero cuando se trata de la realidad espiritual y la vida de Dios y la eternidad, no tiene nada para contribuir. Ya sea en Atenas o Roma, en Cambridge, Oxford, Harvard, Standford, Yale o Princeton, o en cualquier otra parte, toda la sabiduría compilada que está fuera de las Escrituras no es más que necedad.
Dios sabiamente estableció que nadie puede jamás llegar a conocerle por la sabiduría humana. La única manera en que alguien llega a conocer a Dios es por revelación divina y por el Espíritu Santo. La palabra final en cuanto a la sabiduría humana es que no tiene sentido. El hombre, por su sabiduría, no puede conocer a Dios.
Pues bien, ¿cómo puede, entonces, el hombre conocer a Dios si no es por medio de la sabiduría? “Mediante la locura de la predicación”. ¿Quiere usted que la gente conozca a Dios? Entonces, simplemente predique el mensaje. Jeremías 8:9 dice: “Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados; he aquí que aborrecieron la palabra de Jehová; ¿y qué sabiduría tienen?” Si se rechazan las Escrituras, no se tiene nada de sabiduría. Si se cambia el mensaje bíblico, no se puede predicar sabiduría.
No tenemos licencia artística para predicar el evangelio. Mire de nuevo 1 Corintios 1:18: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan –esto es, a nosotros– es poder de Dios”. Y luego, en el versículo 21: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. Y los versículos 23-24: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero y para los gentiles locura; más para los llamados así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios”.
Pablo estaba dando un solo mensaje: el poder de Dios por la palabra de la cruz es lo que salva a las personas. Los hombres son instrumentos para entregar ese mensaje, pero el mensaje no surge de ellos, viene de Dios. Este es absolutamente el único mensaje que tenemos.
Cualquier otro mensaje es falso y absolutamente inaceptable, como Gálatas 1:8-9 declara sin disculpa ni componendas: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. Pero el cristianismo ligero, que es tan popular hoy, ha sustituido otro mensaje que trata de eliminar la ofensa de la cruz.
Casi nadie en estos días tolera la exclusividad y supremacía de Cristo, incluso algunos que profesan ser cristianos. El mensaje de la cruz no es políticamente correcto; es la singularidad del evangelio, aparte de todo lo demás, lo que fastidia a la gente. ¿Puede usted imaginarse por un momento lo que sucedería si algún personaje célebre o dirigente político sencillamente dijera: “Soy creyente, y si usted no lo es, va a ir al infierno”? ¡Uy!
Luego, imagínese que alguien dijera: “Todos los musulmanes, hindúes, budistas y los que creen que pueden ganarse la salvación, ya sean protestantes de teología liberal o católicos romanos, y también todos los mormones y los testigos de Jehová van al infierno eterno. Pero yo me intereso en usted tanto que quiero darle el evangelio de Jesucristo, porque eso es mucho más importante que las guerras en Medio Oriente, el terrorismo y cualquier política doméstica”.
No se puede ser fiel y popular; de modo que escoja.
Lo que Pablo estaba diciendo en 1 Corintios es que el evangelio choca con nuestras emociones, choca con nuestra mentalidad, choca con nuestras relaciones personales.
Hace añicos nuestras sensibilidades, nuestro pensamiento racional, nuestra tolerancia. Es difícil de creer. Desdichadamente, por esto la gente hace componendas, y cuando las hacen, se vuelven inútiles porque Dios salva a través de esta verdad.
La cruz en sí misma proclama el veredicto sobre el hombre caído. La cruz dice que Dios exige la pena de muerte por el pecado, mientras que nos proclama la gloria de la sustitución. Rescata al que perece. Los que perecen son los condenados, los arruinados, sentenciados, destruidos; son los perdidos, los que están bajo juicio divino por violaciones interminables de su santa Ley. Si usted y yo no abrazamos al Sustituto, sufrimos nosotros mismos esa muerte, y es una muerte que dura para siempre.
El mensaje de la cruz no tiene que ver con las necesidades que se sienten. No se trata de que Jesús le ama a usted tanto que quiere contentarle. Se trata de rescatarlo a usted de la condenación eterna, porque esa es la sentencia que pesa sobre la cabeza de todo ser humano. Así que el evangelio es una ofensa por cualquier lado que se vea. No hay nada en cuanto a la cruz que encaje cómodamente con la forma en que el hombre se ve a sí mismo.
El evangelio confronta al hombre y lo expone tal cual es. No se fija en el desencanto que siente. No le ofrece ningún alivio de sus luchas como ser humano. Más bien, va al asunto profundo y eterno del hecho de que él está condenado y desesperadamente necesita que le rescaten. Solo la muerte puede lograr el rescate, pero Dios, en su misericordia, ha provisto un Sustituto.
(Adaptado de Difícil de Creer)