by
¿Alguna vez lo han estafado? La mayoría de nosotros, de alguna u otra manera, hemos experimentado la sensación de vulneración al ser estafados o extorsionados. Aún más indignante son las acciones de quienes estafan a la gente en nombre de Dios quebrantando el tercer mandamiento —blasfemando, en su intento por quebrantar el octavo —robando.
Como vimos la última vez, la extorsión religiosa proliferaba en el siglo XVI. La Iglesia Católica Romana presionaba a los feligreses más pobres a comprar falsas promesas del favor de Dios en la otra vida, llamadas indulgencias. De hecho, fue tan burda y tan difundida esta práctica que provocó que Martín Lutero escribiera sus Noventa y Cinco Tesis.
Aunque la protesta de Lutero puso freno a esa forma particular de extorsión religiosa, la gracia y las bendiciones de Dios siguen a la venta hoy en día en el mercado religioso. Y las indulgencias modernas ya no son dominio exclusivo del catolicismo romano. El protestantismo se ha visto infiltrado por una corriente moderna de vendedores de indulgencias —charlatanes tan hábiles como Tetzel a la hora de estafar a los feligreses contemporáneos.
Sin duda, la forma más descarada de indulgencias modernas son las que promueven los falsos sanadores carismáticos. Estos venden todo tipo de objetos ridículos, prometiendo impartir la gracia y el favor de Dios. Con un parecido increíble a la enorme industria católica de las reliquias, los sanadores modernos venden botellas de agua milagrosa, frascos de aceite de unción de tierra santa y retazos de antiguos paños de oración. Cualquier cosa que se parezca remotamente a un punto de contacto con el mundo bíblico puede venderse como un portal entre el hombre y Dios.
Sin embargo, para la mayoría de los predicadores de la prosperidad que dominan la televisión cristiana, estas reliquias ni siquiera son necesarias. Más bien, sus indulgencias se venden a través de una promesa verbal de sanación, beneficio o avance financiero, si lo feligreses primero siembran una semilla financiera —por supuesto, a nombre del predicador. Así es como John MacArthur describe esta artimaña:
“Programa tras programa se insta a la gente a ‘plantar una semilla’ con la promesa de que Dios milagrosamente los hará ricos a cambio. Esto es conocido como el plan de la semilla de fe, llamada así por Oral Roberts, el pionero clave en el uso de la televisión para difundir la doctrina carismática. Los televangelistas más carismáticos y sanadores de fe utilizan el plan de la semilla de fe de Roberts o algo similar para manipular a los televidentes a fin de que donen más de lo que en realidad pueden dar”[1]John MacArthur, Fuego Extraño (Nashville, TN: Grupo Nelson, 2014), 9..
El pastor John ve un paralelismo inconfundible entre Johann Tetzel y los charlatanes televisivos de la actualidad. De hecho, él sostiene que su versión moderna del chantaje de la indulgencia supera ampliamente las tácticas de Tetzel, tanto en escala como en pecado:
“Si el montaje se parece al de Tetzel, es porque se trata precisamente de la misma doctrina… Al igual que Tetzel, TBN (Trinity Broadcasting Network) o Enlace en el mundo hispano, se aprovechan de los pobres y les hacen falsas promesas. Sin embargo, lo que ocurre a diario en estas cadenas de televisión es mucho peor que los abusos que denunciaba Lutero, porque es más frecuente y más flagrante. El medio de comunicación es más tecnológico y las cantidades que recaudan de los bolsillos de los espectadores son astronómicamente más elevadas. (Según la mayoría de las estimaciones, TBN vale más de mil millones de dólares y recauda 200 millones al año. Esas son contribuciones directas a la red, sin contar millones más en donaciones que fueron enviadas directamente). Como Tetzel en esteroides, otros supuestos pastores y prácticamente todos los moderadores de TBN viven en una llamativa opulencia, mientras piden constantemente más dinero a sus necesitados espectadores. Los espectadores ancianos, pobres y de clase trabajadora constituyen el principal grupo demográfico de TBN. Y los recaudadores de fondos de TBN lo saben. Las personas con más necesidad —desempleados, trabajando en dos empleos, tratando de salir adelante; tratando de sobrevivir, en bancarrota— son atraídos a través de falsas promesas para que den lo que ni siquiera tienen”[2]John MacArthur, Unholy Trinity, Grace to You:Blog, https://www.gty.org/library/blog/B091211.
Está claro que el modelo de Tetzel se ha reproducido y se ha abusado exponencialmente a través de las plataformas de los medios de comunicación modernos: concentrándose en los pobres y en los más vulnerables; haciendo promesas grandiosas que no son suyas; exprimiendo hasta la última gota de los ingresos de sus víctimas; utilizando los beneficios para su propia extravagancia. Es como una especie de Robin Hood invertido. Pero el asunto no acaba ahí. El dar dinero en respuesta a un argumento de venta televisivo es invariablemente la puerta de entrada a nuevas extorsiones.
En sus cartas de apoyo, Benny Hinn —quizás el sanador de fe y predicador de la prosperidad más importante de nuestros días— ha promovido descaradamente estas indulgencias modernas a sus seguidores. En una ocasión, pidió donaciones de más de mil dólares. A cambio, prometió poner el nombre de cada donante en una placa que adornaría el interior de su jet privado, para acordarse de orar por ellos mientras viajaba. En otra carta prometía que, por un donativo de cualquier cantidad, Hinn protegería sobrenaturalmente a los familiares del donante para que no murieran de cáncer.
Pero las afirmaciones escandalosas y narcisistas de Hinn no son nada nuevo ni fuera de lo común. Son el pan de cada día de la recaudación de fondos carismática desde hace al menos tres décadas. Las prácticas iniciadas por Tetzel han sido revisadas y mejoradas.
Mientras que Johann Tetzel pedía rescate por sus parientes muertos en el purgatorio, Oral Roberts pidió rescate por sí mismo en una de las ventas de indulgencias más obscenas y extrañas de todos los tiempos. El New York Times reportó que en enero de 1987, Roberts dijo a su audiencia televisiva que tenían que donar ocho millones de dólares antes del 1 de marzo, de lo contrario, Dios se lo llevaría. La estratagema de Roberts tuvo éxito y pudo pagar a estos cobradores impacientes.
Como los fariseos que “devoraban las casas de las viudas” (Lc. 20:47), estos modernos vendedores ambulantes de indulgencias se aprovechan de los vulnerables e ingenuos. A menudo son las personas que menos pueden costearlo los que terminan comprando sus estafas, con la ciega esperanza de que Dios desatará bendiciones financieras sobre ellos a cambio de su semilla financiera. Pero los únicos que se enriquecen son los propios sanadores y predicadores de la prosperidad.
La mayoría de nosotros podemos ver a través de ese juego espiritual. Pero hay un montón de versiones más sutiles y más civilizadas de las indulgencias que todavía plagan la iglesia en la actualidad.
Joel Osteen es un buen ejemplo. Aunque mantiene todos los principios centrales de la teología de la prosperidad, evita el comportamiento extravagante y las promesas obscenas de otros predicadores de la salud y la riqueza. Al igual que Roberts, Osteen se vende a sí mismo y a su estilo de vida: la opulenta riqueza y la fama mundial de la que disfruta son supuestas pruebas del favor de Dios. Y por el precio de un libro o de una entrada para uno de sus eventos, usted puede aprender a desatar el mismo tipo de bendición en su vida.
¿Y quién no querría ser como él? Osteen encarna el sueño americano. Tiene buen aspecto, siempre está contento y marcha por la vida en una interminable procesión de victorias. Si compra uno de sus libros o asiste a uno de sus eventos motivacionales, se le promete la fórmula secreta de Joel para “Lo Mejor de Ti”, vivir “Tu Mejor Vida Ahora”, hacer que “Cada Día [sea] Viernes” y descubrir las declaraciones de “El Poder del Yo Soy” para que pueda confesar positivamente sus deseos y hacerlos realidad. Incluso en el mundo hispanohablante, existen ejemplos como el de Dante Gebel, el cual es un motivador de la misma línea de Osteen; como también Cash Luna, un televangelista y falso sanador de la línea de Roberts entre otros. Al igual que Tetzel se aprovechó de una población que temía a la muerte, estos estafadores llenan sus bolsillos con el dinero de personas que temen fracasar.
Todos esos ejemplos caen —en un grado u otro— en los rincones carismáticos de la iglesia protestante. Pero hay otra corriente de ventas indulgentes que ha conseguido escapar de esos confines y campa en las iglesias evangélicas modernas. Lo examinaremos la próxima vez.