La vida de un esclavo en la época del Nuevo Testamento debió ser difícil, aunque relativamente simple. Los esclavos solo tenían un interés primario: llevar a cabo la voluntad de su amo. En las tareas en las que recibían órdenes directas, debían obedecer. En cambio, en las tareas en las que no recibían órdenes directas, debían encontrar la manera de complacer a su amo lo mejor posible.
Este tipo de devoción que marca la esclavitud del primer siglo también caracteriza al cristianismo bíblico. Al igual que los esclavos, nosotros debemos ser completamente devotos a nuestro único Amo. Nuestro interés mayor se resume en las palabras de Cristo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30). Tal devoción exclusiva hace imposible servir a Dios y a otro amo al mismo tiempo. No podemos simultáneamente servir a Dios y al dinero, adorar al Dios verdadero y a los ídolos, o vivir de acuerdo al espíritu y la carne[1]Cp. Mateo 6:24; Romanos 7:5-6; 6:11-18; 1 Tesalonicenses 1:9..
Todo lo que debemos hacer es “lo que es agradable delante de Él” (Hebreos 13:21). Esta fue la motivación de las palabras de Pablo a los corintios: “Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables” (2 Corintios 5:9). Los creyentes deben “agradarle [al Señor] en todo” (Colosenses 1:10), “conduciros y agradar a Dios” (1 Tesalonicenses 4:1), “porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios” (Romanos 14:18). Se nos llama a buscar su gloria en todo lo que hacemos, anhelando nosotros mismos una conducta digna de su nombre[2]Cp. 1 Corintios 10:31; Colosenses 2:12; 3:17; 1 Tesalonicenses 2:12..Por último, lo único que importa es la aprobación y la recompensa del Amo. Para el esclavo fiel, esto es motivación suficiente.
Dependencia absoluta
Como parte de la familia del amo, los esclavos eran totalmente dependientes de sus dueños en cuanto a las necesidades básicas de la vida, incluyendo la alimentación y el refugio. Las comidas usualmente consistían de maíz, aunque el grano o el pan a veces se entregaban en lugar de ello. “Junto con el maíz o el pan, se permitía comúnmente la sal o el aceite. Ni la carne ni los vegetales formaban parte de la dieta normal de los esclavos; no obstante, ocasionalmente recibían una cantidad pequeña de vinagre y pescado salado o aceitunas, cuando los higos u otras frutas no abundaban”[3]Blair, An Inquiry into the State of Slavery, p.95..
En cuanto a su alojamiento, los esclavos domésticos solían vivir con sus amos en habitaciones separadas o, en el caso de las casas más pequeñas, en cualquier espacio libre [4]Vea Jennifer A. Glancy. Slavery in Early Christianity, p.45.. A pesar de ser básicas, desde la perspectiva moderna, tales disposiciones eran en general adecuadas. Incluso, daban al esclavo una ventaja significativa frente a los que no eran esclavos. A diferencia de las personas libres, los esclavos no tenían que preocuparse por encontrar algo que comer o un lugar donde dormir. Ya que sus necesidades estaban atendidas, ellos podían centrarse enteramente en servir a su amo.
Nuevamente, los paralelos con la vida cristiana son notables. Como creyentes, podemos enfocarnos en las cosas que Dios nos ha llamado a hacer, confiando en que Él atiende nuestras necesidades. “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Dijo Jesús a sus seguidores: “Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:31-33). Aquellos que tienen como su prioridad mayor agradar a Dios pueden estar confiados que Él cuidará de ellos[5]Cp. Ryken, Wilhoir, y Longman, “Slave, Slavery”, The Dictionary of Biblical Imagery, p.798. El artículo señala que: “la relación esclavo-amo es paralela a la nuestra con Dios porque se nos llama a rendir cuentas a Él…[De la misma manera] Él también asume responsabilidad por nosotros: ‘como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores… Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros’ (Salmos 123:2)”..
Nadie comprendió este principio mejor que el apóstol Pablo. Como “esclavo de Cristo”, él había dejado todo para servir a su Amo. Su ministerio no era nada fácil, humanamente hablando. En reiteradas ocasiones, lo habían golpeado, encarcelado, había estado en peligro y amenazado de muerte. Sin embargo, a pesar de todo esto, Dios siempre le proporcionó todo lo que necesitaba para cumplir fielmente su ministerio. “Por nada estéis afanosos”, escribió a los filipenses, “sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego” (Filipenses 4:6).
Más adelante, en ese capítulo, explicó que había aprendido el secreto del contentamiento, sin importar las circunstancias. Por consiguiente, él pudo declarar: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). El contentamiento de Pablo vino tanto de la confianza total en Cristo como de la evaluación correcta de sus necesidades. Como le explicó a Timoteo: “Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6:7-8).
Basado en toda una vida de confianza en su Amo, Pablo pudo con seguridad decir a los filipenses: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Algo similar les había dicho a los corintios: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8). El mismo Pablo dependía diariamente de Cristo, descansando en la promesa de Dios a él: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Incluso en medio de circunstancias aparentemente terribles, Pablo permaneció confiado y agradecido[6]Cp. Hechos 16:25; 1 Tesalonicenses 5:8..
Simplemente, saber que estaba al cuidado de su Amo hacía posible enfrentar cualquier dificultad. Como escribió a los creyentes en Roma:
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?... Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35, 38-39).
Pablo podía enumerar todas estas amenazas potenciales basado en su experiencia personal[7]Para una lista de algunas de las pruebas que Pablo padeció por el bien de Cristo, vea 2 Corintios 11:23-33.. Él sabía de primera mano que ninguna de ellas podría segar el amor de su Amo por él.
(Adaptado de Esclavo)