¿Se venden indulgencias en su iglesia evangélica local? Piénselo bien antes de responder a esta pregunta.
Ciertamente es fácil (y legítimo) señalar con el dedo a los sanadores carismáticos y a los predicadores de la prosperidad. Como vimos la última vez, sus ventas de artículos y sus falsas promesas son el equivalente moderno de las indulgencias que Johann Tetzel y la Iglesia Católica vendían en el siglo XVI. Pero hay otra industria de la indulgencia más sigilosa que prospera hoy en día, delante de nuestras narices en la iglesia evangélica.
Hoy en día, muchos pastores evangélicos conservadores están reviviendo y promoviendo la práctica del diezmo. Argumentan que este patrón del Antiguo Testamento —que consiste en dar la décima parte de sus ingresos— sigue siendo un requisito para los cristianos del Nuevo Testamento.
A diferencia de las grotescas formas de indulgencias que hemos encontrado hasta ahora, el diezmo moderno tiene un aire de credibilidad bíblica. De hecho, el diezmo precede a la ley mosaica y aparece por primera vez en Génesis 14:20. Abraham regresó de una batalla victoriosa —en la que rescató a su sobrino Lot— y dio a Melquisedec, el rey de Salem, la décima parte del botín de su victoria (vale la pena señalar que el primer diezmo de Abraham no salió de su riqueza personal).
Un paralelismo mucho más cercano al diezmo moderno se produjo bajo el pacto mosaico. El cual se convirtió en un requisito para que los ciudadanos de la nación de Israel demostraran fidelidad al Señor, y financiaran el sacerdocio levítico y el sistema de sacrificios. “Destruiré vuestros lugares altos, y derribaré vuestras imágenes, y pondré vuestros cuerpos muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos, y mi alma os abominará” (Lv. 26:30; Dt. 14:22–29).
Pero ¿acaso estos requisitos del Antiguo Testamento aplican a los cristianos del Nuevo Testamento? Muchos pastores evangélicos de hoy responden rotundamente que sí. Apelan a las cualidades casi sobrenaturales del diezmo descritas en Malaquías 3:8–11:
“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos”.
Los defensores modernos ven un doble poder místico en el diezmo basado en ese pasaje: acceso a Dios y protección contra Satanás. La fórmula es bastante simple: el diezmo compra la bendición de Dios y se convierte en la criptonita de Satanás. Si usted no diezma, le está robando a Dios (v. 8); si le roba a Dios, Él ha pronunciado una maldición sobre usted (v. 9); y si está maldito, el devorador —Satanás— tiene control sobre su salud, sus relaciones y sus finanzas (v. 11). Por el contrario, si usted diezma, Dios derramará su bendición sobre usted y le protegerá de los ataques de Satanás (v. 10). En muchos sentidos, eso se hace eco del antiguo argumento de venta de Tetzel.
Ronnie Floyd, expresidente de la Convención Bautista del Sur, condena explícitamente el no diezmar como pecado: “Cuando no practicamos dar la primera décima parte de nuestros ingresos y entramos en la esfera de la generosidad, estamos practicando y eligiendo la avaricia”. Floyd continúa diciendo que diezmar es la “única manera” de que los feligreses eviten el pecado de la avaricia: “Dé el primer diez por ciento de todos sus ingresos a su iglesia local” porque cuando diezma “está haciendo que Dios se involucre en su vida de forma sobrenatural”.
Para ser claro, no consideraría automáticamente incorrecto que un pastor le animara a diezmar, o tampoco si usted decidiera que el diez por ciento es lo que quiere dar regularmente a su iglesia local.
Sin embargo, Floyd fue mucho más allá de eso en la cita anterior. Al hacer obligatorio el diezmo (dar el diez por ciento) y usar su púlpito para forzar a su congregación, cruzó la línea entre el error y la extorsión. Decirle a las personas que están en pecado impenitente por no diezmar, o exigir que diezmen bajo la amenaza de ser separados de la bendición de Dios, sale directamente del manual de Tetzel.
En su libro ¿A quién pertenece el dinero? John MacArthur explica que el diezmo era una forma de impuesto del Antiguo Testamento que suministraba los fondos necesarios para el funcionamiento del gobierno teocrático de Israel. Concluye que el principio de Malaquías 3 no se aplica a los creyentes bajo el Nuevo Pacto.
“Durante años, muchas iglesias fundamentalistas, evangélicas, conservadoras… han promovido el diezmo como la norma básica para lo que sus miembros deben poner en el plato de ofrenda. Pero un concepto tan inflexible, visto como un principio eterno y universal para todos los creyentes, sencillamente no se enseña en las Escrituras.
El principio del Nuevo Pacto sobre la ofrenda —por el que usted y yo debemos regir nuestra vida— no se deriva de algún porcentaje obligatorio. La ofrenda del Nuevo Pacto nace del corazón y se determina personalmente… ‘El que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre’ (2 Co. 9:6–7)[1]John MacArthur, ¿A Quién Pertenece el Dinero?, (Grand Rapids: Portavoz, 2005), 130..
Lamentablemente, las normas rígidas y antibíblicas sobre el diezmo se han arraigado en la cultura de muchas iglesias. Para muchos simplemente no hay vuelta atrás de los presupuestos masivos con los que ahora operan. No será tarea fácil romper esos patrones y liberar a las congregaciones de esas prácticas legalistas.
Esos pastores que amenazan con ataques satánicos y con la separación del favor de Dios, merecen un lugar junto a los peores vendedores de indulgencia de toda la historia de la iglesia —incluidos los escribas y fariseos a los que Cristo se enfrentó durante Su ministerio. De hecho, nuestro Señor modeló cómo debemos responder a ese tipo de extorsión espiritual durante Su ministerio terrenal. Y eso lo veremos la próxima vez.