Se cuenta acerca del lanzador de béisbol, Dizzy Dean, cuya carrera terminó después de haber recibido un pelotazo en su pie que le rompió un dedo del pie. Esa lesión arruinó el movimiento de lanzamiento de Dean, ya que cuando se impulsaba fuera la goma de lanzamiento para lanzar, tenía que compensar por el dedo lesionado girando el pie en la dirección equivocada. Como consecuencia, se veía obligado a extender excesivamente su brazo y eso al final terminó arruinando su carrera como lanzador. Lo mismo es espiritualmente cierto en la iglesia. Cuando existen miembros que no están en funcionamiento, se producirán efectos adversos en algún otro lugar del cuerpo. Todos los santos deben invertir en el ministerio los dones que Dios les ha dado.
Una de las descripciones más precisas de la iglesia del primer siglo se halla en Hechos 2:41–47, en donde leemos que los que habían sido salvos: “Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (v. 42, énfasis añadido). Estos primeros cristianos se distinguieron por una devoción sistemática y un compromiso sacrificial para con los demás miembros del cuerpo de Cristo. Esta responsabilidad es tanto como para los pastores, como también, para el resto de la iglesia. Algo anda mal en una iglesia donde los empleados son los que hacen todo en la iglesia. El ministerio de la iglesia se extiende a todos los creyentes, con cada uno de nosotros usando los dones que Dios nos ha dado para la edificación del cuerpo (Ro. 12:6–8).
Cuando algún hermano en la iglesia me dice: “Necesitamos este u otro programa en la iglesia”. Yo le respondo: “Está bien, si usted lo siente así, vaya y hágalo”. Después de haber respondido de esa manera por varios años, nadie me preguntó más acerca de empezar un programa a menos que de verdad fuera en serio. La iglesia debe enfatizar el ministerio para cada creyente individual. Los líderes de la iglesia no deberían reclutar a miembros para realizar tareas para las que no están realmente motivados o capacitados para hacerlo. Más bien, el liderazgo debe preparar a sus miembros para las cosas que el Espíritu Santo ha capacitado a esos santos para llevar a cabo. Miembros de iglesia que ministran de forma dinámica y activa hacen que la iglesia sea eficaz.
Preocupados unos por otros
Una iglesia dinámica se involucrará en la vida de sus miembros. Muchas iglesias se vuelven lugares donde las personas van simplemente a recibir información. Pero la iglesia no puede vivir en el aislamiento. Sus miembros no pueden meramente llegar, sentarse, salir y luego decir que son parte de la vida de la iglesia. Hay una tremenda responsabilidad en las manos de todos los cristianos para ministrar a otros creyentes. El Nuevo Testamento está lleno de exhortaciones acerca de ministrar usando nuestros dones espirituales y respondiendo de forma apropiada a otros.
A veces algunas personas dicen que la gente necesita regresar a la iglesia. Sin embargo, cuando ya estaban allí nunca les enseñaron lo que tenían que hacer, de modo que se marcharon. Ahora queremos que vuelvan, pero todavía no les estamos diciendo qué hacer cuando llegan allí.
¿Por qué asistimos a la iglesia? Hebreos 10:24–25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos”. No acudimos a la iglesia solo para escuchar, sino también para animarnos unos a otros a hacer el bien. Cada cristiano debería ser como una batería que se une a otros creyentes y corporativamente incrementamos el rendimiento de la iglesia.
El Nuevo Testamento tiene mucho que decir sobre la conducta de los creyentes entre ellos mismos. Estar preocupados por otros es un tema importante en las Escrituras:
- Romanos 14:19: Edificarnos unos a otros.
- Romanos 15:14: Amonestarnos unos a otros, lo que se refiere a aconsejarnos unos a otros con la intención de cambiar el comportamiento.
- Gálatas 6:2: Sobrellevar los unos las cargas de los otros.
- Colosenses 3:13: Perdonarnos unos a otros.
- 1 Tesalonicenses 4:18: Alentarnos unos a otros.
- Tito 1:13: Reprendernos unos a otros.
- Hebreos 10:25: Exhortarnos unos a otros.
- Santiago 5:16: Orar unos por otros, confesando nuestros pecados unos a otros.
Todos estos mandatos indican claramente las responsabilidades que tenemos los cristianos unos para con otros a lo largo de toda la vida.
Cuando estudio la vida de nuestro Señor Jesucristo, veo a alguien que se interesaba por los individuos. Era un amigo bondadoso, sensible y amoroso que se relacionaba personalmente con otros. Él causó alegría en una boda. Se asoció libremente con borrachos hasta el punto de que empezaron a decir que Él era uno de ellos. Se juntó con personas débiles y sin importancia e hizo que fueran eternamente importantes. Se acercó a individuos perversos y hostiles y les mostró un afecto que los ganó.
Cuando Jesús llegó a la región de los gadarenos cerca del lago de Galilea, se encontró con un perturbado mental que le recibió a gritos diciendo: “¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes” (Mr. 5:7). Este hombre estaba poseído por un demonio. El pobre “tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, más las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos, y nadie le podía dominar” (vv. 3–4). ¡Obviamente la gente procuraba evitarle! Pero Jesús se interesó y se acercó a él. Después que Jesús arrojó fuera el demonio de este hombre, los vecinos de aquel lugar le vieron “sentado, vestido y en su juicio cabal” (v.15). Jesús se involucró en la vida de este hombre y la transformó. Y ese es solo uno de muchos ejemplos.
La iglesia debe ser una comunidad de amor en la que comparten unos con otros. Muy a menudo pensamos que hemos hecho todo lo que teníamos que hacer si hemos asistido a la iglesia. Entramos tan campantes en el edificio, nos sentamos, escuchamos y luego nos metemos otra vez en el auto para seguir con nuestros asuntos. ¡Qué Dios nos ayude si esa es nuestra perspectiva de lo que una iglesia debiera ser!
(Adaptado de El plan del Señor para la iglesia)