“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Col. 1:15).
Jesús es el Dios-hombre —verdadera y completamente Dios, a la vez que verdadera y completamente humano. Él exhibe y ejerce, plenamente, todas las características divinas y los atributos de Dios. Esta es la gloriosa doctrina que la Iglesia ha tenido que defender por siglos.
Los herejes, en el tiempo de Pablo, consideraban a Jesús como uno más dentro de la serie de espíritus emanados de Dios. Pablo desmiente esta afirmación con dos poderosas descripciones de la verdadera identidad de Jesús. En primer lugar, lo describe como “la imagen del Dios invisible”. Eikón (“imagen”) significa “imagen” o “semejanza”. De este se origina el término “icono”, que se refiere a una estatua. Está presente en Mateo 22:20 al referirse a la imagen de César en una moneda y en Apocalipsis 13:14 a la estatua del anticristo.
Aunque el hombre también es creado a imagen de Dios (1 Co. 11:7; cp. Gn. 1:26–27), no es su imagen total. Su personalidad racional evidencia que fue hecho a la imagen de Dios y, al igual que Dios, posee inteligencia, emociones y voluntad que le permiten pensar, sentir y decidir. Sin embargo, los seres humanos no somos la imagen de Dios en lo moral, puesto que Él es santo y nosotros pecadores. Tampoco en nuestra esencia somos creados a Su imagen. No poseemos atributos exclusivos de Dios tales como su omnipotencia, inmutabilidad u omnipresencia. Somos humanos, no divinos.
La caída desfiguró la imagen original de Dios en el hombre. Antes de la caída, Adán y Eva eran inocentes, libres de pecado e inmortales. Ellos perdieron estas cualidades en el momento de pecar. No obstante, cuando una persona pone su fe en Cristo, recibe la promesa de que la imagen de Dios será restaurada en ella. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro. 8:29; cp. 2 Co. 3:18; Col. 3:10). Cuando los creyentes hayamos finalmente alcanzado la vida eterna, Dios nos hará libres de pecado como Cristo.
A diferencia del hombre, Jesucristo es perfecto y la imagen exacta de Dios. No adoptó la imagen de Dios en el momento de la encarnación, sino que ha sido Su imagen desde la eternidad. Hebreos 1:3 define a Jesús como “el resplandor de su gloria [de Dios]”. Cristo refleja los atributos de Dios de la misma manera que los rayos solares reflejan al sol. Más aún, Cristo es “la imagen misma de su sustancia [de Dios]”. Jaraktér (“la imagen misma”) se refiere a un grabado o un sello. Jesús es la imagen exacta de Dios. En todo es como Dios (Fil. 2:6). Es por eso que podía afirmar: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9). En Cristo, el Dios invisible se hizo visible, “y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre” (Jn. 1:14).
Al usar el término eikón, Pablo recalca que Jesús es tanto la imagen como la manifestación de Dios. Es la revelación completa, definitiva y plena de Dios. Es Dios en carne humana. Esto fue lo que Cristo mismo declaró (Jn. 8:58; 10:30–33) y es el testimonio unánime de las Escrituras (cp. Jn. 1:1; 20:28; Ro. 9:5; Fil. 2:6; Col. 2:9; Tit. 2:13; He. 1:8; 2 P. 1:1). Pensar menos de Cristo es blasfemia y evidencia una mente cegada por Satanás (2 Co. 4:4).
Pablo describe también a Cristo como “el primogénito de toda creación”. Desde los arrianos hasta los Testigos de Jehová de nuestros días, aquellos que niegan la deidad del Señor han buscado justificarse con esta frase. Argumentan que Cristo es un ser creado y que, por lo tanto, no puede ser el Dios eterno. Esta interpretación desvirtúa por completo el sentido de prototókos (“primogénito”) y desconoce el contexto.
Si bien prototókos puede referirse al primogénito en orden cronológico (Lc. 2:7), su principal significado se relaciona con la posición o el rango. Tanto en la cultura griega como en la judía, el primogénito era el hijo con derecho a la herencia. No era siempre el que había nacido en primer lugar. Aunque Esaú nació primero en orden cronológico, fue Jacob el “primogénito” que recibió la herencia. Jesús es aquel que tiene el derecho a la herencia de toda la creación (cp. He. 1:2; Ap. 5:1–7, 13).
Israel es llamado el primogénito de Dios en Éxodo 4:22 y Jeremías 31:9. Aunque no fue el primer pueblo en nacer, ocupó el primer lugar a los ojos de Dios entre todas las demás naciones. En Salmos 89:27, Dios dice del Mesías: “Yo también le pondré por primogénito” y luego afirma lo que significa: “El más excelso de los reyes de la tierra”. En Apocalipsis 1:5, Jesús es llamado “el primogénito de los muertos”, aunque no haya sido la primera persona en resucitar en orden cronológico. Él es preeminente entre todos los resucitados. Romanos 8:29 habla de Él como el primogénito en relación con la Iglesia. En todos los casos anteriores, primogénito señala, sin duda, la superioridad en rango, no el orden al ser creado.
Hay muchas más razones para refutar la idea de que “primogénito” señala a Jesús como un ser creado. Dicha interpretación contradice por completo la descripción de Jesús como monogenés ('unigénito” o “único”) en Juan 1:18. Junto con Teodoreto, padre de la iglesia primitiva, podríamos preguntarnos: “Si Cristo fue unigénito, ¿podría ser primogénito? Y luego, si fuera primogénito, ¿cómo podría ser unigénito?”. ¿Cómo es posible que sea el primero entre muchos de Su clase y al mismo tiempo el único miembro de Su clase? No obstante, resulta fácil confundirse si asumimos el significado de “creado primero” o “nacido primero”. Además de eso, cuando el prototókos forma parte de la clase a la cual se refiere, esta es plural (cp. Col. 1:18; Ro. 8:29). No obstante, creación es singular. Por último, si Pablo quisiera sugerir que Cristo era el primer ser creado, ¿por qué no utilizó la palabra griega protoktistos, que significa “creado primero”?
Esta interpretación de prototókos también desconoce el contexto: tanto el contexto general de la epístola como el contexto específico del pasaje. Si Pablo estuviera enseñando aquí que Cristo es un ser creado, estaría aceptando el punto central de la herejía colosense. Esta enseñaba que Cristo era un ser creado, la más prominente de las emanaciones de Dios. Dicha enseñanza estaría en franca contradicción con el objetivo de su epístola, que era refutar las falsas enseñanzas en Colosas.
Interpretar prototókos para señalar que Cristo es un ser creado choca también con la armonía del contexto inmediato. Pablo acaba de describir a Cristo como la imagen perfecta y completa de Dios. En el versículo siguiente se refiere a Él como el Creador de todo lo que existe. ¿Cómo es posible que fuera Él mismo un ser creado? Más aún, el versículo 17 declara: “Él es antes de todas las cosas”. Cristo existía antes de que todo fuera creado (cp. Mi. 5:2). Y solo Dios existía antes de la creación.
Lejos de ser una entre muchas emanaciones procedentes de Dios, Jesús es Su imagen perfecta. Es el heredero preeminente sobre toda la creación (el genitivo ktiseos se traduce mejor “sobre” y no “de”). Jesús existía desde antes de la creación y también es exaltado en rango sobre ella. Estas verdades determinan quién es en relación con Dios. También rebaten los planteamientos de los falsos maestros. Pero Pablo aún no ha terminado; la semana que viene continuaremos con esta defensa contra los herejes que negaban la deidad de Jesucristo.
(Adaptado de La deidad de Cristo)