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Como ya hemos estudiado, Satanás es presentado en las Escrituras como un engañador, padre de mentira (Jn. 844; cp. Gn. 3:1; 2 Co. 11:14; 2 Ts. 2:9), con un objetivo principal, como enemigo de Dios de “cegar el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:4). Sin embargo, a pesar de las victorias aparentes de Satanás, sus días están contados. Desde que Dios declaró Su creación como buena “en gran manera” (Gn. 1:31) hasta justo antes de la eternidad futura en el nuevo cielo y la nueva tierra (Ap. 20:10), Dios ha pronunciado, y pronunciará, múltiples juicios sobre el rebelde Satanás. El último será completo y definitivo. Dios, quien declaró el fin desde el principio (Is. 46:10), ha dado una idea de la historia judicial de Satanás en las Escrituras.
El juicio original de Satanás
Satanás no fue creado originalmente como el maligno en el cual él eligió convertirse. ¿Cuándo se rebeló, pues, el diablo contra su santo Señor? En Génesis 1–3 no se narra la ocasión, sino que más bien se da por sentada. Una vez declaró Dios que la creación era buena “en gran manera” (Gn. 1:31), Dios describe en Génesis 3 a una criatura engañosa que se propuso embaucar a los primeros seres humanos para que sirvieran a sus propios propósitos, en lugar de a los de Dios.
No hay ni un solo pasaje claro y directo en las Escrituras que informe explícitamente de esta traición celestial. Sin embargo, varios lugares aluden a ello. En primer lugar, Apocalipsis 12:3–4 habla del dragón rojo, el antiguo engañador, cuyos esfuerzos fueron globales (Ap. 12:9), que reclutó a un tercio del ejército celestial para que se uniera a él en la rebelión espiritual contra Dios y, así, se convirtieron en ángeles impuros, o demonios. No ha habido, ni habrá, otra deserción de ángeles después de esta. Tampoco habrá redención para ninguno de los demonios.
Esta breve declaración en Apocalipsis se remonta a Ezequiel 28:11–19, dirigida al antiguo rey de Tiro y a la satánica influencia de su reino. Aquí resulta difícil distinguir con claridad entre ambos, pero es bastante obvio que se tiene a los dos en mente. Varios hechos deben ser inferidos sobre Satanás:
- Satanás es un ser creado (28:13).
- Satanás fue creado como un ángel justo (28:13–14).
- Satanás escogió una forma de vida perversa (28:15).
- Satanás fue, posteriormente, expulsado por Dios de forma deshonrosa del cielo, del santo servicio en nombre de su Creador (28:16).
Aunque se refiere al futuro rey de Babilonia, Isaías 14:4–21 parece aludir también a Satanás, así como lo hace Ezequiel. Es muy parecido a cuando Cristo habló sobre Pedro y Satanás en la misma frase (Mt. 16:23). El juicio de Dios se emite sobre la base de las cinco jactancias en tiempo futuro de Satanás (Is. 14:13–14) que evidencian su abominable orgullo. Pablo advierte, asimismo, a los líderes de la iglesia respecto al pecado original de Satanás (1 Ti. 3:6–7). Aunque Satanás y un tercio de los ángeles del cielo quedaron descalificados de la honorable función de servir a Dios en el cielo, no fueron desterrados por completo de la presencia celestial (cf. Job 1:6; 2:1).
El juicio edénico de Satanás
¿En Génesis 3:1–5, estaba Eva hablando con una serpiente literal o con Satanás? El Nuevo Testamento revela que la serpiente está asociada con Satanás (2 Co. 11:3; Ap. 12:9; 20:2). Se diría que es una criatura poseída por Satanás, similar a la descripción de cuando Satanás entró en Judas, en Lucas 22:3 y Juan 13:27. Este mismo fenómeno habría sido ciertamente posible con la serpiente. Bíblicamente, es razonable sostener que los seres no racionales son capaces de hablar cuando los activa un poder sobrenatural. El asna de Balaam (Nm. 22:28–30; 2 P. 2:16) es suficiente prueba bíblica de establecer la realidad histórica de este fenómeno. No parece haber duda de que una serpiente real está implicada. Tampoco cabe duda de que Satanás estuviera directamente implicado.
¿Está Dios maldiciendo al poseedor, al poseído, o a ambos? Elegir al uno o al otro resulta difícil. No parece razonable que Satanás quedara fuera de la maldición, ya que fue el instigador. Así, parece mejor concluir que Dios se está dirigiendo aquí a la serpiente y a Satanás.
Después de maldecir al ser físico, Dios se vuelve al ser espiritual, Satanás, y lo maldice. El mensaje de Dios es un “primer evangelio” (o protoevangelium) y es profético respecto a la lucha que se inició en el jardín, y cuyo resultado entre “tu simiente” —Satanás y los incrédulos, que son llamados hijos del diablo en Juan 8:44— y la simiente de la mujer: Cristo, descendiente de Eva, y los que están en Él. En medio del pasaje de la maldición brilla un mensaje de esperanza: la descendencia de la mujer, denominada “Él”, es Cristo, quien un día derrotará a la serpiente. Satanás solo “herirá” el talón de Cristo (le provocará dolor), aunque Cristo aplastará la cabeza de Satanás (lo destruirá de un golpe fatal). En un pasaje con fuertes reminiscencias de Génesis 3, Pablo alienta así a los creyentes de Roma: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (Ro. 16:20; cf. Jn. 16:11). Este protoevangelium de Génesis 3:15 anticipa la victoria redentora de Cristo en la cruz sobre Satanás y los demonios.
El juicio de Satanás en el calvario
Durante Su ministerio, Cristo hizo declaraciones respecto a la derrota y el juicio de Satanás que validaron Su grito de victoria en la cruz: “Consumado es” (Jn. 12:31; 16:11; 19:30). El poder de Cristo sobre los demonios certificó Su dominio de Satanás (Mt. 12:22–29). La autoridad de Cristo, que delegó en los discípulos, reflejaba la derrota espiritual de Satanás (Mt. 10:1; Mr. 3:13–15; Lc. 9:1). Las declaraciones del Nuevo Testamento respecto a la salvación comprada por la muerte de Cristo, que tuvo el poder de liberar a los creyentes del dominio de Satanás para Dios, reafirmaron el fracaso de Satanás (Hch. 26:18; Col. 1:13; 2:15). Cristo vino a destruir las obras del diablo (1 Jn. 3:8). Una vista previa de lo que cabía esperar sucedió cuando los discípulos se sorprendieron del poder sobre los demonios (Lc. 10:17); Cristo respondió: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”; con esto se refería a que el poder del diablo ya había disminuido, como demostraba su victoria terrenal sobre los demonios (Lc. 10:18). Por medio de Su muerte en la cruz. Cristo destruyó a aquel que tiene el poder de la muerte: el diablo (He. 2:14).
La pieza central de la sentencia de Satanás será para siempre la cruz. Aunque Satanás continuaría en la tierra mucho después del Calvario, sus intentos de matar espiritualmente a toda la raza humana (p. ej., cuando tentó a Cristo para evitar la cruz, Mt. 16:21–23) habían sido frustrados por el Salvador, y en Cristo se había proporcionado un remedio redentor.
El juicio tribulacional de Satanás
Apocalipsis 12:7–13 hace una crónica del destierro físico final de Satanás y sus ángeles de la presencia de Dios en el cielo. Habrán sido derrotados en el cielo, y no quedará lugar alguno para ellos allí (Ap. 12:8–9). Esto ocurrirá a mitad de la septuagésima semana, o a los tres años y medio en la última semana del séptimo año. Desde este punto en adelante, Satanás ya no podrá acusar a los creyentes de pecado en la presencia de Dios (Ap. 12:12; cf. Is. 24:21).
El juicio milenial de Satanás
Cuando Cristo venga a reclamar Su reino en la tierra (Ap. 19:11–21), Satanás será atado y encarcelado durante mil años en el abismo sin fondo (Ap. 20:1–3). Durante un milenio, la tierra estará libre de que Satanás ronde por ella (cf. 1 P. 5:8). Cristo reinará sin interferencia alguna del “príncipe de este mundo” (Jn. 12:31). Aunque la Biblia no lo afirma de forma explícita, se puede suponer que todos los demonios serán encarcelados con Satanás durante ese tiempo (Is. 24:21–22).
El juicio eterno de Satanás
Al final, Satanás (Mt. 25:41; Ap. 20:10) y sus ángeles malignos (Mt. 25:41; 2 P. 2:4; Jud. 6) se unirán al anticristo y al falso profeta, quienes ya han residido en el lago de fuego durante mil años (Ap. 19:20). En Mateo 8:29 (cf. Lc. 8:31), cuando los demonios le preguntaron a Cristo: “¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?”; lo más probable es que tuvieran en mente el juicio eterno. Poco después, todos los incrédulos a lo largo del tiempo también llegarán allí como resultado del juicio del gran trono blanco (Mt. 25:41; Mr. 9:48; Ap. 20:14–15). Por más engañoso que sean sus ataques, Satanás, el enemigo de Dios, ha sido derrotado en la cruz. Su juicio está escrito y no habrá nada que él pueda hacer para escapar de esa condena.
(Adaptado de Teología sistemática)