A los finales de los años 90 en los Estados Unidos se hizo muy común la frase ¿Qué haría Jesús? (What Would Jesus do?), las cuales aparecían por todas partes, en camisetas, gorras, joyas y en todo tipo de productos. El eslogan con las siglas WWJD, buscaba ser un recordatorio alegre y superficial de vivir según el código moral de Cristo.
Pero el cristianismo no se trata solo de moralidad. Se trata de la obra expiatoria de Cristo en nuestro favor. Teniendo esto en cuenta, podemos hacernos preguntas mucho mejores y más santificadoras, como: “¿Qué hizo Jesús?” y “¿Qué dijo?”. Nuestra capacidad para evitar y vencer el pecado no proviene de imaginar a Cristo en nuestras circunstancias, sino de obedecer Sus mandamientos claros y seguir el ejemplo de Su vida en las Escrituras. Saber lo que Jesús dijo sobre el pecado es clave para vencerlo.
Hemos estado hablando de nuestra inclinación natural hacia la ansiedad y de lo que dice la Palabra de Dios sobre cómo debemos controlar y vencer nuestra preocupación. En Mateo 6:25, Jesús ordenó a Sus seguidores: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”.
El tiempo verbal del texto griego se traduce correctamente como “No se afanen”. Sin embargo, el tiempo verbal en Mateo 6:31 es diferente y significa “No empiecen a afanarse”. Así, Jesús enmarca nuestro pasaje con este significado: Si están afanados, dejen de estarlo; si no lo están, no empiecen a estarlo.
La palabra griega para “vida” es psuchē. Tiene que ver con la plenitud de la vida terrenal, física y externa. No se preocupen por este mundo temporal, ni por la comida, el vestido y el refugio asociados a él. Jesús dijo anteriormente: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21). Centrarse en los tesoros terrenales produce afectos terrenales. Ciega nuestra visión espiritual y nos aleja del servicio a Dios. Por eso Dios promete proveer lo que necesitamos.
Como hijos de Dios, tenemos un único objetivo: el tesoro en el cielo; una única visión: los propósitos de Dios; y un único Amo: Dios, no el dinero (Mt. 6:19‒24). Por lo tanto, no debemos preocuparnos por las cosas mundanas de este mundo: “Qué [hemos] de comer o qué [hemos] de beber” (Mt. 6:25).
Quizás en nuestra sociedad moderna, esta advertencia parezca un poco confusa. Después de todo, hay algún tipo de mercado en prácticamente cada esquina. Y tenemos tanta agua en nuestros hogares que no solemos pensar en que se pueda agotar.
Por lo general, se necesita algún tipo de desastre natural, para sacudir las telarañas de la comodidad cotidiana; para recordarnos que nuestras necesidades básicas, aunque a menudo abundantes, nunca están garantizadas. E incluso entonces, tales desastres suelen suponer solo una interrupción temporal de nuestra rutina normal.
La vida en el mundo del Nuevo Testamento no era tan sencilla. Había épocas en las que no nevaba en las montañas y, como consecuencia, los arroyos no fluían. A veces, una plaga de langostas devoraba las cosechas, provocando hambrunas en la tierra. Cuando había hambruna, tampoco había ingresos. Y cuando no había ingresos, nadie podía comprar comida, ropa u otras necesidades.
Las palabras de Jesús de no preocuparse por esas cosas son especialmente poderosas en el contexto de Su época. Sin duda, es una crítica a nuestra propia preocupación por las necesidades básicas de la vida. Jesús pregunta entonces retóricamente: “¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mt. 6:25). Por supuesto que sí, pero no lo sabríamos por lo que se anuncia hoy en día y por lo que la gente parece sentir que debe perseguir.
Muchas personas en nuestra sociedad están totalmente obsesionadas con el cuerpo: lo adornan, lo fortalecen, lo visten con ropa extravagante, lo llevan en un vehículo bonito, lo alojan en una casa bonita, lo llenan de comida, lo sientan en una silla cómoda, lo cubren de joyas, lo llevan en barco, lo dejan nadar, le enseñan a esquiar, lo llevan de crucero, etc. Pero la vida no se limita a esas cosas; trasciende todo lo externo. La vida viene de Dios —y la plenitud de vida de Jesucristo.
En los próximos días veremos varias razones convincentes y contundentes que ofrece Jesús para no preocuparnos.

(Adaptado de Venza la ansiedad)