Salomón, considerado el hombre más sabio que jamás vivió, tenía un propósito en mente al ser inspirado por Dios para escribir gran parte del libro de Proverbios: instruir a su hijo en sabiduría. La sabiduría abarca no solo lo que sabemos, sino también lo que hacemos y, en ocasiones, lo que decidimos no hacer. Cuando hablamos de la sabiduría en Proverbios, nos referimos a la manera en que Dios nos enseña a vivir nuestras vidas. Por eso, este libro se convierte en un recurso invaluable de sabiduría práctica que todo padre está llamado a transmitir a sus hijos.
Sin embargo, resulta imposible abarcar toda la riqueza de sabiduría que se encuentra en Proverbios en un solo estudio. No obstante, he seleccionado diez principios esenciales de este libro que resumen las lecciones más importantes que los padres deben enseñar a sus hijos. Durante las próximas semanas, estaremos estudiando juntos estos principios.
1- Enseñe a sus hijos a temer a su Dios
Proverbios 1:7 dice: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. Proverbios 9:10 insiste en lo mismo: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”. Una vez más vemos que toda verdadera sabiduría comienza con el temor de Dios. El temor de Dios es el único fundamento verdadero de la sabiduría, y es la herencia más valiosa que podemos transmitir a nuestros hijos.
Este temor tiene dos aspectos. El primero es la reverencia. Es un temor reverencial sagrado ante la santidad absoluta de Dios. Implica el tipo de respeto y veneración que provoca temor ante la presencia de tal majestad absoluta.
El segundo aspecto es temor del desagrado de Dios. La fe genuina reconoce el derecho que Dios tiene a disciplinar, castigar y juzgar. Por tanto, en presencia de Dios, la verdadera sabiduría tiembla con un santo y sano sentido de terror y aprensión. Cuanto más profundo sea nuestro sentido de culpa, más profundo debería ser nuestro temor al desagrado de Dios.
Cuando enseñe a sus hijos acerca de Dios, asegúrese de comunicarles una plena apreciación de todos Sus atributos. Los niños deben saber, incluso desde muy temprana edad, que Dios está airado contra los impíos, y que Él, ciertamente, castigará a los malhechores (Sal. 7:11‒13). El material diseñado para niños pequeños a menudo presenta solo los atributos amables, gentiles y bondadosos de Dios. Se le retrata como un abuelito que siempre es bueno, un dios insípido y creado por el hombre, más parecido a Papá Noel que al Dios de las Escrituras. Este es un grave error y creo que explica la actitud descuidada que muchos en nuestra sociedad tienen con respecto a Dios. Asumen erróneamente que, sea cual sea la naturaleza de Dios, al final será inofensivo y bondadoso, incluso con aquellos que le han desobedecido. Esta es la impresión que muchos niños se llevan de la lección típica de la escuela dominical. Pero este no es el Dios de la Biblia. Tenga cuidado de no enseñar a sus hijos una perspectiva tan errónea de Dios.
Hay un sentido real en el que debe enseñar a sus hijos a temer a Dios y especialmente a temer Su desagrado. No ha cumplido su responsabilidad como padre cuando ha conseguido que su hijo le obedezca. Si es consecuente y firme en su disciplina, su hijo le obedecerá posiblemente porque tiene miedo de violar sus normas. Esto es algo relativamente fácil de conseguir. Pero no es la meta apropiada de la crianza de los hijos desde una perspectiva bíblica. Su hijo debería temer violar la norma de Dios, no meramente la suya. Usted es solo un intermediario con la responsabilidad de enseñar a sus hijos a temer a Dios. Si sus hijos crecen temiendo solo su desagrado, pero no el de Dios, ¿qué harán cuando usted no esté presente?
Mi objetivo como padre no era meramente que mis hijos temiesen ser disciplinados por su padre. Quería que temiesen ser disciplinados por Dios. Claro, también quería que temiesen mi disciplina, pero esto era incidental. Yo sabía que no siempre podría estar cerca para disciplinarlos, pero Dios sí lo está. Y las consecuencias de violar Su ley son infinitamente mayores que cualquier desobediencia al nivel humano. Desdichadamente, pocos son los niños que crecen en la actualidad con esta conciencia. A los niños ya no se les enseña a temer a Dios, y esto se hace evidente, en todos los niveles de la sociedad.
Desde una edad muy temprana, enséñeles a sus hijos que el pecado es una ofensa capital contra un Dios santo. Enséñeles que Dios no puede ser burlado y que segarán las amargas consecuencias de todo pecado que siembren. Inculque en ellos un sano temor a Dios. Sin esta clase de temor, el arrepentimiento genuino no es siquiera posible.
2- Enseñe a sus hijos a guardar sus mentes
Este es un principio que los padres deben recalcar más que nunca, especialmente en la era del Internet. Proverbios 4:23 dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. La Biblia se refiere al “corazón” como la sede tanto de las emociones como del intelecto. A menudo se emplea como sinónimo de la mente. “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Pr. 23:7, cursivas añadidas).
Nuestros hijos deben aprender a guardar sus mentes con diligencia. Nunca en la historia de la humanidad las fuerzas del mal han emprendido una campaña por apoderarse de las mentes humanas en la escala que vemos en la actualidad. Como padres, somos en parte responsables de guardar las mentes de nuestros hijos. El ataque en contra del pensamiento recto se lanza desde diversos frentes: la televisión, la radio, el cine, la música, el Internet, las redes sociales y en la actualidad incluso desde los currículos escolares. De modo que la tarea del padre es desde luego formidable.
Los padres pueden y deben proteger a sus hijos de la exposición a los aspectos más detestables del esparcimiento y de los medios de comunicación actuales. Controle lo que ven y oyen. No permita que vayan sin control por el Internet. No les deje el mando de la televisión y no los deje a solas. Es correcto permitirles un cierto margen de elección sobre lo que van a ver y a escuchar, pero no los deje tomar estas decisiones sin ninguna supervisión. Usted tiene el derecho y la responsabilidad de ayudar a dirigirlos hacia lo que edifica y a apartarlos de lo que no lo hace. Yo siempre aliento a los padres a establecer estándares altos en esta área, y a no permitir que los niños se expongan indiscriminadamente a cualquier clase de película, música, programas de televisión u otras cosas que tengan el propósito de fomentar los malos pensamientos o alimentar los malos apetitos. Todas estas elecciones deben ser tomadas con supervisión paterna, y con la mayor cautela. El salmista escribió: “No pondré delante de mis ojos cosa injusta” (Sal. 101:3).
Debe enseñarles también cómo cultivar pensamientos sanos. Como escribió el apóstol Pablo a los filipenses: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8).
Nuestra conducta procede de nuestros pensamientos. A esto se refería Jesús al decir: “Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Mr. 7:20‒22).
Por lo tanto, los padres tienen la tarea de ayudar a la mente de sus hijos con la verdad, la bondad, la fidelidad, la honestidad, la integridad, la lealtad, el amor y todas las demás virtudes que deben moldear su forma de pensar. Todo esto forma parte de la enseñanza a nuestros hijos para que guarden sus pensamientos.

(Adaptado de Cómo ser padres cristianos exitosos)