Tristemente, en la sociedad corrupta y malvada en la que vivimos, la paternidad es una de las responsabilidades más descuidadas. Muchos padres dan prioridad a sus compromisos laborales, a sus relaciones familiares e incluso a sus amistades por encima de sus responsabilidades como padres. Tal es el desprestigio de la paternidad, que no son pocos los matrimonios que prefieren comprar una mascota en lugar de tener hijos.
Una de las principales causas de este descuido es la falta de conocimiento sobre lo que las Escrituras enseñan acerca de esta hermosa responsabilidad. Como mencionamos en el blog anterior, Salomón —uno de los autores del libro de Proverbios— escribió gran parte de sus enseñanzas con el propósito de instruir a su hijo en sabiduría. Dado que resulta imposible abarcar en un solo estudio toda la riqueza de este libro, he seleccionado diez principios esenciales que resumen las lecciones más importantes que los padres deben enseñar a sus hijos. En el blog anterior vimos los dos primeros; en esta ocasión, estudiaremos otros dos.
3- Enseñe a sus hijos a obedecer
La primera apelación directa que hace Salomón a su hijo en el libro de Proverbios es este: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (Pr. 1:8). En el capítulo cuatro, él escribe: “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, y estad atentos, para que conozcáis cordura. Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley. Porque yo también fui hijo de mi padre, delicado y único delante de mi madre. Y él me enseñaba, y me decía: Retenga tu corazón mis razones” (Pr. 4:1–4).
Los padres deben enseñar obediencia a sus hijos. Esta es una de las responsabilidades más fundamentales y evidentes de la función paterna. Si queremos criar una generación de hijos fieles que vivan vidas de rectitud, deben comenzar obedeciendo a sus padres. Y es la solemne responsabilidad de los padres enseñarles así. Me deja constantemente asombrado ver cuántos padres parecen totalmente sin rumbo cuando se trata de esta responsabilidad. Este no es en absoluto un aspecto optativo de la función paterna. Como señala el apóstol en Efesios 6:2–3, el primero de los diez mandamientos que va acompañado de una promesa para los que lo obedecieran es el quinto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éx. 20:12). Es responsabilidad de los padres instruir al niño en la obediencia desde el momento en que el hijo aprende el sonido de la voz de su padre.
Eso implica disciplina y, cuando sea necesario, castigo y corrección. Los padres que no corrigen a sus hijos desobedientes están exhibiendo una vergonzosa falta de amor. “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Pr.13:24). Proverbios 3:11–12, dice: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”. Los padres que verdaderamente aman a sus hijos los reprenderán cuando desobedezcan.
Este también es un tema frecuente en el libro de Proverbios. “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él” (Pr. 22:15). “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol” (Pr. 23:13–14).
Observe con atención que estos versículos incluyen de manera expresa el castigo corporal, la vara, como parte esencial de la disciplina paterna. Cuando Salomón se refiere a la vara, emplea un término hebreo para una rama o palo. Las varas las empleaban los pastores como bastones de camino, como instrumentos defensivos, como patrones de medida, como útiles para guiar a las ovejas y como elementos de corrección para controlar corderos que se extraviaban. Ocasionalmente alguien observará todos estos posibles usos de la vara, y sugerirá que cuando Salomón hace referencia a la vara, estaba quizá solo hablando de dar una conducción positiva y un cuidado como el de un pastor a los hijos, en lugar de proponer el uso de la vara como instrumento de castigo corporal.
Pero esta sugerencia ignora totalmente las llanas palabras de Salomón. En Proverbios 23:13–14, por ejemplo, habla de castigar con vara al niño. Es indudable que lo que tiene en mente es el castigo corporal, y es igualmente evidente que Salomón consideraba el castigo corporal como un aspecto indispensable de una sabia acción paterna. En otras palabras, el uso de la vara como instrumento de castigo no está en contra de la idea de disciplinar y pastorear a nuestros hijos: es un aspecto esencial de dicha idea. Los padres no pueden omitir este aspecto y engañarse a sí mismos pensando que son buenos pastores para sus hijos.
Proverbios 13:24 deja bien claro que la disciplina siempre debe ser administrada con amor. Los padres que administran un castigo en la furia de la exasperación en lugar de con amor, no encontrarán apoyo en ningún lugar de la Biblia para esta clase de disciplina. Pero tampoco aprueba la Biblia un amor superficial siempre transigente, indulgente y permisivo.
El amor que conduce a una disciplina adecuada es un amor fuerte y robusto que exige obediencia y que castiga la desobediencia debido a que esto es lo mejor para el niño. El padre debería dolerse de la necesidad de administrar castigo y puede por ello dolerse junto con el niño por las consecuencias del pecado. El castigo físico, cuando está saturado de esta clase de amor, es un correctivo muy poderoso.
4- Enseñe a sus hijos a elegir bien sus compañeros
Puede que no haya ningún principio más vital y, sin embargo, más descuidado que este. Salomón escribió: “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado” (Pr. 13:20).
En esta cuestión los padres han de ser militantes. Si no ayuda a sus hijos a escoger y no les ayuda a aprender a seleccionar por sí mismos las compañías adecuadas, será inevitable que las malas compañías los seleccionen a ellos. La responsabilidad de enseñar a los niños cómo escoger con sabiduría a sus amigos es por lo tanto un elemento fundamental del éxito en la crianza bíblica de los hijos.
El apóstol Pablo escribió: “No os erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Co. 15:33). Las normas morales personales de sus hijos, el lenguaje que empleen y las actividades a que se dediquen, probablemente no se elevarán por encima del denominador común mínimo de sus compañeros. En raras ocasiones tiene un niño la capacidad de elevarse por encima del grupo dentro del que se desarrolla.
Y las malas influencias entre sus amigos constituyen un peligro mortífero. “Un poco de levadura leuda toda la masa” (1 Co. 5:6). Es un hecho de la naturaleza humana que los jóvenes son más propensos a seguir un mal ejemplo que a dar un buen ejemplo, especialmente si esto significa enfrentarse a sus iguales.
Los jóvenes están siendo seducidos hoy en día a este tipo de crímenes y a una edad más temprana que nunca. La violencia de las pandillas, la delincuencia en la preadolescencia y el creciente consumo de drogas y alcohol en nuestras escuelas primarias son tendencias estrechamente relacionadas con la inclinación de los jóvenes a escoger malas compañías. En última instancia, la responsabilidad recae en los padres que no vigilan con atención las amistades que permiten a sus hijos.
Cada padre ha de tomarse este deber en serio. Incluso si usted no vive en la clase de vecindario donde las pandillas podrían reclutar a su hijo, puede estar seguro de que a su tiempo sus hijos se encontrarán ante unas terribles presiones de sus iguales para que adopten una norma de conducta impía y pecaminosa. Debe enseñarles a actuar con sabiduría en la selección de sus amistades, para que no se vean intimidados a unirse a círculos que no debieran. No permita que sus hijos se rodeen de la presión social inadecuada. Enséñeles a elegir compañeros que los estimulen a la obediencia.

(Adaptado de Cómo ser padres cristianos exitosos)