Es verdad que los hijos no vienen con un manual de instrucciones. Sin embargo, Dios nos ha dejado en Su Palabra toda la enseñanza necesaria para que podamos ser padres fieles y sabios. Salomón —uno de los principales autores del libro de Proverbios— escribió gran parte de sus enseñanzas con el propósito de instruir a su hijo en la sabiduría. Este libro ha sido reconocido como una verdadera mina de oro, pues está lleno de consejos prácticos para la crianza de los hijos.
Dado que resulta imposible abarcar en un solo estudio toda la riqueza contenida en Proverbios, he seleccionado diez principios esenciales que resumen las lecciones más importantes que los padres deben transmitir a sus hijos. Ya hemos cubierto los primero cuatro principios anteriormente. En este blog cubriremos otros dos principios más.
5- Enseñe a sus hijos a controlar sus pasiones
El apóstol Pablo escribió a Timoteo: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Ti. 2:22). Es significativo que el apóstol se refiera a las pasiones juveniles. El padre sabio se dará cuenta de que todos los adolescentes desarrollan poderosas pasiones que pueden conducirles a la tragedia a no ser que aprendan a controlar sus pasiones.
Este es uno de los temas dominantes en los primeros capítulos de Proverbios. Evidentemente, Salomón la consideraba una verdad crítica que debía comunicar a su hijo. Y no es para asombrarse. El fracaso en este mismo campo era lo que estaba en el trasfondo de los fracasos del mismo Salomón.
En Proverbios 2, Salomón estaba diciendo que la verdadera sabiduría tenta el efecto de liberarnos de malas compañías y de las sutilezas de los malhechores. Prosigue de la siguiente manera:
“Serás librado de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras, la cual abandona al compañero de su juventud, y se olvida del pacto de su Dios. Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, y sus veredas hacia los muertos; todos los que a ella se lleguen, no volverán, ni seguirán otra vez los senderos de la vida” (Pr. 2:16‒19).
En otras palabras, Salomón está diciendo a su hijo que la fornicación puede ser literalmente fatal. Dice lo mismo en 5:3‒5: “Los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite; mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte; sus pasos conducen al Seol”.
Algunos comentaristas creen que aquí hay una referencia a las enfermedades venéreas o posiblemente a la clase de castigo divino que le cuesta la vida al pecador (cp. 1 Co. 11:30; 1 Jn. 5:16). Pero es más probable que aquí tengamos una referencia a la pena legal por adulterio que se establece en Deuteronomio 22:22: “Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel”.
Pero incluso, en una sociedad en la que no se aplica la pena de muerte en casos de adulterio, la fornicación es un pecado destructor del alma y de la vida. Proverbios 7 retoma de nuevo este tema. Y aquí Salomón quiere destacar de una manera gráfica los peligros de la ingenuidad y la importancia de no ceder a una pasión desenfrenada. Casi todo el capítulo se dedica a una escena en la que actúan una seductora y su víctima ingenua, “un joven falto de entendimiento” (v. 7). Pero aquí tenemos a un muchacho andando entre dos luces en un mal vecindario de la ciudad y allí cae presa de una prostituta:
“Cuando he aquí, una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón. Alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa; unas veces está en la calle, otras veces en las plazas, acechando por todas las esquinas. Se asió de él, y le besó. Con semblante descarado le dijo: Sacrificios de paz había prometido, hoy he pagado mis votos; por tanto, he salido a encontrarte, buscando diligentemente tu rostro, y te he hallado” (Pr. 7:10‒15).
Pero oculto detrás de las palabras halagadoras y de los encantos tentadores de esta mujer se agazapa un peligro mortal. La moraleja del relato de Salomón es una verdad que todos los padres deben enseñar a sus hijos sobre los peligros mortales de sucumbir a los deseos carnales:
“Ahora pues, hijos, oídme, y estad atentos a las razones de mi boca. No se aparte tu corazón a sus caminos; no yerres en sus veredas. Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte” (Pr. 7:24‒27).
6- Enseñe a sus hijos a disfrutar el matrimonio
La enseñanza anterior tiene también su reverso. Enséñeles a canalizar sus pasiones juveniles hacia fines rectos. De manera específica, enséñales a reservar sus pasiones sexuales en exclusiva para sus respectivos cónyuges y enséñeles con ello a ser fieles en el matrimonio. Proverbios 5:15 dice: “Bebe el agua de tu misma cisterna, y los raudales de tu propio pozo”.
Aquí tenemos una metáfora. Salomón estaba diciendo a su hijo que debería ser fiel a su esposa y no buscar la satisfacción de sus deseos sexuales fuera del vínculo de su matrimonio. Este versículo sigue de inmediato a una de las advertencias de Salomón acerca de los peligros de la prostituta y luego explica adicionalmente esta metáfora en los versículos 18 al 20:
“Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre. ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña?”.
Enseñe a sus hijos que el único lugar justo donde encontrar la satisfacción de sus deseos sexuales es en sus propios cónyuges. Salomón escribió todo un libro de la Biblia, Cantar de Cantares, celebrando los goces de la relación conyugal. Desdichadamente, el mismo Salomón tomó múltiples esposas, destruyendo con ello la perfecta unión entre un hombre y una mujer que debía constituir el matrimonio (Gn. 2:24). Sin embargo, Cantar de Cantares sigue manteniéndose como un cántico inspirado acerca de cómo debe ser la relación matrimonial ideal.
En 1 Tesalonicenses 4:3‒5 dice: “Porque esta es la voluntad de Dios: Su santificación; es decir, que se abstengan de inmoralidad sexual; que cada uno de ustedes sepa como poseer su propio vaso en santificación y honor” (NBLA).
“Vaso” en este versículo puede ser una referencia a la esposa, un vaso más frágil (1 P. 3:7) o pudiera ser una referencia al propio cuerpo de la persona. En todo caso, hay una demanda de fidelidad dentro de los vínculos del matrimonio, que en el designio de Dios es una unión entre dos personas que vienen a ser una carne (Ef. 5:31).
Padres, no cometan el error que cometió Salomón. Enseñen esta lección a sus hijos mediante el ejemplo, así como por precepto. Demuéstreles, por la forma en que trata a su cónyuge y por las cosas que se dicen el uno al otro, que la verdadera felicidad y la plena satisfacción solo se encuentran dentro del pacto matrimonial.

(Adaptado de Cómo ser padres cristianos exitosos)