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Ciertamente, si usted es cristiano, es evidente para usted, como lo es para mí, que vivimos en una sociedad profana, impía, secularizada y en gran parte, atea. Inclusive nuestra religión es una especie de ateísmo, ya que intenta borrar al Dios verdadero y sustituirlo por un Dios que hace que los hombres estén cómodos. Y cuando leo que 50 millones de personas en Estados Unidos supuestamente han nacido de nuevo y veo en comparación con ello una estadística que se incrementa más que nunca de la secularización de nuestra sociedad, me doy cuenta que las dos no se relacionan muy bien. Supuestamente, somos una nación cristiana. Inclusive es popular ser nacido de nuevo. Sin embargo, el impacto del cristianismo en nuestro país parece ser débil, parece ser superficial. Ser un cristiano podría estar de moda, pero no parece estar teniendo mucho impacto. Estamos atrapados en una especie de manera de pensar en la que buscamos satisfacer nuestros deseos personales centrados en nosotros mismos que inclusive ve a Dios únicamente en los términos de lo que Él puede hacer por nosotros. Dios se vuelve una especie de genio utilitario. Usted frota su pequeña lámpara teológica y Él aparece y dice: “Pide tres deseos.”

La gente está preocupada con las relaciones. La persona que critica la enseñanza de la Palabra de Dios diciendo “Bueno, es demasiado fuerte, aísla a la gente,” realmente está diciendo “Queremos a un dios que nos haga sentir cómodos.” Y creo que lo que realmente veo en el cristianismo conforme miro a nuestro país, es la ausencia de una teología. Simplemente me parece que no hay teología. Se habla mucho de Dios y Jesús y el Espíritu Santo, pero en términos de definición sustantiva de la Trinidad y un entendimiento de la teología, realmente no está ahí. Nos preocupamos mucho por las relaciones; y ciertamente, no entendemos realmente la fuente de todas las relaciones, Dios mismo. Y creo que si hay un elemento de teología que realmente no entendemos es la teología de Dios, teología propia como se llama, no entendemos a Dios, la naturaleza de Dios. El hecho fundamental de nuestra fe es Dios. Y el hecho fundamental acerca de Dios es que Dios es santo. Dios es asombroso, si usted quiere usar ese sentido, Dios es majestuoso, Dios es terrible, Él es poderoso, Él es asombroso, es trascendente.

De hecho, en Éxodo 15:11 dice que Él es glorioso en santidad. La belleza del Señor es la belleza de la santidad. No creo que entendamos la santidad de Dios. Ahora, también quiero añadir que no creo que podamos entender en su totalidad la santidad de Dios, pero creo que la podemos entender mucho mejor de lo que la entendemos.

Y quiero compartir con usted esta noche algunas cosas que el Espíritu de Dios ha estado colocando en mi corazón a lo largo de las últimas semanas acerca de la santidad de Dios.

Le confieso desde el principio que realmente no comprendo la totalidad de Su santidad pero con toda seguridad, estoy trabajando en esto. Confieso que también no debería ser un sermón, debería ser una larga serie; pero quiero que se beneficie de lo que pueda de nuestro tiempo en esta noche. El punto central que quiero que vea acerca de Dios es que Él es santo. Y eso pesa con mucha carga en nuestros corazones si lo entendemos.

Para que podamos enfocarnos en eso, quiero que tome su Biblia y pase al sexto capítulo de Isaías… Isaías, capítulo 6. Y quiero que examinemos la primera parte del capítulo y después, si el tiempo lo permite, la parte que queda. Y quiero que veamos la santidad de Dios como Isaías la describe aquí.

Sólo un poco de trasfondo. Isaías fue un profeta. No sólo cualquier profeta, algunos creen que quizás el más grande profeta de Israel. Isaías fue un hombre que fue un estadista, quien habló en nombre de Dios a la gente común y corriente y también a los reyes. Él era conocido en el palacio, de hecho era un asesor de los monarcas. Profetizó durante el reinado de cuatro reyes, un tiempo de gran crisis, un tiempo de gran caos, un tiempo de decadencia moral, un tiempo en el que el pueblo de Dios estaba dándole la espalda a Él. De hecho, durante el tiempo de la profecía de Isaías, el reino norte de Israel fue llevado cautivo por los invasores. El reino del Sur, Judá, fue atacado por Siria. Éstos fueron tiempos inestables. Tiempos difíciles. Y él tuvo un ministerio muy estratégico.

En medio de estos días de Isaías vino un rey de Judá quien comparado con los otros fue un hombre de cierta influencia, cierta bondad, cierta excelencia. Su nombre fue Usías. Él es mencionado en el versículo 1. Uzías reinó durante mucho tiempo. Cincuenta y dos años. Y en términos generales, fue un rey exitoso y trajo beneficios a su pueblo. De hecho, él sujetó a la mayoría de los enemigos heredados de Judá y les trajo cierto tiempo de paz. Él pudo convertir a Jerusalén en una ciudad fortificada, bien equipada con armamento para su propia defensa y le dio a su pueblo un gran sentido de seguridad. Y según 2 Crónicas capítulo 26, él desarrolló la agricultura y desarrolló el comercio para la nación hasta que se volvió extremadamente próspero.

La triste historia de Uzías es que finalmente el orgullo elevó su corazón. Él vio a todo lo que había hecho, les dio un tiempo de paz de sus enemigos, fortaleció a Jerusalén, trajo seguridad, desarrolló la agricultura y el comercio. Él se llenó de orgullo y Dios le dio una lepra terminal.

Ahora, a pesar de cómo terminó él, su tiempo de reinado en Judá proveyó una temporada de paz de todo caos. Y cuando él murió, aparentemente hubo un cierto sentimiento de pánico que comenzó a infiltrarse. “¿Qué vamos hacer ahora? Uzías ha muerto.” Tuvieron temor.

Y yo creo que el temor fue probablemente el más grande en el corazón de los judíos que temían a Dios, quienes a lo largo de todos estos años habían mantenido una devoción verdadera a Dios. Porque ellos sabían que a lo largo del tiempo de Uzías, hubo una decadencia moral que se estaba incrementando. Hubo una desobediencia que se estaba incrementando, una especie de idolatría desafiante. Y fue casi como si mientras que Uzías estaba en pie, él en cierta manera preservó, evitó que todo se desmoronara. Y en los capítulos 2 al 5 de Isaías, Isaías relata algunos de los pecados terribles del pueblo de Dios.

Pero en medio de su pecado, estaban tan seguros debido a Uzías, que en cierta manera seguían viviendo la vida. Pero después, él murió. Y entraron en pánico. Y tuvieron miedo. Hubo algunos acontecimientos que los llenaron de miedo. Cinco años antes de que Uzías muriera, Tiglath-Pileser, el guerrero ambicioso rey de Asiria, repentinamente apareció en el horizonte en el cercano oriente. Y él tenía un diseño inmenso buscando conquistar a todos los reinos entre el Éufrates y el Nilo y establecer en su lugar, el gran Imperio Asirio. Naturalmente, todas las naciones que eran su objetivo, las naciones que corrían peligro por sus diseños, comenzaron a ver con temor lo que pasaba e irrumpieron en rebeliones. Comenzaron a formar alianzas en contra de Asiria, comenzaron a tramar intrigas políticas y sabotajes y rebeliones. Los reinos de Samaria y Judá estaban al borde de la destrucción no sólo debido a Tiglath-Pileser, sino debido a la decadencia espiritual moral que era interna. En lugar de volverse a Dios como Isaías les había dicho a ellos que hicieran, la gente estaba atrapada en un escándalo de disipación y decadencia moral. Y de satisfacción de sus deseos personales. De hecho, en Isaías 22, Isaías dijo: “Y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: ‘Comamos y bebamos, porque mañana moriremos.’”

En lugar de voltearse a llorar y clamar, dijeron realmente disfrutemos de la vida porque todo puede terminar mañana. Así es como era cuando Uzías murió. El líder estaba muerto. Entre todos los judíos que temían a Dios que podían haber buscado el rostro de Dios, estaba el profeta mismo, Isaías. Y él va al templo en el capítulo 6. Vayamos ahí.

El rey está muerto e Isaías va al templo. “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.” Ahora, deténgase ahí. Vi yo al Señor, dice él. Vi yo al Señor. ¡Afirmación increíble! Piense en la situación. Notará la palabra Señor ahí. Esta palabra traduce la palabra hebrea Adonai. Cuando usted la ve, por ejemplo, en el versículo 3, cuando ve la palabra Jehová, es otra palabra. Es la palabra Yahweh en el hebreo, traduce la palabra Yahweh en el versículo 3. Yahweh se refiere a la naturaleza esencial de Dios y Adonai hace referencia a Su soberanía.

Ahora, con eso en mente, usted va a comprender el versículo 1. “En el año en que perdimos a nuestro rey humano, yo vi al verdadero rey.” Nunca puede entrar en pánico cuando usted sabe que Dios todavía está en el trono. Podía parecerle a Isaías como que todo estaba desmoronándose, pero Adonai es un título que significa el soberano. El rey humano estaba muerto pero la historia no depende de los reyes humanos sino en la monarquía absoluta del Señor supremo, Adonai, Dios mismo. Su Reino es infinitamente superior al de Uzías o cualquier otro. Y entonces Dios, en medio de la crisis, para hacerle saber a Isaías y a Su pueblo que no todo está perdido, hace una aparición personal. E Isaías lo ve. Y lo ve sentado sobre un trono.

¿No es maravilloso saber que Dios no ha dejado el trono? Que cuando todo el mundo se está desmoronando y todo parece estar despedazándose, Dios todavía está en el trono, exaltado, alto y sublime dice ‘y sus faldas llenaban el templo’. Y esto, claro, es un retrato de Su majestad y Su exaltación y Su gloria y Su poder. Por cierto, escriba una pequeña nota en el margen de ese versículo, escriba Juan 12:41; porque en Juan 12:41 el escritor nos dice que éste era Cristo. Realmente una Cristofonía pre encarnada, una aparición de Cristo.

Ahora, mire el versículo 2; conforme Isaías ve su visión, dice: “Por encima de Él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.” Ahora, ¿qué es un Serafín? O ¿qué son los serafines - debido a que es plural? Aparentemente, son un cierto grupo de ángeles cuyo llamado personal y diseño por Dios consistía en atender la santidad de Dios. Son guardianes aguerridos de la santidad de Dios.

Ahora, ¿por qué tienen tres conjuntos de alas? Bueno, ¿alguna vez usted ha notado que cuando Dios hace algo, Él lo hace que haga lo que Él quiere que haga? Él lo hace funcional. Él lo hace práctico. Y si ellos tenían seis alas no fue porque a Dios se le fue la mano con la idea de hacer alas. Había algo que tenía un propósito en eso. Observe que dice que con dos, al final del versículo, volaban. Aparentemente, estas criaturas maravillosas, increíbles, sobrenaturales, externas, tenían la capacidad de volar, mantenerse volando como una especie de helicóptero celestial en torno al trono de Dios, el cual era alto y sublime. Y en algunas ocasiones, como se indica en el versículo, hacían lo que Dios les mandaba, como el que volaba con el carbón encendido. Pero estaban volando suspendidos en el aire en torno al trono de Dios. Sorprendente.

Dice que tenían dos alas más con las cuales cubrían sus pies. ¿Por qué? Hay varias posibilidades. Algunos dicen que es una idea de humildad, de bajeza, de servicio humilde. Podría expresar ese pensamiento pero eso podría estar estirando el punto de la función angelical. Quizás sea mejor verlo de esta manera. ¿Se acuerda usted cuando Moisés estuvo en un monte sucio normal, probablemente un monte en donde él había caminado muchas veces? Pero él se volteó y vio una zarza ardiente. Y una voz salió de la zarza y le dijo a Moisés que se quitara el calzado. ¿Por qué? Porque estás pisando suelo santo. Ahora, su reacción a eso podría haber sido: ¿qué? He estado aquí muchas veces. Esto es lo mismo, mismo lugar. Pero cuando la presencia divina aparece, todo es inmediatamente santificado. Este era suelo santo, no por alguna virtud en sí misma sino porque Dios estaba ahí y Su presencia santificó la tierra debajo de sus pies. Podría haber un sentido en el que sea cual sea el suelo que hay, es la gloria, sea cual sea el lugar en donde los ángeles aterrizan, es un lugar tan sagrado que cubren los pies, ya que es suelo santo.

Luego dice que tenían dos alas con las cuales cubrían sus rostros. Eso es un poco más fácil de entender. Si están volando en torno al trono de Dios, están expuestos ahí a Su gloria completa. Usted recuerda en Éxodo 33, Moisés le dijo de una manera tan atrevida Dios… Dios le dice ‘vas a ser mi hombre, guía a Mi pueblo’. Y Moisés le dice ‘no lo voy hacer un solo. ¿Quién va ir conmigo?’ Y Dios dice “Mi presencia irá contigo, Yo iré contigo.” Y Moisés dijo “esa es una promesa agradable, Dios, pero me gustaría tener alguna prueba. Digo, yo aprecio que Tú digas eso, pero ¿serías tan amable de probarme Tu gloria?” Y Dios le da una muy buena respuesta. Él dice: “Ningún hombre puede ver Mi gloria y vivir.” Ninguna criatura puede resistir la vista de la totalidad refulgente de la gloria de Dios.

Dios promete proximidad, pero nunca revelación completa. Entonces, Dios le dice a Moisés: “Te voy a decir una cosa, te voy a meter en la hendidura de una roca. Y voy a dejar, dice en hebreo - que ‘Mis partes traseras’. Me gusta pensar en esto como el resplandor que queda. No puedes verlo todo, pero te voy a dejar ver el resplandor que queda. Yo creo que probablemente esa es la razón por la que los ángeles cubrieron su rostro, no creo que ellos podrían haber existido en el resplandor completo de la gloria de la santidad de Dios. Criaturas increíbles.

Pero lo más increíble acerca de ellos no es cómo se veían, sino lo que dijeron. Versículo 3: “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de Su gloria.” Ahora, ¿puede usted imaginarse simplemente a los ángeles volando eternamente diciendo eso? No, no puede porque usted no entiende ni la dignidad ni la santidad de Dios. Yo tampoco. Pero eso es que los serafines hacen. Santo, Santo, Santo. Toda la tierra está llena de Tu gloria.

¿Por qué Santo, Santo, Santo? Usted dice que porque así está escrita la canción. No, no, no. La canción vino después. ¿Por qué Santo, Santo, Santo? Alguien dice que es la Trinidad. Uno por cada miembro. Ciertamente la Trinidad es Santa tres veces. Pero los judíos tenían una figura de dicción, una herramienta literaria que utilizaban cuando querían enfatizar algo. Tenían muchas figuras de dicción que podían utilizar, pero una que usaban de manera común era la repetición. Y eso puede ser ilustrado muchas, muchas veces a lo largo de la Biblia. Con mucha frecuencia, antes de que Jesús dijera algo muy importante, Él decía dos palabras: ¿Cuáles son? ‘De cierto, de cierto os digo.’ ¿Por qué no sólo dijo ‘de cierto’? ¿Por qué ‘de cierto, de cierto os digo’? ¿Sabe lo que es esa palabra? Amén… Amén. Amén, Amén. Ahora, usted dice ‘espere momento. Debe esperar al final para decir eso.’ Eso es correcto. De hecho, el la congregación hebrea, el rabino se ponía de pie y enseñaba; y la gente, en respuesta afirmaba su enseñanza diciendo ‘amén, amén’. Jesús no se esperó a que la gente lo afirmara. Él comenzó diciendo ‘amén, amén’ primero y después, Él habló porque no necesitaba que ningún humano certificara lo que Él decía. Pero cuando Él lo dijo dos veces, Él estaba afirmando por repetición la importancia de lo que Él estaba por decir. El énfasis es el punto. Y cuando la Biblia dice Santo, Santo, Santo, está tratando de enfatizar la santidad de Dios. Ni siquiera sabemos que Dios es Santo, mucho menos Santo, Santo, Santo.

Por cierto, ¿sabe usted que ése es el único atributo de Dios en todas las Escrituras que se repite tres veces? Nunca la Biblia dice que Dios es amor, amor, amor. Nunca dice Dios es luz, luz, luz; verdad, verdad, verdad; misericordia, misericordia, misericordia; ira, ira, ira. Pero dice que es Santo, Santo, Santo. Ésta es una prioridad absoluta. Es imposible entender la plenitud de esto; y sin embargo, debe entender lo que las Escrituras nos dan. La ausencia de un entendimiento claro de la santidad de Dios es la razón de nuestra superficialidad, es la razón de nuestra impotencia, es la razón de nuestro egoísmo, es la razón de nuestra debilidad, es la razón de nuestra desobediencia. Realmente, no entendemos cuán Santo de Dios y por eso, hacemos concesiones, por eso somos el primer peor tipo de pragmatistas haciendo sólo lo que satisface nuestros deseos.

Un día los discípulos vinieron a Jesús, usted sabe, y dijeron: “Enséñanos a orar.” Él dijo: “Así es como deben orar: Padre nuestro que estás en el cielo… ¿Qué?… Santificado sea Tu Nombre.” ¿Sabe lo que significa santificado? Santo. ¿Quiere orar? Comience con un reconocimiento de la santidad de Dios. Dios es Santo. R. C. Sproul hizo una declaración interesante, él dijo, y cito: “Cualquier intento por entender a Dios fuera de Su santidad es idolatría.” Fin de la cita. Eso es verdad. Esto está afirmando en el los diez mandamientos, en donde no debemos tener dioses delante de Él y bajo ninguna circunstancia, jamás debemos usar el nombre de Jehová Dios en vano. Él es Santo, Santo, Santo. La tierra entera está llena de Su gloria; y tenemos que reconocer eso.

Ahora, veamos cómo reaccionó Isaías en el versículo 4. En primer lugar: “Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.” Ahora, esto se está volviendo bastante dramático. El lugar comienza a temblar. La visión entera es como el monte Santa Helena. Todo comienza a moverse. Es como un volcán haciendo erupción. Los cimientos del lugar comienzan a sacudirse y fuego y humo, lo cual podría estar o emanando del altar o podría ser una manifestación de la presencia de fuego de Dios como en el monte Sinaí; en otras palabras, comenzamos a ver a un Dios santo de juicio. Esto no es una manifestación en particular de la misericordia de Dios, sino de Su santidad tremenda, majestuosa. Es aterrador, es como el Sinaí, es una afirmación para Isaías y a su pueblo de que Dios es un fuego consumidor; y usted no puede jugar con Dios. Usted será consumido.

¿Cuál fue la reacción de Isaías? Versículo 5, ¿cuál fue su reacción?, él dijo ‘oye, he tenido una visión, voy a conseguirme un nuevo guardarropa y voy a ir a proclamarlo por todos los caminos’ ¿Qué dijo? “Bueno, ahora lo que quiero hacer es analizar esto. Esto necesita cierto análisis. Tengo que pensar en esto categóricamente.” O dijo: “Hombre, ahora si usted no pensaba que yo era un verdadero mensajero de Dios, permítame decirle esto ahora: ¡yo lo he visto!”

Ninguna de las anteriores fue su reacción. Versículo 5: “Entonces dije: ¡Ay de mí!” Eso es suficiente si no dijera nada más para entender el panorama completo. Eso no es sólo una señal de desesperanza, aunque creo que hay desesperanza ahí. Es mucho más que eso. Como puede ver, en el Antiguo Testamento, los profetas hacían pronunciamientos, daban anuncios, algunas veces llamados oráculos. Y sus anuncios proféticos con mucha frecuencia eran precedidos por la afirmación “así ha dicho Jehová.” Y Sus afirmaciones podían ser negativas o positivas. Cuando eran positivas, con frecuencia decían “bendito.” Cuando era negativa, con frecuencia decían ‘ay, ay’. Isaías usa la palabra ‘ay’ por lo menos diez veces en su profecía para referirse al juicio de Dios en otros. Jeremías lo usó. Ezequiel lo usó. Nahúm lo usó. Amós lo usó. Habacuc lo usó. Oseas lo usó. Sofonías lo usó. Zacarías lo usó. Miqueas lo usó. Jesús lo usó en Mateo 24. Él dijo “¡ay de vosotros escribas y fariseos!” Y los ángeles de juicio en Apocalipsis lo usan. Es una palabra de maldición. Y aquí hay algo asombroso, un profeta de Dios pronuncia una maldición sobre sí mismo. ¡Increíble… increíble! Este es el mejor hombre en la tierra. Este es un siervo de Dios. Pero cuando él ve la santidad de Dios, no puede hacer nada más que pronunciar una maldición sobre su cabeza. Él sólo puede ver su contaminación, no su bondad.

Y después, él dice: “Que soy muerto,” nehmethee, de una raíz que significa en el pasivo estar perdido, o perecer, o ser aniquilado, o ser destruido. Yo estoy destruido, estoy devastado por la santidad de Dios. Estoy aplastado. Me estoy deshaciendo. Me estoy desmoronando. Me estoy desintegrando. ¿Por qué? Porque él vio a Dios; y cuando vio a Dios por primera vez en su vida, vio a Isaías. Y él sabía lo miserable que era. Él pudo haber sido un hombre seguro antes de esto. Todo el mundo lo honraba, le daba palmadas en su espalda. Todo el mundo le decía que era piadoso, que era el mejor de los hombres, un líder espiritual, la voz de Dios, santo, obediente, siervo de Dios. Un vistazo de la santidad de Dios y el hombre fue miserable a sus propios ojos.

¿Cuál fue el elemento más importante de un profeta? ¿Cuál fue el instrumento más importante de un profeta? Su boca, ¿no es cierto? Su boca para hablar. Mire lo que dice: “Porque siendo hombre inmundo de labios, ¿sabe lo que eso significa? Tengo una boca inmunda. Yo, el profeta de Dios, quien debería abrir mi boca para hablar de Dios, tengo una boca inmunda y vivo en el medio de un pueblo que tiene bocas sucias. ¿Cómo sabe usted eso? “…porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.”

Amados, nadie puede estar en la presencia de Dios sin estar consciente de manera profunda y devastadora de su propia condición miserable, su pecaminosidad. Por eso le estoy diciendo. Si no entendemos la santidad de Dios, no entendemos nuestra pecaminosidad. Y no entendemos lo horrible que es si no entendemos las consecuencias de la misma. Ver el más pequeño vistazo de la santidad de Dios es quedar devastado, devastado. Isaías nunca sería el mismo, nunca. Ni lo sería ninguna otra persona.

Permítame darle algunas otras ilustraciones. Observe el profeta Habacuc. Habacuc, el profeta maravilloso, sino lo puede encontrar, no se preocupe, simplemente escuche. Habacuc estaba dudando de Dios. ‘Oh, hacemos eso. Dios, Tú sabes, por mucho tiempo estado con esta carga y te sigo diciendo Dios que vengas, que desciendas, hagas algo. Por favor, ven, aviva a Tu pueblo. Desciende Dios y hazlo. No entiendo esto Dios. Supuestamente debes ser un Dios de amor, un Dios de misericordia, un Dios de amor. Desciende aquí, Dios y haz algo.’ En el capítulo 2 realmente llega al punto en el que él dice “simplemente, me sentaré aquí hasta que Dios me dé una respuesta. Por favor, Dios.” Entonces, en el capítulo 2, versículos 1: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja.” Yo sé que me va a reprender, pero me voy a quedar aquí esperando una respuesta. Dios, quiero una respuesta. Versículo 2: “Y Jehová me respondió.” Dios le dio una respuesta.

¿Y sabe lo que pasó? Cuando Él terminó con la respuesta, Habacuc era miserable. Así fue. Porque Dios estaba pronunciando como relámpago y fuego al narrar la historia de lo que Él había hecho. Y cuando usted llega finalmente al capítulo 3, versículo 16, Dios le da esta respuesta larga; y después, tiene usted a Habacuc orando y después tiene esto: “Oí, y se conmovieron mis entrañas.” ¿Cuándo fue la última vez que usted tembló en la presencia de Dios? “A la voz temblaron mis labios; pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; si bien estaré quieto en el día de la angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas.” Él dice hombre, cuando oí la voz de Dios y le oí hablando, fui sacudido de arriba hacia abajo y anhelo descansar en el día de la aflicción.

Simplemente para mi es tan superficial en la actualidad cuando usted oye a todas estas personas que en cierta manera dicen que les encantaría atravesar por la tribulación. Ese es el concepto más absurdo que usted se pueda imaginar. Fuera de la teología de que si atravesaremos o no, ese tipo de preocupación torpe refleja una ausencia de un entendimiento de la ira santa de Dios. Si alguno de nosotros tuviera un sentido en absoluto huiríamos de eso y no lo veríamos como una experiencia glamorosa. Observe lo que pasó. Su vientre tembló, sus labios temblaron. ¿Por qué? Porque Dios habló. Y cuando él supo que estaba en la presencia de Dios, casi se desmoronó.

Observe Job. Job, antes de Salmos. Y eventualmente, usted sabe, a lo largo de este libro usted llega al capítulo 38, y Job finalmente está en el lugar en donde dice “Muy bien Dios, ¿qué está pasando? He escuchado todas las respuestas de todos estos amigos que tengo, el total de la suma no es nada y quiero una respuesta, Señor. ¿Qué está pasando?” Capítulo 38, versículo 1: “Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino.” ¿Quieres una respuesta? Aquí viene. “Dios habló.” Y después, ¿sabe lo que sucede? Job recibe la peor reprensión en la historia humana. Dios literalmente lo sacude de un lugar a otro. “¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?” ¿Qué ignorante está delante de Mí? “Ahora ciñe como varón tus lomos;” porque vas a ser reprendido en esta respuesta. “Yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando Yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases?… ¿Quién encerró con puertas el mar…” Y Él hace esto capítulo, tras capítulo, tras capítulo… ¿Dónde estabas? ¿Dónde estabas? Y después de un tiempo, él está diciendo: “bueno, yo… yo… yo estaba…” ¿Qué es lo que voy a decir?

Capítulo 41: “¿Sacarás tú al leviatán con anzuelo, o con cuerda que le eches en su lengua?

¿Pondrás tú soga en sus narices, Y horadarás con garfio su quijada?” ¿Puedes controlar al mundo animal? ¿Puedes controlar la lluvia, las nubes, la nieve, la vegetación, el movimiento de las estrellas? ¿Dónde estabas? ¿Puedes hacer esto? Si no puedes, Job, guarda silencio. Y cuando terminó, capítulo 42, versículo 5, Job dijo esto: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.” Siempre había oído cómo eras, ahora sé. ¿Cuál es su reacción? “Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.”

Nunca nadie viene ante la santidad de Dios sin ser devastado. Observe Lucas, dos pasajes, capítulo 8. Lucas, capítulo 8, versículo 22: “Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. Pero mientras navegaban, Él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban. Y vinieron a Él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando Él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?”

¿Quiere saber algo? Estaban diez veces más aterrados cuando vieron Su poder, que cuando vieron al mar en su tempestad porque instantáneamente supieron que estaban en la presencia de Dios. Y eso es causa de pánico. Preferían la tormenta que eso. Fueron despedazados porque sabían que sus corazones eran libros abiertos ante Su omnisciencia.

Regrese al capítulo 5, versículo 1: “Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en Tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo…” ¡Oh, muchas gracias por los peces!… ¿Es eso lo que dijo? ¿Qué dijo? “… Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.” Aléjate, vete de aquí. Vete de aquí. ¿Porque está diciendo eso? “Porque soy hombre pecador, Señor.” Él se dio cuenta en ese momento, mediante ese milagro increíble que él estaba de pie en la presencia de Dios. Él dijo ‘vete, no quiero ser expuesto de esta manera.’ Él estaba asombrado. Él sabía que Dios estaba ahí.

Usted se acuerda de Manoa, el ángel vino a Manoa, le dijo ‘vas a tener un hijo, su nombre Sansón.’ Y después, el ángel ascendió al cielo en fuego, en fuego y gloria. Y Manoa clamó en Jueces 13:22 de esta manera: “Ciertamente moriremos porque a Dios hemos visto.” Como puede ver, estas personas entendieron la santidad de Dios.

Amados, ¿le puedo decir algo? Es literalmente la gracia de Dios que usted y yo en este momento no somos consumidos por el fuero de Su ira. La gente dice ‘Oh, ¿por qué es que hay tantos problemas en el mundo? Si Dios es un Dios de amor, ¿por qué?’ Escuche. Si Dios no fuera un Dios de amor, un solo pecado cometido por un individuo una vez sería el final de todo. Queremos un Dios que no nos amenace. Ése no es el Dios de la Biblia. Les da miedo. ¿Quiere saber una cosa? Tengo un temor piadoso en mi corazón. Cuando yo estoy a punto de caer en un pecado, percibo la santidad de Dios y Él odia la maldad. Y no quiero pagar la consecuencia.

Todas estas personas de las que acabamos de leer, tuvieron miedo en la presencia de Dios. Y así también usted lo debe tener. Y aquí nosotros cristianos venimos y decimos “bueno, al mundo no le gusta un Dios así, los vas aislar. Queremos un Dios que es algo así como amable.” Y entonces, inventamos un sustituto del Evangelio minimizado, suavizado, inofensivo, diluido que es primordialmente humanista, que no habla del fuego, de la ira, la santidad, la venganza, el infierno, el castigo. Claro, los hombres aman las tinieblas más que la luz; entonces no les demos mucha luz porque no les va a gustar. ¿Quiere saber una cosa? La luz de Dios los aterra, así como usted levanta una roca y los insectos salen corriendo. Lo santo siempre ha amenazado a lo impío.

Y aun los cristianos, queremos nuestras pequeñas superficialidades. Constantemente estamos jugando a la Iglesia torpe, haciendo concesiones por todos lados, desobedeciendo cuando tenemos ganas, enfrente de un Dios santo. Que Dios nos concediera que lo pudiéramos ver y si lo viéramos una vez, como lo vio Isaías, dudo que jamás volviéramos a hacer eso.

Regresemos y simplemente vamos a cerrar esto ahora. Cubriremos algo más del capítulo en otra ocasión. ¿Qué pasó ahora? Observe esto, versículo 6, este hombre está devastado. Este hombre está despedazado. ¿Dios lo va a dejar así? No podemos dejarlo así. Versículo 6: “Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.”

¿Sabe lo que se necesita para llegar al punto en el que usted es limpiado? Se necesita un corazón quebrantado y contrito ante la santidad de Dios. Él estaba ahí, aquí no hay gracia barata. No hay creencia fácil. Hay dolor involucrado en la verdadera redención. Los labios son sensibles, son tiernos. De hecho, al expresar afecto el uno al otro usamos los labios por su ternura y sensibilidad. Y es a esa misma parte del cuerpo que el ángel coloca un carbón encendido que cauteriza a la carne. Creo que la verdadera salvación es dolorosa. Hay una lucha, hay un dolor.

Pero su iniquidad fue quitada y su pecado fue limpiado. Siempre pienso en Juan Bunyan quien dijo que antes de que tuviera un sentido de conocer a Jesucristo, él agonizó por su pecado durante no menos de 18 meses. Fue doloroso, no es fácil. Demanda un corazón quebrantado y destrozado; y el dolor de dejar el pecado y abrazar al Dios soberano.

Pero una vez que se ha hecho, entonces versículo 8, esto es tan maravilloso: “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces,” observe la ambivalencia, “respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” ¿Tú? Tú está despedazado. Tú eres miserable. Tienes una boca sucia. Tú estás rodeado de gente con boca inmunda. ‘Sí, pero he sido limpiado.’

La última declaración que él hizo fue una declaración de su falta de dignidad. Él ahora dice ‘Señor, ¿necesitas a alguien?, yo iré. Yo iré.’ La única manera en la que un hombre está preparado para servir es cuando es limpiado por la gracia de Dios. Yo iré.

Versículo 9: “Y dijo anda.” Detengámonos ahí. Él dijo anda, ve. Un hombre limpiado. Amados, yo creo que todo esto ve a la cruz, ¿usted no? Yo creo que esto ve a la cruz. Yo creo que la cruz es el carbón vivo que toca nuestros labios. La cruz es lo que nos limpia. Como puede ver, usted y yo nunca podríamos estar de pie la presencia de un Dios santo. Seríamos consumidos. Esa es la razón por la que los fariseos tuvieron que matar a Jesús. Digo, tuvieron que matarlo, arruinó el status quo. Él vino y era Dios y Su santidad era tan real que su santidad falsa fue exhibida y tuvieron que matarlo. Y cuando Él murió, murió no porque tuvieron que matarlo, sino porque Dios tuvo que dejarlo morir por nuestro pecado. La cruz nos toca y nos hace puros.

Esa es la razón por la que venimos a Su mesa, ¿no es cierto? Si usted recuerda algo esta noche, simplemente recuerde esto. Él murió porque Dios es Santo y Él tuvo que derramar Su furia en alguien. Es como usted o Él, Él tomó su lugar. ¿Es eso causa de regocijo? Oremos.

Padre, en estos momentos de cierre en esta noche, Tú has tomado un tiempo adicional para preparar nuestros corazones, que este tiempo breve en Tu mesa sea significativo para nosotros. Oramos porque así sea. Oh, Dios, sabemos que Tú eres Santo. Que no seamos tan necios como para jugar con Tu santidad. Sabemos también que no hay una manifestación más grande de Tu santidad que el calvario. Vemos un gran odio del pecado que causó que inclusive Tú le quitaras la vida a Tu propio Hijo. Que también veamos Tu gracia. Que veamos la cruz como ese carbón encendido que toca nuestros labios inmundos y nos hace puros para que podamos oír Tu llamado. Habla a todo corazón.

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