Tomemos nuestras Biblias en esta mañana y vayamos al capítulo 8 de Mateo, el Evangelio de Mateo, capítulo 8. Estamos en un estudio de este maravilloso Evangelio, el registro de la vida del Señor Jesucristo como es visto por Mateo bajo la inspiración del Espíritu Santo. He titulado al mensaje de esta mañana de los versículos 16 al 22 ¿Qué mantiene a los hombres alejados de Cristo?. Podría ser titulado ¿Qué hace que Cristo rechace a seguidores que profesan seguirlo?
En algunas maneras, es absolutamente increíble, absolutamente inexplicable, que la gente rechace continuamente y se rehúse a reconocer el Señorío de Jesucristo. En ciertas maneras, va más allá de nuestro entendimiento el hecho de que la gente rechace a Jesucristo como el Salvador, el Hijo de Dios incomparable, sin paralelos, amoroso, lleno de gracia y el Salvador del mundo que murió por los hombres pero todavía es menospreciado por los hombres al día de hoy como cuando vino por primera vez.
Conforme estudia usted el Evangelio de Mateo, es evidente que la incredulidad y el rechazo de la gente va en contra de todo lo que Cristo ha hecho ya que Sus credenciales son obvias. La prueba de que Él es Dios en carne humana va más allá de cualquier contradicción. Sus palabras, Sus obras, Su muerte, Su resurrección, todas estas cosas hablan de manera clara y a un volumen alto de la realidad inequívoca de que Él es Cristo, el Cristo de Dios, el Salvador del mundo.
Y aunque dicen Juan 1 que “a los Suyos vino y los Suyos no le recibieron” y Juan 5 dice que “no queréis venir a Mí para que tengáis vida,” y aunque clamaron en su crucifixión “no queremos que esté hombre reine sobre nosotros,” todas esas declaraciones acerca de rechazo y de rehusarse a reconocer a Cristo, realmente van en contra de las afirmaciones mismas que la gente hizo cuando fueron confrontados con Él. En otras palabras, el rechazo va en contra de una manera abierta de la evidencia masiva.
El mundo es como un juez en una corte que ha oído un argumento claro, ineludible y ha llegado al veredicto totalmente opuesto al que llevan los hechos. Por ejemplo, la autoridad de Jesús fue aparente. En Mateo 7 dice: “La gente se asombraba de Su enseñanza porque enseñaba como alguien que enseñaba con autoridad.” Las palabras de Jesús fueron absolutamente únicas. En Juan 7:46 dijeron: “Nunca hombre alguno habló como este hombre.” Las obras de Jesús fueron divinas y esta realidad fue innegable. El hombre ciego le dijo a aquellos que lo cuestionaban en Juan 9: “Bueno, esto es lo maravilloso, que ustedes no saben de dónde es y sin embargo abrió mis ojos. Si este hombre no fuera de Dios, no podría hacer esto.” La sabiduría de Jesús era sobrehumana.
En Mateo 22, lo confrontaron con una moneda y le dijeron: “¿Debemos pagar impuestos al César? Y él dijo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” Y las Escrituras dicen que cuando oyeron estas palabras, se asombraron. Su pobreza fue innegable. Él los confrontó en Juan 8 y dijo: “¿quién de ustedes me convence de pecado? Y hubo un silencio rotundo. Su veracidad iba más allá de cualquier duda. En Juan 8:46, Él dijo: “Si Yo digo la verdad, entonces ¿Por qué no creen en MÍ?” Su poder los fascinó.
En Lucas 8:25 dijeron ¿qué hombre es este que aún manda a los vientos y a las aguas y le obedecen?” Su provisión los alimentó. Él los alimentó ahí al lado del monte y en Juan 6 se vuelven a aparecer al siguiente día y les dijo: “Me buscáis porque comieron de los panes y fueron satisfechos.” Su sanidad quitó su enfermedad; y cuando la multitud lo vio sanar al paralítico se asombraron y glorificaron a Dios quien había dado tal poder a los hombres,” dice Mateo 9:8.
Su amor literalmente los abrumó. Estaban ahí en la tumba de Lázaro y vieron a Jesús conforme comenzaba a llorar y dijeron “he aquí cuánto le amaba.” Su dominio sobre los demonios los asombró. Cuando Él echó fuera el demonio en Mateo 9:33 dice: “las multitudes se asombraron diciendo “nunca cosa así ha sido vista en Israel.”” Su juicio fue asombroso. Cuando Él vino a la higuera, murió. En Mateo 21:20 dice que se maravillaron.
La manera en la que Él se conducía iba más allá de lo que era humano. Él guardó silencio frente a Pilatos quien tenía el poder sobre Su vida. Y no mostró temor. Y no presentó defensa alguna; y Mateo 27:14 dice que “Él no le respondió ni una palabra de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.” Su enseñanza iba tan más allá de lo que cualquier maestro que ellos jamás habían conocido, que dice en Juan 7:15 que “los judíos se maravillaron diciendo “¿cómo sabe este hombre de letras nunca habiendo sido instruido?””
Y como un niño de 12 años, los doctores estaban asombrados en el templo ante Sus preguntas. Su independencia de su sistema legal los hizo sacudirse. Los fariseos se maravillaron porque no se lavó primero antes de la cena. Y Él desafió sus ceremonias. Su condescendencia tierna los sorprendió. La mujer que tuvo cinco maridos, quien estaba viviendo con uno que no era su esposo, una prostituta, una adúltera y Él habló con ella y la amó y la limpió. Y Juan 4:27 dice que se maravillaron “porque habló con esa mujer.”
Como usted puede ver, todo acerca de Él era maravilloso, todo acerca de Él era asombroso. Todo acerca de Él era inexplicable desde el punto de vista humano. Todo acerca de Él era maravilloso, sobrehumano, sobrenatural, divino. Y lo vieron todo. Es sorprendente que en Marcos 6:6 dice: “Jesús se maravilló ante su incredulidad.”
¿Por qué? Digo, ¿por qué, cómo puedes estar expuesto un número tan infinito de credenciales convincentes y darle la espalda? ¿Cómo puede ser? Bueno, para algunos, hay un amor abierto, deliberado del pecado. Y Juan 3 dice: “Los hombres amaron, ¿qué?, las tinieblas más que la luz porque sus obras eran malas y no quieren venir a la luz porque la luz reprende sus obras.” Y algunas personas simplemente aman el pecado y desafían la evidencia y se aferran a su maldad. Esas personas realmente nunca se molestan por aparecer. Huyen en la dirección opuesta.
Pero después, hay otra categoría de personas y en cierta manera ven lo atractivo que es Jesús, el carisma, el poder; y se sienten atraídos a eso. Son los que buscan la emoción. Quieren involucrarse en la acción; y entonces se aparecen. Y permanecen un rato cerca de Él y están cerca de la Iglesia y la iglesia los tiene también en la actualidad. Y hasta pueden decir haber nacido de nuevo. Y pueden decir “seguimos a Jesús” y se ven atraídos por la maravilla de Su persona, pero están tan perdidos como aquellos que le dan la espalda y huyen de la luz. Y vamos a conocer a tres de ellos en este pasaje.
Pero para comenzar, iniciemos al principio en el versículo 16. Mateo acaba de registrar tres milagros. Tres milagros que bien pudieron haber sucedido el mismo día. Jesús concluyó con el maravilloso sermón maestro del monte en los capítulos 5 al 7. La gente estaba asombrada ante Su autoridad. La enseñanza misma atrajo a una multitud. Él ya había hecho sin duda alguna miles de curaciones; y entonces la multitud era inmensa y ahora lo están siguiendo ahí en Galilea. Y bien podría ser que estos tres milagros fueron llevados a cabo en el día de reposo; y ahora el día del reposo se acaba y lo retomamos en el versículo 16.
“Y cuando llegó la noche,” y por cierto la noche, cuando se ponía el sol, marcaba el final del día de reposo y hasta ese entonces lo judíos no hacían nada por romper la ley del día del reposo, “pero una vez que vino la noche, trajeron a Él muchos endemoniados y con la palabra echó fuera los demonios y sanó a todos los enfermos.” Entonces, al final del día de reposo comienzan a traer a todos los enfermos, los endemoniados; y comienzan de nuevo a buscarlo con todas estas personas que lo necesitaban y Él sanó a todos. Él los sanó a todos. Y siempre fue así. No tienes que buscar y buscar para encontrar un milagro. Miles de ellos encontramos aquí. Él sanó a todos. Si su enfermedad y desorden era espiritual, relacionado con posesión demoniaca, Él sanaba eso. Si era enfermedad física, Él curaba eso. Y Él curó a todos ellos. No era cuestión de su fe. No era cuestión de sus circunstancias. Él los sanó a todos. Él estaba dando evidencia de que era el Mesías y Su deidad de tal manera que no quedara duda alguna.
En Mateo 12:15: “Sabiendo esto Jesús -esto es del concilio de los fariseos- se apartó de allí, le siguió mucha gente y sanaba a todos.” Mateo 14:14: “Y saliendo Jesús vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos.” Fue una sanidad sin aclaraciones, sin requisitos, ilimitada. Lucas 5:17: “Aconteció un día, que Él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con Él para sanar.” En el capítulo 9 de Lucas también, creo que es en el versículo 6, encontramos una declaración parecida: “Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el Evangelio y sanando por todas partes.” Y como les dije la semana pasada, para efectos generales, Jesús expulsó la enfermedad de Palestina. Estos milagros fueron increíbles, inmensos, voluminosos.
Ahora amados, cuando alguien está marchando ahí por el campo haciendo esto, tiende a atraer una multitud; y eso es exactamente lo que sucedió. Inclusive los sanadores falsos del día de hoy pueden atraer multitudes. Inclusive la gente que se va tan enferma como cuando llegaron insiste en tratar de encontrar otro sanador con mucha frecuencia. Entonces, Jesús sanó a todo el mundo y de manera natural la multitud creció y creció. Y es lo que vemos ahí en el versículo 16, esta multitud masiva.
¿Ahora, por qué los sanó a todos? Podríamos decir por Su compasión y estaríamos en lo correcto. Él tuvo compasión de la gente. Él menospreció la enfermedad porque sabía que la enfermedad era resultado del pecado. Eso no quiere decir que cada vez que está enfermo es porque usted cometió cierto pecado. Lo que quiero decir es que debido a que hay pecado en el mundo, hay enfermedad en el mundo. Debido a que hay enfermedad en el mundo, hay muerte en el mundo. Entonces, Él menospreció el pecado y la muerte y la enfermedad. Y entonces, en compasión hacia la gente, Él los curó.
Pero hay más que eso. Él los curó, creo pero que por otra razón. Él los curó porque les estaba dando una probada de su Reino. ¿Quiere saber qué sucederá cuando Cristo establezca SU Reino eterno? No habrá más muerte. No habrá más tristeza. No habrá más dolor. No habrá más enfermedad. Y Él viene aquí expulsando la enfermedad de Palestina, resucitando a los muertos. Todos estos son vistazos de Su Reino eterno. Así como en el monte de transfiguración cuando Él hizo a un lado su carne, retrajo Su carne y reveló Su gloria, así también les da visiones del Reino venidero glorioso cuando la enfermedad sea expulsada para siempre.
Sin embargo, hay una tercera razón por la que Él sanó y se nos da en el versículo 17; y esto es de lo que el Espíritu habla. “Y Él hizo esto, esta es una cláusula de propósito, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías.” Ahora, el Antiguo Testamento había predicho que el Mesías vendría y los profetas habían dicho muchas cosas acerca del Mesías, acerca del Cristo de Dios, acerca del Salvador del mundo, acerca del Cordero de Dios que quita el pecado. Las Escrituras habían dicho muchas cosas y Jesús cuando vino era el cumplimiento de todas esas cosas; y entre todos los dichos de los profetas estaba la declaración de Isaías 53:4: “Él tomaría nuestras enfermedades,” ahí lo ve usted en el versículo 17, “y llevaría nuestras dolencias.”
Una de las cosas que el Mesías haría sería enfrentar la enfermedad. Jesús iba a hacer eso. De hecho, escuche lo maravillosamente que Jesús iba a establecer un Reino en el cual Él eliminaría de manera total toda enfermedad, toda muerte, toda enfermedad y todo pecado. Y aquí Él les está dando una probada de eso.
Ahora, cuando dice en Mateo 8 que Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias, eso viene de Isaías 53. Y eso es un importante capítulo de la Biblia porque explica la predicción de la muerte de Cristo. Permítame leerle varios versículos para ayudarle a entender el contexto. “Ciertamente llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores.” Esa es la afirmación de Mateo. “Y nosotros lo tuvimos por azotado, por pedido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros.”
En otras palabras, Jesús murió por nuestros pecados. Por nuestras iniquidades. Cuando dice por Su llaga fuimos nosotros curados no se está refiriendo ahí específicamente de sanidad física sino de la sanidad de la enfermedad del pecado. Pero escuche, de manera indirecta, cuando usted sana el pecado, usted sana la enfermedad. Porque la enfermedad es el resultado del pecado.
La gente pregunta si hay sanidad física en la expiación. Y la respuesta es sí, hay sanidad física en la expiación, pero observe esto, no es para ahora, es para después. Lo voy a decir de esta manera: cuando Jesús murió en la Cruz, ¿quitó nuestro pecado? Sí. Usted, como cristiano, ¿tiene algún problema con el pecado? Sí. Él enfrentó el pecado pero el cumplimiento de eso todavía es futuro en su plenitud, ¿no es cierto? Cuando Él murió en la Cruz quitó Él y destruyó al enemigo, la muerte? Sí. ¿Mueren los cristianos? Sí. El cumplimiento completo es a un futuro. Cuando murió en la cruz, ¿Él enfrentó la enfermedad? Sí. ¿Todavía nos enfermamos? Sí. Eso también es futuro.
Sí, hay sanidad en la expiación así como hay liberación de la muerte en la expiación; así como la plenitud de la restauración a la posición gloriosa del creyente ante Dios en la eternidad está en la expiación; pero todavía esperamos ese día. Y la gente quiere venir y decir que bueno, los cristianos nunca deben estar enfermos porque hay sanidad de la expiación; no debes tener una gripa, no debes tener cáncer, no debes tener parálisis, no debes tener nada porque si eres cristiano hay sanidad en la expiación. Entonces, lógicamente deben decir que tampoco un cristiano jamás debe pecar ni un cristiano jamás debe morir. Y eso no funciona muy bien. Esa no es una enseñanza apropiada. El decir que los cristianos no deben estar enfermos así como los cristianos nunca deben pecar o que nunca debe morir. Aún la gente que enseña eso se muere, lo cual debe ser un poco difícil para ellos.
Amados, Cristo murió por nuestros pecados no por nuestras enfermedades. El Evangelio es acerca de las buenas nuevas acerca del perdón, no la salud. Cristo fue hecho pecado, no enfermedad. Cristo llevó nuestro pecado, no nuestra enfermedad. Y murió en la cruz por nuestro pecado. Y nunca interpretaremos Isaías 53 de otra manera diferente. Solo digamos que Isaías 53 quiere decir que Él nos sanó del pecado y si no fuera este uso aquí en Mateo, porque en 1 Pedro 2:24, cuando Pedro dijo: “Por su llaga fuimos nosotros curados,” él dice que habiendo dicho que llevó en Su propio cuerpo nuestros pecados, Pedro está hablando de la sanidad espiritual del picado.
Pero Mateo nos habla acerca del hecho de que la declaración “Él llevó nuestras enfermedades y llevó nuestros dolores,” se extiende del problema del pecado al problema de la enfermedad. Sí hay sanidad en la expiación. Sí hay totalidad de sanidad aquí, pero sólo hasta el punto en el que llega a nosotros en la plenitud de la salvación, la salvación de nuestro cuerpo cuando seamos glorificados en Su Reino eterno.
Entonces, vemos aquí que lo que realmente tiene usted es sólo una probada del Reino, es un vistazo de lo que viene. Si, algún día Él quitará nuestras enfermedades. Algún día llevará nuestras dolencias. Y aquí vemos una probada de eso lo cual fue dicho por el profeta Isaías. ¿Se da cuenta? ¡Es una gran verdad!
Ahora, hay muchas otras maneras en las que usted puede ver esto. ¿Cómo es que Él llevó nuestras dolencias, nuestras enfermedades? Creo que en un sentido Él llevó nuestras enfermedades porque sintió empatía en el dolor. Como usted sabe, Cristo era omnisciente. La Biblia dice que Él sabía lo que había en el corazón del hombre. Él puede leer la mente. Nicodemo, como usted recordará, vino a Él y le hizo una pregunta y Él no respondió a eso. Él hizo una pregunta que Nicodemo tenía en su cabeza pero nunca preguntó. Y Él hizo mucho porque usted sabe que Él sabía lo que había en el hombre y si es omnisciente, entonces sabe todo lo que usted siempre ha sentido y ha pensado; y Él lo conoce a su extremo, por lo que puede entender todo dolor que usted jamás sienta.
Y eso es por lo que la Biblia dice que Él es un sumo sacerdote compasivo que es tocado por los sentimientos de nuestras enfermedades. De nuestras debilidades. La misma palabra. Y yo creo que Él llevó nuestras enfermedades porque Él en empatía siente el dolor que sentimos. Usted sabe, Él vio a la multitud, no es cierto en Lucas, como le leí y se vio movido a compasión. Sintió compasión. Y esa palabra quiere decir sufrir con alguien. Él sintió su dolor, como puede ver. Y Él es un sumo sacerdote compasivo. Él no quitó nuestras enfermedades de manera total pero sintió de manera total nuestro dolor.
Entonces, hay un sentido en el que llevó nuestras enfermedades y se llevó nuestros dolores al sentir con nosotros el dolor que traen. Y en segundo lugar, creo que hay un sentido en el cual Él llevó nuestras enfermedades y se llevó nuestras dolencias y sentir la raíz de ellas. Cuando vio la enfermedad, sintió el poder del pecado. Por ejemplo, Él estuvo ahí en la tumba de Lázaro, el amado Lázaro, Él había estado en su hogar muchas veces, el hermano de María y Marta. Lázaro había estado muerto allí muchos días y entonces Jesús estaba ahí parado junto a la tumba. Y la Biblia dice que Él gimió en su espíritu.
Él literalmente estaba lleno de agonía en Su corazón y en el siguiente versículo Él dice que lloró. ¿Por qué? ¿Por qué estaba gimiendo? ¿Por qué estaba llorando? Usted dirá que porque Lázaro estaba muerto. No. No porque Él estaba a punto de cambiar eso. Él estaba punto de sacarlo de la tumba. No estaba llorando por eso. Él no estaba gimiendo por eso. ¿Por qué entonces? Porque cuando Él vio enfermedad, experimentó la realidad amarga vicaria del calvario. Él sabía que lo que causaba este dolor y todo este dolor de corazón y toda la tristeza y el lloro y el dolor era la maldad del pecado. Y Él vivió su vida bajo la sombra de la cruz. Y nunca vio la enfermedad sin sentir el dolor del pecado. Él se vio dolido, Él sufrió porque sabía era el pecado lo que lo hizo.
Y esa la razón por la que en Mateo 9 hay un versículo muy importante. Cuando dice ahí en Mateo 9:5: “Porque ¿qué es más fácil decir los pecados te son perdonados o decir levántate y anda?” La respuesta es que ninguna de las dos es más fácil. Ambas son iguales. Si usted ha eliminado la enfermedad, ha eliminado su causa, el pecado. Y si usted ha eliminado el pecado, ha eliminado su resultado, la enfermedad. ¿Cuál es más fácil? Ninguna de las dos. Escuche, cualquier persona que puede enfrentar la enfermedad y enfrentar el pecado, porque la enfermedad y el pecado están ligados de manera inseparable con una maldición.
Entonces, Jesús vino y enfrentó la raíz y el fruto. Pero creo que sobre cualquier otra cosa, Él llevó nuestras enfermedades y Él llevó nuestras dolencias. Cuando el Mesías viene y va a la Cruz, y enfrenta el pecado de una manera tan devastadora que de última toda enfermedad y toda dolencia será quitada; y estas sanidades que usted ve simplemente son un vistazo de ese día maravilloso. El Rey estaba ahí y Él estaba ofreciendo Su Reino y Él estaba dando una probada de sus elementos. Estaba desplegándolo de una manera tan clara y la evidencia fue tan clara que una persona que estaba caminando en la oscuridad aunque fuera un necio no necesitaba errar.
Ahora, hubo muchos fariseos que odiaron al Señor y le dieron la espalda. Amaban su pecado. Ellos amaban más las tinieblas que la luz. Pero después, hubo otros que se vieron atraídos a Él. El magnetismo de Su personalidad, los que buscaban emociones y vinieron; pero en cada caso, algo evitó que se convirtieran genuinamente. Y veamos esto. Hay tres casos clásicos: número uno, la comodidad personal. La comodidad personal.
Versículo 18: “Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado.” Estaban en la costa occidental del mar de Galilea. La multitud estaba volviéndose tan grande que el Señor estaba cansándose en Su cuerpo físico. Y ahí, en el barco, después de haber cruzado, se quedó dormido en el bote. Y necesitaba tiempo para orar, para refrescarse. Necesitaba algo de descanso para meditar; y la multitud ponía presiones sobre Él, y no necesariamente estaban en el plan de Dios, y entonces Él dijo “más vale que nos vayamos a un nuevo lugar y los mandó que fueran a otro lugar.”
Ahora, cuando Él hizo eso, inmediatamente los orilló al punto del compromiso con ciertas personas porque entonces había muchas personas que lo estaban siguiendo. De hecho, Marcos nos dice que cuando Él se metió en este pequeño barco y muchas otras barcas iban atrás de Él como una pequeña flotilla que lo seguía. Entonces, algunas personas estaban en la encrucijada de la decisión, me meto al barco o me quedo. ¿Qué hago? Y vemos a tres personas en nuestra lección en esta mañana.
El primero es tan interesante, el primer hombre, pero nunca llegó a la salvación porque quería comodidad personal más de lo que quería a Cristo. Versículo 19: “Y vino un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.”” Esto se oye bien, no es cierto. Podrías cantar esa canción: yo voy a seguirte cada día. Maravilloso. Oye, tenemos uno vivo, Señor y, ¿sabes qué? Es un escriba. Y sabe que los escribas eran las autoridades de la ley. Los escribas eran lo que tenían la autoridad oficial en los fariseos. Los escribas estaban calificados por las autoridades judías para enseñar. Estaban muy bien preparados. Eran leales al sistema. Eran los maestros, no eran los seguidores de maestros.
Y los escribas eran generalmente hostiles a Cristo. Generalmente se unían a los fariseos en su antagonismo y oposición. Y entonces, cuando tienes un escriba, tienes uno vivo. ¡Un escriba! Y él dice ‘maestro, didaskalis, maestro,’ ¡qué afirmación! Yo, de manera incondicional, continuamente te voy a seguir adondequiera que vayas. Me tienes de por vida. ¡Qué declaración tan tremenda de dedicación, de compromiso permanente! Estoy seguro de que el escriba pensó que Jesús era el maestro más grande que él jamás había oído. Estoy seguro de que cuando oyó estos milagros dijo que eso era de Dios. Esto es fuera de este mundo, es increíble. Esto es atractivo. Quiero estar cerca de este hombre. Adonde vaya este hombre, yo quiero estar. Él es irresistible.
Ahora, si este hombre se apareciera hoy le diríamos muy bien, eres bienvenido. Realmente estamos muy dispuestos a hacer eso, pero Jesús no estaba tan dispuesto. Escuche lo que le dijo. ¡Qué declaración tan extraña! A primera apariencia se oye raro. Jesús le dijo: “Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nido, mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar Su cabeza.” ¿Qué es eso? Trata de nuevo. ¿Qué tienen que ver las zorras en esto? Las aves, usted sabe, esto es un proverbio. Simplemente quiere decir que las comodidades elementales de la vida que inclusive los animales salvajes tienen, Yo no las tengo.
Juan 7 dice “que todo hombre se fue su propia casa y Jesús se fue al monte de los Olivos.” Él no tenía una casa y pasó la noche ahí acostado en el piso en oración con el Padre. En Lucas capítulo 8, enumera a las queridas damas que fueron hospitalarias con Él. Con qué frecuencia nos dice que Él se quedó en la pequeña casa de Betania. Como puede ver, no tenía comodidades personales. Él no tenía ninguna posesión mundana. Él no tenía nada que ofrecerle a este hombre. Usted se preguntará por qué dijo esto. Porque Él podía leer la mente de este hombre y sabía cuál era el problema de este hombre. El hombre decía que su vida es llena y rica y tiene todo lo que quiere y su estilo de vida lo satisface y sólo quiere añadirlo a su estilo de vida. ‘Sólo quiero tomar mi vida entera y seguirte.’ Jesús se rehúsa a aceptar esto en la popularidad del momento.
Y usted recuerda, ahí atrás en Juan capítulo 2, Él había hecho estos mismos milagros en Jerusalén. Y dice que muchos creyeron en Su nombre. Y luego dice “pero Él no se fiaba de ninguno porque Él no necesitaba que nadie le dijera lo que estaba en el hombre porque Él sabía lo que había en el hombre.” ¿Sabe lo que eso quiere decir? Quiere decir que Él no tenía fe en su fe. Él sabía que era una fe superficial, que buscaba emociones. De hecho, Él clasificó a estas personas en la parábola de la semilla. Él dijo que hay algunas semillas que usted las avienta y esas semillas caen y echan una pequeña raíz y nacen; y tan pronto como el sol sale, se queman y se mueren.”
Son estas personas, como usted sabe, que quieren seguir, se ven como que están vivas para Cristo, como que dicen que quieren seguir; y tan pronto como la persecución empieza, tan pronto como se acaban las comodidades, tan pronto como usted ya no tiene un nido o un agujero, tan pronto como se acaban las comodidades elementales de la vida, entonces quieren salir; el sol las seca y se mueren.
Este escriba vio a Jesús y lo atrajo. Pero Jesús conocía la naturaleza humana. Él sabe que es débil. Él sabe que es inestable. Él sabía que estaba centrado en sí mismo. Él sabía que la naturaleza humana tenía hambre de sensaciones. La multitud, los milagros, la emoción, el escriba estaba fascinado; y como Lensky lo dijo, él ve a soldados en el desfile. Él ve los uniformes bonitos. Él ve todo lo que brilla y está dispuesto a unirse pero olvida las marchas agotadoras, las batallas sangrientas, las tumbas quizás no marcadas.
Como usted puede ver, para Jesús él está demasiado listo, está demasiado dispuesto, él está demasiado completo en su oferta. Él es como la semilla ahí en el piso pedregoso, crece rápidamente, le falta raíz y muere bajo el sol refulgente del precio que tiene que ser pagado. Y usted puede ver que este hombre nunca comprendió el principio básico del discipulado y esa es la negación de uno mismo, eso es sacrificio, eso es sufrimiento. Entonces, Jesús lo enfrentó con esto y le dijo: “sólo quiero que sepas esto: no vas a encontrar comodidad en esto.”
¿Y sabe lo que el siguiente versículo dice? No dice nada de él. ¿Sabe por qué? Porque ya no siguió. Él se quedó ahí en el espacio en blanco entre el versículo 20 y 21. El Señor lo clavó ahí donde estaba y ya se fue. ¿No es Jesús tan diferente a nosotros? Nosotros endulzamos el mensaje, queremos presentarlo de tal manera que todo el mundo pueda entrar de la manera más fácil como sea posible. Pero Él lo presenta de una manera tan difícil como para mantenerlos afuera a menos de que tengan un compromiso genuino.
Y me encanta la declaración: “El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar Su cabeza.” El Hijo del Hombre aparece por primera vez en Daniel 7:13. Daniel profetizó que el Mesías sería el Hijo del Hombre. Y Jesús vino y dijo Yo Soy el Hijo del Hombre. ¿Y sabe cuántas veces es usada esa declaración en los Evangelios? Ochenta veces. Jesús afirmó que Él era el Hijo del Hombre. ¿Qué es eso? Es un término de humillación. Hijo de Dios habla de deidad. Hijo del Hombre habla de Su humillación. Él está diciendo ‘en Mi humillación ni siquiera tengo lo que las zorras tienen’; y las zorras, que eran muy comunes en esa parte del mundo en esa época, hacían pequeños agujeros en el suelo. Y las aves estaban por todos lados y tenían sus nidos; y Él dijo que ni siquiera tenía eso. En Mi humillación ni siquiera tengo las comodidades más elementales de la vida y si usted me va a seguir, va a tener que estar dispuesto a no tener eso.
En Mateo 10:16 Él dijo ‘ahora los voy a enviar.’ Más adelante les dice a Sus apóstoles “lo voy a enviar. Y los voy a enviar como ovejas en medio de lobos.” Ahora, eso en no es algo muy atractivo, ¿no es cierto? ¿Nos vas a enviar como ovejas en medio de lobos? Ahora acuérdense nada más ‘cuidados, guardaos de los hombres. Los van a entregar en sus concilios y los van a azotar en las sinagogas. Y van a ser traídos ante gobernantes y reyes y los van a entregar. No se preocupen, Yo les voy a decir qué decir.’
Versículo 22: “Y van a ser aborrecidos de todos los hombres por causa de Mi nombre.” Versículo 23: “Van a ser perseguidos.” Versículo 24: “Y no crean que van a estar por encima de su maestro. Yo lo he estado recibiendo y ustedes lo van a recibir.” Y en Juan 15, lo reafirmó: “Que no les sorprenda cuando los hombres los odien. Me odian.” No les sorprenda cuando los maten y piensan que están haciendo un servicio a Dios. La persecución en este mundo es parte de tener tribulación. Y se los dijo a ellos. “Todos los que quieren vivir piadosamente,” 2 Timoteo 3:12, “padecerán persecución.”
Mateo 5: “Bienaventurados son cuando los hombres los calumnien y los persigan y digan toda clase de mal contra vosotros mintiendo.” Hebreos 11, “simplemente sufrieron y sufrieron todos esos héroes de la fe” y al final dice “de quienes el mundo no era digno.”
Y hay un precio que pagar para ser cristiano. Este hombre no estaba dispuesto a pagar el precio. Él sólo quería añadir emoción a su vida. Él era un Judas potencial y nadie necesita más de esos. Entonces, Jesús lo alejó. Es como el joven que viene y expresa un deseo por erudición y tenemos que decirle: “muy bien, ¿pero está preparado para que se burlen de ti y para evitar los deleites del mundo y estudiar diligentemente para alcanzar tu meta?” O un explorador que quiere tener un equipo para explorar alguna parte no explorada de la tierra y todo el mundo quiere alinearse hasta que les da un pequeño discurso acerca de la nieve y el hielo y el calor y los pantanos y los animales salvajes y de pronto, las tropas comienzan a desaparecer.
Pero el joven que quiere ser un gran atleta y el entrenador le dice ‘sí, ¿pero está dispuesto hacer el sacrificio que se necesita para hacer grande?’ Como puede ver, fallamos cuando llevamos a la gente a pensar que la vida cristiana es fácil. No es fácil. Estoy de acuerdo que no hay una vida más emocionante que la vida del cristiano. No hay gloria como ella al final del camino, pero Jesús nunca dijo que era fácil. Él siempre dijo “usted tiene que tomar su cruz.”
Como puede ver, la gente que quiere comodidad personal, quiere hacer lo que quiere, quiere tener su pastel y comérselo también, sólo quieren añadir a Jesús a su estilo de vida ya establecido y Él los rechaza. Es correcto, los rechaza.
Y hay una segunda persona en este capítulo. La primera no entró al Reino porque quería comodidad personal. La segunda quería riquezas personales: versículo 21. Observe esto: “otro de Sus discípulos.” Ahora, la palabra discípulo no es una palabra oficial con una D mayúscula. Simplemente significa aprendiz, seguidor; y en este punto en particular, Él tiene a mucha gente que lo está siguiendo en diferentes niveles. Y otro de estos seguidores le dice: “Señor, permíteme primero que vaya y entierre a mi padre.”
Ahora usted dice, eso se oye como algo razonable, ¿no es cierto? No puedo dejar ahí al señor de edad muerto, tengo que enterrarlo, es ciertamente apropiado. Pero los judíos no embalsamaban, entonces cuando alguien moría realmente tenía que hacerlo ahí rápido. Y por otro lado, los judíos solían enseñar que necesitaban llorar por su madre y su padre treinta días después de que morían; entonces, quizá sólo estaba hablando de que necesitaba un mes para prepararse.
Y por cierto, en Génesis nos dice que la última responsabilidad de un hijo en su acto final de devoción a sus padres, era asegurarse que cuidara de su sepultura. Es algo hermoso. Y entonces se oye como una petición muy razonable. El hombre sabe que el Señor se está moviendo, está avanzando. Y él se quiere meter al barco e irse; y nada más le dice que no puede ir pero va a tratar de alcanzarle después de que sepulte a su padre.
Pero aquí hay mucho más de lo que vemos a primera vista porque la frase ‘permíteme que vaya primero y entierre a mi padre’ es una frase coloquial que aparece en el Medio Oriente e inclusive en épocas contemporáneas. Recientemente, el doctor Waldmeyer, un misionero en el medio oriente, estaba conversando con un turco. Él estaba hablando con un joven turco rico y le asesoró que fuera a cierto viaje a Europa con él, con el misionero, y él pensó que lo podía discipular y hacer ciertas cosas con él. Y después de que terminara su preparación fuera con él, a lo cual el turco respondió: “Bueno, primero tengo que ir a sepultar a mi padre.”
Y el misionero Waldmeyer respondió que lo sentía mucho, que no sabía que él se había muerto. Que esperaba no haber sido desconsiderado. El respondió que no estaba muerto. No está muerto. Esa es una frase que utilizamos. Mi padre está vivo; solo tengo que mantenerme cerca y cumplir mi responsabilidad hasta que él muera. Y después, entonces, claro voy a recibir mi herencia. ¡Oh, ya veo! Primero tengo que ir a sepultar a mi padre que ni siquiera está muerto, lo cual significa que he estado esperando mucho tiempo para recibir mi herencia. ¿Puedo quedarme nada más a esperar eso? Y el hombre aquí está titubeando. Y cuando ya lo reciba, puedo pensar en cómo lo puedo usar en el movimiento, ¿se da cuenta? El hombre tenía el dinero en su mente. Él estaba jugando con cosas triviales y ser discípulo de Jesús demandaba valentía y compromiso. Y su padre ni siquiera estaba muerto.
Y Jesús le dijo “Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos.” Nuevamente, esta es una declaración fuerte. Al principio parece que no tiene sentido. ¿Cómo pueden los muertos enterrar a los muertos? Obviamente, los muertos no pueden enterrar a los muertos a no ser que el primer tipo esté espiritualmente muerto; y eso es lo que está diciendo. Es un proverbio. Deja que los muertos entierren a sus muertos. Deja que los que están muertos espiritualmente sepulten a los muertos físicamente; y después Lucas añade en el pasaje paralelo: “Y tú ve y predica el Reino de Dios.” Él está diciendo: ‘mira, este es un proverbio nuevamente como el de las zorras y las aves.’ El primero significaba que Él no tenía comodidades personales. Y éste significa que la gente que está muerta espiritualmente entierre a sus muertos. Deja que el mundo secular se encargue de sus propios problemas. Usted ha sido llamado al Reino de Dios. ¿Ve la diferencia? Lo que está diciendo es que estás funcionando en el nivel equivocado.
En otras palabras, deja que el sistema cuide de sí mismo. Él no está diciendo que a los cristianos se les prohíbe ir a los funerales. No está diciendo que si usted es cristiano no debe asegurarse de que su padre o madre sean sepultados. Es un proverbio. Y lo que Él quiere decir es que los asuntos pasajeros del mundo, el ir y venir de la gente, el ir y venir de las fortunas de uno a otro, es parte de un sistema muerto. Tú eres llamado a un Reino vivo, ve y predica el Reino. Como puede ver, las prioridades de este hombre están invertidas. Los asuntos seculares pertenecen a la gente que secular. El sistema humano se encarga de sí mismo, pero este hombre, ¿Qué es lo que dice que él hizo? No está ahí tampoco. Él se fue en algún momento entre el versículo 22 y 23. Desapareció. ¿Por qué? Porque las posesiones personales eran algo importante para él. Él había esperado mucho tiempo para recibir esto. No se iba a ir en este momento. Le gustaba la emoción y la maravilla de los milagros y esto era algo fabuloso y quería seguir, pero no había compromiso ahí. Él quería su dinero.
Me recuerda de otro hombre en el capítulo 19 de Mateo, quien vino a Jesús y dijo: “Maestro, ¿qué bien haré para recibir la vida eterna?” Usted dirá, ¡no es eso maravilloso! Oh, dice ¿qué tengo que hacer para obtener la vida eterna? Y el Señor le dicen el versículo 21: “Si quieres ser perfecto, anda y vende lo que tienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven y sígueme.” Él dice ve y vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. ¿Es así como te salvas? ¿Vendiendo todo lo que tienes y dándoselo a los pobres? No. Pero si tu dinero es lo que estorba, si tu dinero es lo que te mantiene alejado de Dios y el dinero es el dios, entonces vas a tener que deshacerte del dinero para salvarte. Éste era el problema. No te salvas al deshacerte de tu dinero, simplemente quitas el obstáculo para que puedas entrar al Reino. Tu dinero está estorbando.
Y aquí viene este joven y dice: “Oh, he guardado la ley, quiero vida eterna.” Y Jesús sabe exactamente lo que está pasando en su vida, es omnisciente, conoce todo detalle y le dice: “Muy bien, entonces toma todo lo que tienes, dalo a los pobres.” Y le pegó en el punto débil. Y el próximo versículo dice: “El joven, oyendo eso, se fue triste porque tenía muchas posesiones.” Él estaba triste; estaba triste porque no podía entrar al Reino porque quería aferrarse a su dinero. ¡Qué necio! Pero muchas personas son como él. ¡Qué triste es! La comodidad personal, las riquezas personales evitan que Cristo acepte a la gente que se acerca a Él. Se ven atraídos, están asombrados, se sienten abrumados y se alejan para siempre porque el precio es demasiado alto.
Y hay un tercer hombre que vino ese día nada más que Mateo nos cuenta de él, Lucas sí. Lucas 9, rápidamente, esto es fascinante. El tercer hombre. Y Lucas, en esencia, nos da la misma historia, pero él añade este tercero. En el versículo 61 de Lucas 9. “Entonces también dijo otro,” aquí hay un tercero, “te seguiré Señor. Pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.” Bueno, usted dirá, bueno, ve y despídete. Dale un beso tu mamá, estrecha la mano de tu papá.
Jesús le dijo, y le da un proverbio que se remonta hasta el año 800 A. C. que se originó con un hombre llamado Hessed. Era un proverbio muy común en ese día. Y Jesús le dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.” En esencia, lo que está diciendo es que es muy difícil trazar un surco derecho cuando estás viendo hacia atrás. Me imagino que esto es verdad, ¿no es cierto? No estoy acostumbrado a arar algún tipo de surco en la tierra, pero puedo imaginar que si estás tratando de trazar un surco viendo hacia allá tenderías a desviarte. Eso lo que está diciendo.
Ahora, ¿qué sabía Jesús acerca de este joven? Sabía mucho más de lo que está en la superficie. ‘Te voy a seguir, pero permíteme primero irme a despedir de los que están en mi casa.’ No es su esposa y sus hijos, son su mamá y su papá. ¿Te da una pista eso? ¿Tiene alguna relación? ¿Ha oído usted eso? Él está bajo la presión, el poder, la influencia, el dominio de sus padres y Jesús sabía que si él regresaba, estando atado, la intimidación de la familia, la presión de estar alejado, los ruegos emocionales de quedarse, él nunca regresaría. Y hay muchas personas así. Vienen a Cristo, pero les da miedo lo que su familia pueda decir, lo que su familia pueda hacer, lo que el papá pueda decir. Les da miedo ser aislados, y por eso se quedan en un sistema religioso falso o se mantienen alejados de Cristo por el temor. Quizás aparecen un poco y en la Iglesia y en cierta manera se asoman y tratan de hacer un surco mirando hacia atrás.
Escuche, se reduce a esto, Mateo 10:34: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra, no he venido a traer paz, sino espada. Porque he venido a poner al hombre contra su padre y a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa. El que ama padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí.” ¿Lo entiende? Si eso hace que usted se detenga de comprometerse de manera completa, total, usted no está listo para entrar al Reino de Dios. No está hablando de servicio cristiano, esto está hablando de salvación. Usted no puede salvarse con ese tipo de ataduras. Usted no es apto para entrar al Reino. Un corazón a medias no es corazón.
El punto aquí no es servicio, es salvación. Porque si él no se podía comprometer de manera total, Jesús no le ofrecía nada, nada. No hay un discipulado a medias, no hay nada a medias, nada. Relaciones personales, riquezas personales, comodidad personal, todos son estorbos. Es triste. Usted preguntará si no dice en Juan 6:37 que el que a Mí viene no le echaré fuera. Sí. Pero usted dice, estas personas vinieron y los echó. Sí. Pero si usted sigue leyendo Juan 6, va a encontrar más. “El que a Mí viene no le echo fuera.” Y más adelante en el capítulo, lee “A menos de que coman Mi carne y beban Mi sangre, no tienen parte conmigo.” ¿Qué quiere decir con eso? O lo tomas todo o no recibes nada.
Y dice que a partir de ahí muchos de Sus discípulos no caminaron más con Él. No estaban dispuestos a hacer el compromiso total; y Él los rechazó. “El que a Mí viene no le echo fuera,” si él viene en Mis términos, en una entrega total, con una actitud de bienaventuranza, siendo mendigo en su espíritu, llorando por su pecado, manso delante de Dios, teniendo hambre y sed de justicia, clamando por misericordia y estando dispuesto a ser perseguido, odiado y menospreciado por Mi causa.
Y un día, el amo vino al esclavo y le dijo: “Usted tiene un gozo y una felicidad que me encantaría tener.” Él preguntó: “¿Qué es?” Él respondió: “Es Jesucristo.” Él dijo: “Quiero el Cristo que usted tiene.” Entonces, el esclavo dijo: “Quítese usted el traje blanco y trabaje aquí en el lodo y lo va a encontrar.” Él le respondió que no haría eso, que eso está por debajo de su dignidad. Un año más tarde, regresó al esclavo y estaba en problemas más serios y dijo: “quiero lo que tienes.” Y él respondió: “Lo que yo tengo es Jesucristo.” Y él preguntó cómo podía conocer a Cristo como él lo conocía. Y le respondió: “Bueno, ponte tu traje blanco y ven conmigo y trabaja con nosotros en el lodo y lo vas a conocer.” Y él dijo que no haría eso.
Habiendo pasado un tiempo, ya en desesperación, regresó una tercera vez y dijo: “Quiero tener lo que tú tienes.” Y él dijo: “Bueno, tú sabes cómo, quítate tu traje blanco y ven con nosotros y trabaja aquí en el lodo con nosotros y lo vas a conocer.” Y el amo dijo lo voy a hacer. El esclavo dijo: “No lo tienes que hacer.” “¿Cómo que no lo tengo que hacer?” “Sólo tienes que estar dispuesto, eso es todo.”
Como usted puede ver, el Señor quizás no le quite sus comodidades personales. Quizás no le quite las posesiones personales. Quizás no le quite sus relaciones personales, pero usted tiene que estar dispuesto a dejarlo si Él así lo quiere. Ésa la afirmación del Señorío en su vida. Si usted viene diciendo que va a venir, pero va se va aferrar a esto y se va a aferrar aquello y le da un corazón a medias, usted no recibirá nada. Si usted entrega todo, Él puede permitirle que se quede con algo. Él puede darle más de lo que usted tiene. Lo importante es la disposición.
Y estos tres se alejaron; y William MacDonald lo expresa de manera muy clara: “Ellos dejaron a Cristo para mantener un lugar cómodo para sí mismos en el mundo y para pasar el resto de sus vidas aferrándose a los subordinado.” ¡Qué declaración! ¿Es usted un verdadero discípulo? ¿Ha visto la evidencia? A través de los siglos, la gente se ha maravillado ante la autoridad de Jesús, Sus palabras, Sus obras, Su sabiduría, Su pureza, Su veracidad, Su poder, Su provisión, Su sanidad, Su amor, Su dominio, Su juicio, Su manera de comportarse, Su enseñanza, Su independencia, Su condescendencia.
Se han maravillado, han sido abrumados, han quedado asombrados; pero se han alejado y se han mantenido perdidos porque nunca vinieron en Sus términos. Escuche esto al terminar: el obispo Rhyle ha dicho: “El camino más triste el infierno es el que corre bajo el púlpito, pasa a la Biblia, en medio de advertencias e invitaciones.” Espero que usted oiga lo que el Espíritu de Dios está diciendo.
Padre, gracias por nuestro tiempo en esta mañana en Tu Palabra y en adoración. Gracias por la música. La belleza de todo esto permanece nuestros corazones. Oramos, Señor, para que Tú traigas estas verdades a nuestro corazón. Haznos personas que sepan cómo alejarnos del sistema y dejar que el mundo secular se encargue de lo suyo. Ayúdanos a vivir para lo eterno. Ayúdanos a ir y predicar el Reino. Ayúdanos a conocer las prioridades. Danos la disposición para entregar todo, para que podamos disfrutar de la realidad de que Tú nos vas a dar mucho más de lo que jamás soñamos tener, sabiendo que no es lo que tenemos sino la actitud que tenemos hacia lo que tenemos.
¡Oh Dios, que no haya aquí discípulos que se alejen de Cristo debido a la comodidad personal, las posesiones personales o relaciones personales! Padre, oramos porque podamos contemplar cómo Tu Espíritu aplica esto a nuestras propias vidas primero antes de que pensemos en otros. Oramos en el nombre de Cristo, amén.
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